viernes, 25 de diciembre de 2020

PEÑÓN PRO EUROPEO

 

PEÑÓN PRO EUROPEO

 

 

 

          Madrid, 25-12-2020

 

                                   (Lectura rápida, 😊)

 

       
                         
 

Hasta ahora estábamos acostumbrados al grito de “¡Gibraltar español!”. Muchos han reclamado con esta exclamación la devolución del Peñón. En tiempos pasados, la dictadura franquista convirtió, incluso, esta reivindicación en una razón de ser existencial.

 

Su gestión de la demanda tuvo aspectos positivos y negativos. Entre estos últimos, intentar aislar a los gibraltareños en la colonia fue un error descomunal. Compactó a la población local e introdujo un trauma de cerco. Con Felipe González se restableció la comunicación y la redemocratización de España limpió la mala imagen de la dictadura.

 

En cambio, la diplomacia española hizo bien su trabajo en tiempos de la dictadura y después. La adquisición británica del Peñón por el Tratado de Utrecht de 1713 fue para siempre, pero se indicó que, en la eventualidad de un abandono británico de su propiedad, España dispondría de la primera opción para recuperar el Peñón. Su inclusión por la ONU en la lista de los territorios por descolonizar favoreció la reclamación española. Nuestra diplomacia argumentó que la descolonización debía de hacerse reintegrando el territorio a España, lo que recogieron las Resoluciones de la Asamblea General.

 

La fortaleza internacional del Reino Unido y su presencia en el Consejo de Seguridad como miembro permanente le ha evitado tener que acatar plenamente estas Resoluciones, amparada, asimismo, por la negativa de la población de la colonia a integrarse en España. A pesar de ello, Londres tuvo que tratar la cuestión de Gibraltar, en sus miles de facetas, con Madrid, entre otras cosas porque el Peñón no está en medio de Atlántico. Forma parte de la península ibérica y está en nuestra vecindad inmediata. La interrelación en todos los ámbitos, del económico al político pasando por el cultural, incluso el militar y estratégico, entre el Peñón y el Campo de Gibraltar, consecuentemente con España, es constante y omnipresente. Asimismo, acuden diariamente a trabajar al Peñón más de 10.000 trabajadores españoles.

 

La reivindicación española tiene, también, unas sutilezas importantes que no siempre se asimilan correctamente en España. Los británicos adquirieron el Peñón por el Tratado, pero no el istmo del que se apropiaron posterior e ilegalmente (y donde construyeron el aeropuerto), erigiendo al norte del mismo una verja delimitadora. Consecuentemente, España no reconoce esa verja como frontera y las voces oficiales gubernamentales solo hablan de la “verja” y no de “frontera”. Un aspecto legal y diplomático importante.

 

Estando España y el RU en la UE, los demás socios se desentendían del diferendo, considerándolo bilateral entre Madrid y Londres. Eso ha cambiado con la salida británica de la UE. Ahora es España la que decide en última instancia la postura de la UE respecto de la colonia británica.

 

Hace cuatro años, cuando el referéndum del Brexit, los gibraltareños votaron masivamente a favor de que el RU permaneciese en la Unión. Saben que sus intereses están ligados a su relación con la UE y, consecuentemente, con España. Gibraltar no será español mañana, pero cuanto más europeo sea, más cerca estará de España y nosotros de Gibraltar. Sus intereses deben ser defendidos por Madrid, su único vínculo, ahora, con la UE.

 

No es hostigando a los gibraltareños cómo se podrá recuperar algún día el Peñón, es amándoles. Hay que combinar ese amor con sus intereses y los españoles. Esta es la vía que se puede estar abriendo. Si Shengen se amplía a Gibraltar, con peculiaridades que negocian esencialmente Madrid y Londres, incorporando la delegación británica a los gibraltareños, el Peñón mantendrá la libre circulación de personas con Europa. Viniendo de toda la UE se podrá entrar libremente en la colonia británica mientras que desde el RU habrá que enseñar un pasaporte a los miembros de la agencia europea de fronteras, FRONTEX. Las mercancías, en cambio, no gozarán de esa libertad. Para otra etapa.

 

No hace falta plantar banderas españolas en lo alto del Peñón ni envenenar sus monos. Hay que abrirles los brazos a los gibraltareños porque quieren ser europeos. Es Europa la que nos recuperará Gibraltar y al igual que con la frontera difuminada de las dos Irlandas que hacen de ellas una sola en la práctica, el Peñón se encontrará de hecho, quizás un día de derecho, en el ámbito europeo que es el español. Entonces, los llanitos pondrán de nuevo la bandera europea, que es la nuestra, en el Peñón.

