viernes, 21 de enero de 2022

¡ES EUROPA, ESTÚPIDO!

¡ES EUROPA, ESTÚPIDO!



            Madrid, 21-01-2022

                                 (Lectura rápida 😊)

                                                            [Modificado 22-01.2022]                                                                            

                       


      

 

Clamando “It´s the economy, stupid” Clinton ganó la Casa Blanca en 1992. Con Putin también es la economía: no querrá a Ucrania en la OTAN, pero aún menos en la Unión Europea. Es la cuestión de fondo que arrastra otras.

 

Andrés Ortega Klein, escritor, periodista y politólogo, glosaba en 2014 un artículo de la historiadora norteamericana Mary Elise Sarrot titulado “¿Una promesa rota?” (“A Broken Promise?”) que analizaba si los occidentales faltaron a su palabra cuando aceptaron en la Alianza Atlántica a países del Este europeo que formaron, antes, parte de la URSS y del Pacto de Varsovia.

 

Como Sarrot hay que subrayar al respecto que no se pactó nada por escrito con Moscú. No podía ser de otro modo. De lo contrario se tendría que haber modificado el Acta Final de Helsinki, firmada también por la URSS, cuyo contenido fue recogido por la OSCE, de la que es parte Rusia, y en la constitución del Consejo OTAN-Rusia, y que permite que cada país europeo elija con quien quiere asociarse y aliarse. Lo saben los rusos desde siempre. Van de mala fe.

 

El Golpe de Estado contra Gorbachov del verano de 1991 produjo escalofríos en Occidente, provocando una gran desconfianza respecto de Rusia. Otra razón más para amparar en la OTAN a los antiguos siervos del Kremlin, preocupados, aterrorizados, incluso, por la falta de fiabilidad moscovita. ¿Alguien podía ya poner su mano al fuego por algún dirigente en Moscú? Nadie. El cambio de guardia en Moscú y, luego, en Washington, con la llegada de Clinton, anularon los tanteos con Gorbachov.

 

Mitterrand parecía dispuesto a disolver la OTAN e, inicialmente, afirmó preferir dos Alemanias a una sola. Para Kohl y Genscher todo estaba subordinado a la unificación alemana. Cualquier precio les parecía barato. Por ellos, Baker se abrió a posibles limitaciones para la OTAN a cambio del beneplácito ruso a la reunificación alemana. Sin embargo, como relata Sarrot en la referencia de Ortega, en la Casa Blanca, en el Consejo de Seguridad Nacional, encabezado por Scowcroft, se opusieron a ese trio y a cortapisar las libertades conquistada en Helsinki en 1975.

 

¿Eran concebibles una Alemania unificada y una Unión Europea en dos sistemas de seguridad diferentes? No. Baker, Kohl, y Genscher se rindieron a la evidencia. Por eso no se firmó nada. Algo tan substancial como pretender modificar el Acta Final de Helsinki hubiera sido objeto de firma. Al no hacerlo, todos, rusos incluidos, sabían que, de lo tanteado, nada, al ser imposible.

 

Como el entramado de acuerdos de desarme y de control de armamentos del final de la Guerra Fría se ha desvanecido (FACE, INF, Open Skies), una solución para un entendimiento ruso con los occidentales sería recuperar esa vía, estableciendo, al menos, medidas de confianza. Pero, haría falta que Putin no invada Ucrania, ni siquiera la parte rusófona.

 

Pero, lo peor para Putin es que Ucrania ingresase en la UE. Una Ucrania más próspera que Rusia sería humillante para Moscú. Recordemos que las manifestaciones en Ucrania por negarse su Presidente, Yanukovich, a firmar en 2013 un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea por presiones rusas provocaron el llamado “Euromaidán”, con diversas interpretaciones, respondiendo Putin con la anexión ilegal de Crimea.

