¡SERIEDAD!, POR FAVOR
Cabezón de
la Sal, 28-08-2020
(Lectura fácil: 😉)
El
líder de la oposición destituyó recientemente a su portavoz en el Congreso, seleccionada
por él hace un año. Como la interesada se revolvió, evidenció que era más
centrista que Casado al favorecer un gobierno de concentración con el PSOE,
descartado, según ella, por Sánchez por preferir encamarse con Podemos. Sin
embargo, su jefe le acusó de criticar al Rey emérito y de montar un PP paralelo
en el Congreso de los Diputados.
Los barones moderados pedían este cese. Su estilo,
agresivo y competitivo con Vox, no les parecía adecuado para atraer votos centristas
y negociar con el Gobierno. Se felicitaron, pues, por los nombramientos para borrarla:
Gamarra, Pastor y Almeida. “¡Equivocados estáis!” clamó enseguida
Casado, asegurando que no se trataba de preparar una muleta a Sánchez. Solo de
reforzar la imagen moderada del PP. De cara a unas elecciones generales suponen
algunos (¿cuándo?). Para probarlo, frenó un acuerdo con, al menos, el Gobierno
socialista (con Sánchez nunca se sabe con qué parte del mismo se pacta),
para la renovación del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional.
Muchos
politólogos consideran que el guillotinazo a la chulapona con deje porteño solo
fue una pelea por el control de lo que sea. ¡Qué
más da ese “lo que sea”, si los políticos españoles suelen ser sobrados, opacos
e ineficientes como comprobamos con la pandemia, sus rebrotes, sus olas y
consecuencias! Cambiar a una por otros no habría servido para
moderar al PP en beneficio del interés general, y esta incapacidad pactista de Casado
y Sánchez, cuando nos amenaza la ruina, es, asombrosamente, bien acogida, con
mayor o menor hipocresía (incluso ninguna), por aquellos que ven siempre con
inquietud que las dos principales fuerzas políticas puedan entenderse.
Afirman,
unos, que son moderados, pero que pactar con Podemos es una necesidad. Hacerlo
con ERC y Bildu es solo un mal menor. Da igual
que estos tres partidos quieran cargarse el “Régimen del 78” (como ellos dicen)
para llegar a sus fines, la revolución y el desmembramiento de España.
Todo, menos pactar con la derecha. Lo mismo dicen enfrente otros autoproclamados
moderados. Aseguran que pactar con Vox es otra necesidad para salvar España y da
igual que sea un pernicioso populismo de derechas, réplica del podemita de
izquierdas. Su deseada supresión de las Autonomías también aboliría el pacto
constitucional de la Transición. En vez de plañideras llorando por la sinrazón
de los políticos, las calles parecen llenarse de charangas y comparsas
carnavaleras bailando al son de la confrontación. “¡Casado, ya has fracasado!”
cantan unas, “Sánchez, eres peor que un pez” responden las otras mientras la
noche se alarga hacia una madrugada helada.
La “nueva normalidad” ha resultado ser una
segunda ola del virus. Un prestigioso diario neoyorquino subraya que somos
campeones mundiales en velocidad de contagios. Lo achaca a que el control de la
pandemia se ha dejado, ahora, en manos de las Autonomías; a que Sánchez se fue
de vacaciones sin ejercer liderazgo alguno cuando la crisis rebrotaba; a la ausencia
de suficientes rastreadores y pruebas para aislar a los contagiados; y a un
final prematuro del confinamiento para recuperar el turismo. Podría ser la
crítica de algún diario conservador español. Sin embargo, lo es de uno que
representa al liberalismo americano, un centro izquierda a escala local. Pudiera
ser una crítica injusta según se vea, pero la realidad es que las cuadrigas de Casado y Sánchez cabalgan
desaforadamente, azuzadas por sus aurigas, hacia un precipicio que puede
engullirnos a todos. ¿Acabará España como el Líbano?
La
necesidad de unos presupuestos para paliar el desastre pandémico, social y
económico quizás les fuerce a concertarse. Así entienden que hay que
hacerlo Ciudadanos, PNV y PSOE, dispuestos a pactar las cuentas. No así
Iglesias ni Casado, salvo que éste último y Sánchez caigan, sorprendentemente,
en sus respectivos codos el próximo 2 de septiembre. Bruselas observa. Las
fuerzas que dinamizan la economía, los inversores, miran
más que nunca a la capital de la Unión Europea como si fuese Lourdes, con Santa
Nadia, buscando milagros.
Carlos Miranda, Embajador de España