PAZ
ARMADA
Madrid, 22-03-2023
(Lectura de 3,5 minutos 😊)
Pintan bastos. En Bajmut los ucranianos siguen resistiendo. Desgastan a
los rusos y estos a los de Wagner, un grano cada vez más incómodo para el
General Shoigú, eterno ministro de Defensa de Putin. Aún falta la anunciada gran
ofensiva rusa. Los favorables a Putin dicen que lo que no llegan son las
contraofensivas ucranianas.
Los hay que no tienen vergüenza. Tras más de un año de machaque ruso
a la población hermana ucraniana, siguen echándole la culpa de lo que ocurre a
los occidentales, a la OTAN, a EEUU. Muchos de ellos salvan a la Unión Europea
porque piensan que su destino es convivir a cualquier precio con Rusia, incluso
prescindiendo de los americanos.
No es así, ni lo será. La UE sabe que gastar más en defensa no es que Europa pueda
defenderse sola. Haría falta una Unión Federal
con su propia disuasión nuclear. Aunque no estaremos en mucho tiempo
en ese estadio, la UE se integra más, pero en otras materias. El Ministro de
Exteriores español acaba de asegurar que durante la Presidencia española de la
UE se reforzará el vínculo transatlántico porque
EEUU es el “aliado natural” de Europa. Evidente.
Hay quienes
quieren parar la carnicería en Ucrania a cualquier precio, incluso contra la
voluntad ucraniana. Algunos, bien intencionados. Otros, favorecen a los rusos.
Los más hábiles se sitúan en una aparente neutralidad repartiendo culpas sin reconocer que Rusia nunca quiso entenderse verdaderamente
con los occidentales desde que se derrumbó la URSS, antifaz
comunista del imperialismo histórico heredado del zarismo. Putin no necesita
antifaz.
Algunos recuerdan
a los curas con sotana de algún colegio, antaño, que paraban una pelea en el
recreo afirmando que no querían saber de quién
era la culpa. Rabiaban los mayores por no poder seguir pegando al
pequeño y éste volvía llorando a casa sin la estilográfica del padrino, arrancada
por esos mayores amparados por las sotanas.
Si esas sotanas fueran a prevalecer, algo posible, Rusia
consolidará la posesión de lo que ha robado, incluida Crimea, y constituirá
nuevamente una amenaza de cara al futuro para todos
los europeos. Una injusticia escolar aplicable, asimismo, al
Vaticano donde Francisco nada y guarda la ropa para salvar su relación con la
Iglesia Ortodoxa rusa encabezada por Cirilo I, cómplice de Putin.
Al principio de la Segunda Guerra Mundial Rusia y Alemania
se unieron contra Polonia. Hoy, Putin es como Hitler. Esperemos que Xi Jinping,
que visita a Putin esta semana y quiere mediar entre Kyiv y Moscú, intente
razonar al ruso en lugar de ayudarle militarmente. Después, cuando acabe la
guerra, si no se transforma en un conflicto congelado,
como otros heredados de la implosión de la URSS y de Rusia en 1991, habrá que intentar
entenderse con Moscú a sabiendas de que su hambre imperial no está saciada y
que Putin no tiene palabra. ¿Qué respetará en el
futuro si rompió todas las obligaciones internacionales antes contraídas por Moscú?
Gracias a Putin la paz mundial dependerá más de que cada uno
esté suficientemente armando para disuadir aventurismos ajenos. No es hora de ingenuidades ni de voluntarismos.
Es hora de firmeza, de afilar las
uñas y gruñir lo que no impide volver a pactar medidas
de confianza e inspecciones intrusivas para
alejar posibles conflictos sin olvidar que Rusia
no es de fiar ni tiene palabra.
Una paz armada con un retorno nítido a zonas de
influencia. Una victoria rusa que
quiere blindar para sí misma su vecindario cercano. Sin
embargo, sus pretendidos súbditos desean acercarse a la UE y, si
pueden, a la OTAN para protegerse del Kremlin como Moldavia, tierra irredenta rumana,
que se siente amenazada desde Transnistria, pequeña longaniza fronteriza formada
desde una presencia militar rusa de la Guerra Fría. En Asía, las antiguas repúblicas
sovietizadas desean acercarse a China, la UE y los EEUU. ¿Deberían acatar una prohibición rusa?
No ayudará al Kremlin que el Tribunal Penal Internacional
pida la detención de Putin por crímenes de guerra, por deportar niños
ucranianos a Rusia que se mantiene bajo su
control mafioso y fascista.
Carlos Miranda, Embajador de España