 

La Unión Europea tiene voz y voto en economía, pero aún no en defensa porque, a diferencia del Cardenal Cisneros, no tiene cañones. No tiene “poderes”. Francia impulsa ahora, en su presidencia de la UE, un Libro Blanco de Defensa de la UE. No obstante, la mayoría de los países de la UE están en la OTAN donde se realizan consultas transatlánticas no quedando, pues, los europeos marginados, consultas que EEUU también hicieron recientemente con la propia UE. La caótica salida americana de Afganistán favoreció intentar avanzar en una Defensa europea compatible con la OTAN. Ahora, con Putin aún más amenazante, cuenta esencialmente la Alianza Atlántica.

 

“¡La maté porque era mía!”, pensará Putin. “Si me abandonas te haré la vida imposible y asesinaré a nuestros hijos”, dicen los maltratadores. El Presidente ruso es un peligro para la paz en Europa. Pretende, en un reciente artículo, que si Ucrania abandona Rusia debiera volver a las “antiguas fronteras”. Sin embargo, Moscú ya aceptó las actuales de Ucrania y, además, por un acuerdo de 1994 por el que Kiev devolvió el armamento nuclear soviético al Kremlin, Rusia garantizó la integridad territorial ucraniana.

 

Como han señalado Albares y Robles, Rusia no puede imponer quién ingresa o no en la OTAN. A Putin le han visto su órdago. ¿Invadirá? ¿Se moderará? ¿Se congelará? En cuanto a Ucrania, ¿Importa en España? ¿Hasta dónde pueden ayudarla la UE y la OTAN? Por ahora, un buque de la Armada española encabezará una flotilla OTAN en el Mar Negro además de otros despliegues militares en el Báltico y, quizás, Bulgaria. Podemos gruñe como todos los partidarios de Putin. Blinken y Lavrov se vieron este viernes en Ginebra. Se mantiene el dialogo y el compromiso norteamericano de consultar con sus aliados y la UE.

 

 

Carlos Miranda, Embajador de España

 

 

 

viernes, 14 de enero de 2022

HITLER Y PUTIN

HITLER Y PUTIN

 

 

Madrid, 14-01-2022

                               (Lectura rápida 😊)

  

      

En Rusia, los índices de aprobación de Putin son altos. El que se asesine o encarcele a oponentes políticos hace poca mella en una población controlada. Si semejantes noticias les llegan, les dicen que son falsas o ataques occidentales. Es revelador leer a dos especialistas de Rusia, Pilar Bonet en El País y a Carmen Claudín, prestigiosa investigadora del CIDOB barcelonés.

 

Una gran proporción de la población rusa añora los “buenos tiempos” de la Unión Soviética. Teniendo en cuenta ese pasado, una alienación. El poderío anterior de la URSS es lo verdaderamente añorado. El comunismo desapareció, pero permanece su esencia rusa, su nacionalismo, su carácter imperialista.

 

Recientemente y ante las pretensiones de Putin de repartir Europa con los EEUU, se le ha comparado con Stalin que lo consiguió tras la Segunda Guerra Mundial. Putin quiere un nuevo Telón de Acero en Europa, aunque más cercano a la “Madrecita Rusia” suya, capaz de ahogar a sus vecinos.

 

Sin embargo, se puede recordar también lo ocurrido entre las dos Guerras Mundiales. Alemania resultó derrotada tras la primera, viéndose, luego, transformada por una crisis económica generalizada, el cambio de régimen interno y los acontecimientos mundiales. Algo semejante pasó con Rusia en los años noventa del siglo pasado, desapareciendo la URSS e implosionando la propia Rusia tras el derrumbe del sistema económico y político comunista, fracasados por inviables y dictatoriales.

 

Tanto en Alemania como en Rusia, tras sus derrotas, se mantuvo el peligroso caldo de la nostalgia del poderío pasado, de su grandeza imperial. En Alemania ello trajo a Hitler. En Rusia a Putin. Su gran baza es la añoranza del pueblo ruso por su pasado como Gran Potencia en tiempos soviéticos y anteriores. Ambos líderes empeñados en desenterrar el pasado.

 

La derrota alemana de 1918 y el hundimiento de la URSS en 1991 trajeron amargura y rencor. En la Alemanias nazi, respecto del Reino Unido y de Francia. En Rusia, respecto de los EEUU, culpables de todo porque los europeos son, para Moscú, simples vasallos de Washington.