 

Según informaba un diario español a principios de esta semana, se han hecho concesiones por todas las partes implicadas en la oportuna negociación, aparcando, sin renunciar a ella, la reivindicación de la soberanía, buscando un acuerdo pragmático que beneficie a todos, propiciando, un “espacio de prosperidad compartida” entre el Peñón y el Campo de Gibraltar.

 

Así es como Gibraltar podría dejar de ser británica algún día, aunque conservando sus instituciones, su idioma y su cultura que, sin perjuicio de su impronta anglosajona, es bastante hispano-gibraltareña, por no decir llanito-andaluza. Lo que se está cociendo, si sale, está en la buena dirección y sería un acuerdo histórico según el propio Fabián Picardo, Ministro Principal de Gibraltar.

 

 

Carlos Miranda, Embajador de España

 

 

 

viernes, 18 de diciembre de 2020

PISANDO HUEVOS

 

PISANDO HUEVOS

 

 

 

         Madrid, 18-12-2020

 

           (Lectura rápida 😃)

 

         

Se dice que “anda pisando huevos” de alguien que va con una lentitud desesperante. Pero, quien se lo reprocha, puede estar mostrando impaciencia, algo peor. Es desaconsejable dar un paso sin haber consolidado previamente el anterior. Difícil labor, pues, la que le espera a Joe Biden tras el tornado destructor de Donald Trump y sus lamentables estertores finales. Sin embargo, el Presidente electo da muestras de paciencia, moviéndose pausada, aunque implacablemente. “Qui va piano, va lontano”.

 

Los partidos estadounidenses son esencialmente unas maquinarias electorales que cobran vida plena de cara a comicios venideros, cuando se eligen, ciñéndonos al Capitolio washingtoniano, cada dos años, a todos los miembros de la Cámara de los Representantes (435 para unos 330 millones de americanos) o renovando por tercios, también cada dos años, a los Senadores, elegidos por seis años, dos por cada Estado. En esta situación, el Presidente de turno se convierte en el faro de su partido. La oposición queda controlada en el Capitolio por sus líderes parlamentarios. Aunque Biden no tomará posesión hasta el 20 de enero, su jefatura del partido Demócrata ya es un hecho afianzado y con más motivo habiendo sido declarado vencedor por el Colegio Electoral este pasado 14 de diciembre.

 

Una vez que Trump salga de la Casa Blanca, su influencia, tanto nacional como en su partido, disminuirá notablemente y el jefe del Partido Republicano en el Senado, Mitch McConnell, cobrará más relevancia. Significativamente, acaba de admitir la victoria de Biden, provocando la ira de Trump. Si el Senado quedase en manos republicanas, Biden tendría que negociar con McConnell para muchas cosas, tanto nombramientos como programas, o conseguir “disidentes” republicanos según las materias por votar porque los Senadores, como los Congresistas, saben que se deben primero a sus propios electores.

 

En tal caso, al ala izquierda de los demócratas no le quedaría otro remedio que hacer de tripas corazón porque Biden, un moderado, como Kamala Harris, no podrá avanzar una agenda excesivamente progresista cuando precise de los votos republicanos. Esa izquierda tuvo que retenerse en la campaña electoral y a pesar de ello la victoria de Biden fue ajustada.

 

En las elecciones de noviembre, el Partido Demócrata conquistó la Presidencia y conservó su mayoría en la Cámara de Representantes, aunque perdiendo escaños. Sin embargo, en al Senado los republicanos resistieron. Actualmente, tienen 50 Senadores y los demócratas 48. Los dos escaños restantes corresponden a Georgia y para ambos es necesaria una segunda vuelta que tendrá lugar el 5 de enero. Si los demócratas conquistasen estos dos escaños, empatarían con los republicanos y, entonces, se haría de valer el voto de calidad de la Presidencia del Senado que corresponde a la Vicepresidencia de los EEUU, es decir, a Harris. En Georgia, Biden ganó por un escaso margen y los sondeos para estos dos escaños senatoriales parecen favorecer, por ahora, ajustadamente, a los candidatos de su partido.

 

Un control Demócrata del Senado le facilitaría la vida al nuevo Presidente, aunque siempre con mesura porque puede haber, asimismo, “disidentes” entre los Senadores demócratas. A los Sanders, Warren y Ocasio-Cortez, les toca mostrar moderación y paciencia.

 

Mientras tanto, Trump, aún Presidente, enmaraña todo lo que puede antes de irse. El reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental lo corrobora. En realidad, lo que le importa es la contrapartida del reconocimiento diplomático de Israel por parte de Rabat. Su yerno, Jared Kushner, ha trabajado en esto, y otros temas, eficazmente en favor de Israel.

