lunes, 6 de marzo de 2023

ESPAÑAGUA

ESPAÑAGUA

 

     Madrid, 06-03-2023

                   (Lectura: 3,20 minutos 😊)

 

   

Se está provocando una fisura peligrosa en nuestro tejido social. Mientras Santiago Carrillo aceptó la Monarquía y la bandera tradicional y Felipe González buscó el entendimiento con la derecha, actualmente prevalece en la izquierda un discurso divisivo.

Sin olvidar que el PSOE y el PP buscan profundizar el foso entre la derecha y la izquierda, oímos con más frecuencia una fraseología exigiendo que “paguen los ricos”. Una afirmación que se ha tornado incluso gubernamental con la coalición de Sánchez con Iglesias, Belarra y Díaz. Son ministros los acusadores. 

La Agencia Tributaria vigila a los contribuyentes para cerciorarse de que pagan lo que les corresponde como está estipulado y actúa contra aquellos que trampean o han calculado erróneamente sus impuestos. La Agencia hace pública una lista de morosos que no pagan. Los demás pagan lo que la ley señala como en todo Estado de Derecho que deben respetar, asimismo, los gobernantes.

Erigiéndose en acusadores públicos, se dijo desde un partido gubernamental de un empresario importante que dona a la Seguridad Social material para sus hospitales que haría mejor en pagar sus impuestos. Ese empresario no está en esa lista de morosos ni tenemos conocimiento de que incumpla con sus impuestos. A pesar de ello, políticos gubernamentales no tienen rubor alguno en señalar genéricamente a los ricos como enemigos del pueblo como si protagonizaran una revolución bolchevique, chavista-bolivariana-madurista, en Cuba o en Nicaragua. 

Parecía ello patente de extrema izquierda. Sin embargo, desde el actual gobierno, no duda la parte socialista en recoger esta demagogia con la agravante, como si fuesen Savonarolas, de señalar por su nombre a hipotéticos pecadores, acusados desde la atalaya gubernamental o la jupiteriana monclovita, descargando rayos personalizados propiciando que un furor popular se ensañe con ellos.

Es de aprendiz brujo. Afirmar desde Helsinki, en una visita oficial, que a un empresario determinado le importa más el patrimonio que el patriotismo es vergonzoso e indigno. ¿Puede Sánchez demostrar que su patriotismo es superior al de su encausado? ¿Es superior su patriotismo al de los demás españoles? Muchos pueden dudarlo. Igual se cree por encima de los demás, algo que no sería patriótico.

Es doloroso que una gran empresa española e internacional traslade su sede a otro país de la Unión Europea, pero es legal y cuando son las de otros países las que se instalan en España, Sánchez y su gobierno se callan al considerarlo legal. ¡Claro que sí, tanto entrar como salir! En lugar de hablar con esa empresa o de modificar la legislación para que se sienta más a gusto y vengan otras más del extranjero, a Nadia Calviño solo le faltó nacionalizar Ferrovial.

Todo vale. Una empresa que dicen amamantada con nuestros impuestos, ingrata, enriquecida por los españoles, presidida por quien no quiere pagar impuestos en España, en un juicio mediático en el que los contrargumentos de la empresa no valen. Sólo falta amenazar a sus propietarios y directivos con una pérdida a la nicaragüense de la nacionalidad española.

¿Cuándo se afirma que Ferrovial creció gracias al Estado se insinúa que desde los gobiernos de unos y otros se le han adjudicado concursos públicos de obras con favoritismo? No sería, en tal caso, censurable sólo la compañía privada. Del Pino puede haberse equivocado, calculado mal o ser un antipático, pero está en su derecho de instalarse en cualquier lugar de la UE, esa que alabamos y deseamos integrar más, y no procede criminalizarle mediante un ataque gubernamental “ad hominem”.

¿Es patriótico en un año electoral señalar a un ciudadano como antipatriota? Antiespañol, diría Franco. ¿Quién puede tirar la primera piedra? ¿Los miembros de este Gobierno? Parece, más bien, que quieren matar gallinas que ponen huevos de oro. ¿Si no estuviésemos en la Unión Europea, se atreverían Sánchez a conducirnos por una senda venezolana?

Pocos lo creen, por ahora, pero mayor credibilidad infunden políticos serios que priorizan el bien de sus países como Scholz o Macron. En esta cuestión este Gobierno ofrece un espectáculo tercermundista con un populismo sectario y peligroso, en ningún caso integrador de nuestra sociedad, fomentando el unos contra otros, una senda llena de minas.

 

Carlos Miranda, Embajador de España