 

En los dos casos se produce un rearme militar con sistemas novedosos tecnológicamente y los dos reclaman un espacio alrededor de sus fronteras que exigen gestionar en función de sus propios intereses. “Espacio vital” lo llamaba Hitler. Putin lo reclama como un espacio de seguridad propio. En realidad, otro espacio vital. Si hay algo que recuerda la crisis de los Sudetes, puede ser la anexión ilegal de Crimea. La reafirmación de los intereses rusos en Chechenia, la remilitarización por Hitler de Renania. ¿Invadir Ucrania un equivalente bélico del “Anschluss” con Austria? En ambos casos los pueblos, alemán y austriaco, ruso y ucraniano, lo mismo e indivisibles. ¡Falso!

 

“¡Pobre Hitler!”, hubieran exclamado, entonces, muchos de los que hoy le dan la razón a Putin, añadiendo que la desmilitarización de Renania, tras 1918, era vejatoria para Alemania; que los alemanes eran maltratados en los Sudetes; y que Austria era peligrosamente independiente para Alemania.

 

Si Putin invadiese Ucrania, no parece que se le pondrían de rodillas. Más bien puede contar con un desgaste de sus tropas de ocupación, además de importantes sanciones occidentales. Crimea fue fácil, pero Ucrania, sobre todo la occidental, proeuropea, sería más complicado, aunque todo ello subraya el desprecio moscovita por la legalidad internacional. Conviene recordar, que cuando Ucrania renunció al armamento nuclear de la URSS que tenía en su territorio, Rusia garantizó su integridad, y ya vemos.

 

Esperemos que se impongan los principios del Acta Final de Helsinki y de la OSCE, aceptados por Rusia en 1975, que establecen que cada país es libre de asociarse o de aliarse con quien quiera. Dialogar es siempre conveniente, pero sin ceder como hicieron Chamberlain y Daladier ante Hitler en Múnich en 1938.

 

Putin tergiversa con sus acusaciones y las libertades europeas son irrenunciables. Queda volver a establecer normas de coexistencia para que en materia de seguridad se restablezcan en Europa medidas de confianza y de desarme sin dar vía libre a China. España, lejos del aliento ruso, suele ser para muchos una burbuja entre Gibraltar y los Pirineos. Conviene despertar.

 

Carlos Miranda, Embajador de España

 

 

viernes, 7 de enero de 2022

UN NUEVO REPARTO DE EUROPA

 

UN NUEVO REPARTO DE EUROPA

 

 

        Madrid, 07-01-2022

                                (Lectura rápida 😊)

 

     

Rusia quiere que los EEUU se marchen de Europa. Es la doctrina Monroe con vodka. “América para los americanos”, en realidad para los EEUU, vino a decir ese Presidente norteamericano en 1823. “Europa para los europeos”, más bien para Rusia, es lo que pretende Moscú desde que los americanos llegaron en la Segunda Guerra Mundial para salvar a Europa de Alemania, como habían ya hecho en 1917, y se quedaron cuando la Guerra Fría para protegerla de Rusia, entonces URSS.

 

Si no es posible echar a los americanos, Moscú quiere repartirse Europa con Washington. Ya lo hizo cuando Stalin. Derrumbado el Telón de Acero y liberados del yugo ruso, no sólo soviético, los países del Este y los bálticos, Putin intenta que otros países del antiguo Imperio soviético renuncien formalmente a los derechos que el Acta Final de Helsinki y la OSCE les otorga: juntarse o aliarse con quienes quieran.

 

De hecho, Moscú ya ha conseguido que Ucrania no pueda ser actualmente de la UE ni de la OTAN, ni tampoco Georgia, por ejemplo. Conflictos “congelados” heredados de la URSS los hay abundantes por Europa con Rusia siempre involucrada militarmente. Putin quiere esas renuncias por escrito, en contravención del referido Acta Final, de facto una Constitución paneuroatlántica pactada incluso con la Rusia comunista en 1975 y confirmada con la Carta para la Seguridad Europea de 1999, en la OSCE, entre otros documentos. Los hay que, convenientemente olvidadizos, le siguen sin pudor la corriente al Presidente ruso.