 

Los recursos trumpianos ante la Justicia fracasaron incluso en el Tribunal Supremo, con mayoría de Jueces seleccionados por Presidentes republicanos. Estas iniciativas son una manera de conservar el liderazgo de su partido que disminuirá una vez fuera de la Casa Blanca. Luego, como toca de oído, decidirá que hacer, si volver a presentarse en 2024; montar una cadena de televisión más a la derecha aun que FOX a la que no perdona que diera por vencedor a Biden en la noche electoral; o jugar al golf en su club “exclusive” de Mar a Lago, en Florida. ¿Melania? Veremos.

 

 

Carlos Miranda, Embajador de España

 

 

 

viernes, 11 de diciembre de 2020

AMBICIOSILLOS

AMBICIOSILLOS

 

 

       Madrid, 11-12-2020 

                                        Lectura rápida 😊

                     

           

No es lo mismo que un monaguillo se lleve el cepillo para comprarse caramelos, que está mal, ni que un obispo sea pederasta, un delito, ni que un Papa tenga una querida, algo escandaloso. La ejemplaridad, siempre necesaria, es más exigible en ciertos ámbitos y niveles. Los remedios tampoco son los mismos, ni los daños producidos a partidarios propios y a la sociedad en general. Sobre todo, cuando se eluden responsabilidades, se reincide y no hay arrepentimiento.

 

Pasaron los tiempos de humillarse con ceniza en la plaza mayor o de recorrer de rodillas un trayecto determinado, pero siendo los humanos una especie a la que le cuesta cumplir con los Diez Mandamientos, sean de Dios, de Moisés atribuyéndolos a un dios, o del sentido común que dictan todos los dioses, el hecho es que a unos se les debe exigir más que a otros.

 

 Especialmente en el ámbito político porque es la cantera de aquellos que deben pactar las normas que nos permitan convivir sin perjuicio de intereses diversos e, incluso, confrontados. No solo los políticos de ahora, gobiernen o no gobiernen, sino todos, pasados, presentes y futuros.

 

La consideración de los abusos, su persecución y condena, permiten a las sociedades mejorar. Las del siglo XXI son muy imperfectas e injustas, pero comparadas con las de otras épocas de la Humanidad, vivimos tiempos mejores, si bien a mayor perfectibilidad, más frágiles son sus techos de cristal. Por eso es más exigible la responsabilidad en una democracia que en una dictadura. No es que puedan irse de rositas el dictador y sus compinches, pero peor es que mantengan su imperturbabilidad los responsables políticos en una democracia.

 

Pedro Sánchez entró bien tras su moción de censura forzando la dimisión justificada de dos ministros suyos. Uno pareció no comprender que la mujer del César debe ser virgen además de aparentarlo. En el otro caso, se le “recompensó” con un puesto profesional propio de una especialización de funcionarios que no es la de la interesada. Claro que un nombramiento de Embajador es una decisión discrecional del Gobierno, pero en tal caso la ejemplaridad gubernamental es la de no usar las Embajadas para “colocar” a amiguetes/as. ¿A quién se le ocurriría confiar una base militar a un paisano o hacer JEMAD a quien no haya pasado por una academia militar?

 

Este gobierno peca tanto como los que le han precedido. O más, en términos numéricos. Peor, incluso, por ser el actualmente responsable y porque el “y tú también” es un argumento ramploncillo. ¡Y que decir cuando a unos profesionales se les menosprecia cuando ya están jubilados! La ministra González Laya mostraría debilidad, desconocimiento, y desagradecimiento institucional si ignorase el ascenso por Real Decreto del Consejo de Ministros a la categoría de Embajadores en su escalafón a unos profesionales de la diplomacia porque algo le desagrada, como si estuviésemos en el “Ancien Regime”. O en tiempos de Franco. Si incumplen alguna normativa, está la Ley, pero reglamentar con desconfianza y amenazas es indigno y deshonroso. Un abandono de aquellos a quien debiera de defender tras muchos años de buen servicio al Estado, sirviendo a todos los españoles. Claro que, si son políticos los elevados a la categoría de Embajador, luego no se les toca.

 

¿Compadreo entre políticos? Puede pensarse, porque después de la dimisión mencionada de los dos ministros, otras hubieran sido de rigor, pero estimaron que ya estaba entregada suficiente carnaza. Desde entonces, con este gobierno Sánchez-Iglesias o Iglesias-Sánchez (que tanto no monta), “aquí no dimite ni Dios”, como se dice popularmente. En cambio, se puede radicalizar a la sociedad, un pecado capital de Ira, y seguir cabalgando porque solo los perros ladran.