 

Este empeño de Putin reafirma su inseguridad al frente de un país cuyo PIB no supera al de Italia y cuyas únicas dos fortalezas, además de su enorme superficie, son sus exportaciones de petróleo y gas, así como su poderío militar. Ingredientes de un peligroso y expansivo nacionalismo regional que sustentan su popularidad en Rusia.

 

Putin no quiere la democratización de Bielorrusia, de Ucrania ni de otros territorios como Transnistria, Moldavia y cualquier antiguo vasallo soviético. Algo esencial para poder controlarlos. Las democracias quieren estar en la UE y protegidas por la OTAN, sin perjuicio de que la Unión deba estructurar su defensa, fortaleciendo asimismo la Alianza Atlántica, para poder ampliar su autonomía estratégica.

 

Al sur de los Pirineos, no se siente en el cogote el aliento moscovita, pero los países del Este, desde el Báltico al Mar Negro, lo notan, y si alguno tampoco olvida que los alemanes fueron antes nazis, todos recuerdan que los rusos siempre fueron, respecto de ellos, imperialistas. Con los Zares, con los comunistas y con Putin.

 

Los aliados están dispuestos a reanudar este 12 de enero las reuniones del Consejo OTAN-Rusia, muy congeladas desde que Putin anexionó ilegalmente Crimea, una inolvidable realidad. Sin embargo, Putin quiere ponerse antes de acuerdo con Washington para que los europeos sean meros convidados de piedra. De ahí que las consultas transatlánticas en el seno de la Alianza sean fundamentales, sin perjuicio de que los europeos y la UE puedan asimismo tratar estas cuestiones con Moscú.

 

Mientras, algunos siguen proclamando que la OTAN debe disolverse o convertirse en otra cosa. El vínculo transatlántico es una realidad política, económica y cultural además de seguridad, del mismo modo que la Autonomía Estratégica europea no es un mero concepto militar. El Atlántico norte es el Mare Nostrum de hoy en día, una realidad inescapable.

 

EEUU debe priorizar China y el Pacífico, pero sabe que no puede desvincularse de Europa como también lo saben los europeos. Rusia tiene con el Consejo OTAN-Rusia un instrumento para conllevarse pacíficamente con los occidentales y exponer sus preocupaciones para resolverlas dialogando, sin presiones militares y con respeto al Acta Final. Ayudaría, asimismo, que se convirtiese en una democracia verdadera, dejando de ser un régimen autoritario y dictatorial como muestra el reciente cierre de la ONG rusa “Memorial”.

 

Sería mejor que haber invadido Crimea y amenazar a Ucrania, pretendiendo su enfeudamiento o que no pueda vivir prósperamente. Rusia es un peligro para la paz en Europa y los hechos lo evidencian desde que, entre comunistas nostálgicos y oportunistas, echaron del Kremlin a Gorbachov, un hombre de concordia. Desde ese Golpe de Estado en 1991, que le acabó desposeyendo de la Presidencia de la URSS, produciendo sudores fríos en Occidente, se originó una profunda desconfianza hacia Moscú donde nadie ha sido de fiar porque sólo han querido reconstruir una Rusia imperial con jardín propio en sus fronteras.

 

Siempre es bueno dialogar. A Putin tampoco le conviene meterse con sus tropas en un barrizal militar en Ucrania y le está saliendo un grano en Kazajistán, grande como seis veces España, entre Rusia y China, y a donde ya envió sus tanques. Le preocupan posibles despliegues aliados, pero no puede ignorar sus propias provocaciones y modernización de sistemas bélicos. Además, si bien China puede ser un aliado, tampoco es un vecino de plena confianza y se está rearmando.

 

En cuanto a Europa, ¿Quiere acoger en su seno a una Ucrania fuera de la OTAN y garantizar su integridad con solo su propia defensa? Michel, Von der Leyen y Borrell debieran conocer la respuesta.

 

Carlos Miranda, Embajador de España