 

Igual Zeus manda un día un rayo porque la sociedad aspira a grandes entendimientos como bien mostraba este jueves pasado en El País una columna de Cristina Monge. Sin embargo, siguen nuestros políticos más responsables, creíamos, dando mandobles solo a diestro o siniestro, y si no gusta, pues eso: dos tazas o lentejas.

 

 

 Carlos Miranda, Embajador de España

 

 

 

 


viernes, 4 de diciembre de 2020

PATENTE DE GUAPO

 

PATENTE DE GUAPO

  

 

               Madrid 04-11-2020

                   

                                          (Lectura rápida 😊)

                   

             

Más conocida es la “patente de corso”. Para la Real Academia española de la Lengua se trataría del “Despacho con que el Gobierno de un Estado autorizaba a particulares para hacer el corso contra los enemigos de la nación”. La RAE también ofrece, antes, otra acepción: “Derecho que alguien se atribuye para hacer o decir lo que le viene en gana”. Claro que puede salir caro. Asimismo, se pueden perder amistades o clientes y hacerse enemigos. En política, perder votos y apoyos, tanto en el ámbito nacional como internacional.

 

 Una de las promesas electorales de Joe Biden es la de convocar una “Cumbre para la Democracia”. Pretende estimular compromisos para la lucha contra la corrupción, los autoritarismos y a favor de los derechos humanos. En Washington hay periodistas que especulan acerca de qué países serán convocados y que solicitan su opinión a Embajadas de los que no les parecen democráticos. Recibir una invitación para asistir a esta Conferencia equivaldrá, piensan, a recibir una “patente democrática”, y, según la prensa estadounidense, hay países inquietos. Citan algunos como Turquía, Filipinas o Arabia Saudí. Algunos periodistas washingtonianos estiman que ni Rusia ni China serán invitados, el primero por subvertir la elección presidencial de 2016, el segundo por ser un país comunista, aunque capitalista. Los países autoritarios, añaden, no serían incluidos. Pero ¿Dónde está la línea roja, si es que hay una sola, para establecer este “frente democrático”? Con más motivo si los objetivos fuesen los tres más arriba indicados. Los eventualmente descartados dirán que “a mucha honra” porque ellos son “verdaderas democracias”. ¿Qué otra cosa podrán decir?

 

 

Las naciones democráticas tienen claro aquellas otras que lo son, aunque la frontera no es siempre tan nítida como sería deseable. Sin embargo, en el mundo de las relaciones internacionales se suele estar abocado a sonreír a todo el mundo y a pedir favores a todos, guapos y feos. Eso provoca disputas entre puristas y pragmáticos. Asimismo, resentimiento en quienes no son invitados.

 

 Con Biden, los EEUU retomarán el multilateralismo abandonado por Trump. No implica ello renunciar a los principios ni impide tener buenas relaciones con todos, aunque siempre hay excepciones. Sin embargo, discriminar formalmente es algo siempre delicado en términos diplomáticos. Es de suponer que Antony Blinken, Secretario de Estado “in pectore”, un avezado diplomático, políglota y cosmopolita, tendrá resuelta esta cuadratura del círculo.

 

 El objetivo de la Conferencia será el de fomentar la democracia en el mundo. En ciertas organizaciones internacionales es un requisito expreso o tácito para la pertenencia. No impide ello interacciones con otros no democráticos o no tan democráticos. La Unión Europea actúa junto a países que no lo son. La Alianza Atlántica realiza operaciones con países semejantes, en algunos casos con mandato de Naciones Unidas.

 

 EEUU debe cuidar, asimismo, sus relaciones bilaterales. Tiene aliados necesarios y que amamanta. ¿Quedará alguno fuera de la convocatoria? La propia UE tiene en su seno dudas acerca del funcionamiento democrático de algunos de sus miembros. ¿Algún país de la UE no recibirá la invitación? No convidar a Filipinas o Turquía podrá satisfacer a quienes tienen reglas de medir estrictas, pero acercará esos países a otros actores internacionales menos rigurosos. ¿Sería eso acertado?

 

 Biden, Harris y Blinken sabrán torear este morlaco, esperan aquellos que no son antiamericanos y que valoran positivamente la relación transatlántica que hace del Atlántico Norte el “Mare Nostrum” de hoy en día porque en ambas orillas prevalece una cultura semejante que incluye el enaltecimiento de nuestras democracias liberales. Esta Cumbre debiera contribuir a extenderlas. Sin embargo, no todo el mundo aplaudirá.

 

 

 

Carlos Miranda, Embajador de España