lunes, 11 de julio de 2022

MONAGUILLOS PUTINÓFILOS

MONAGUILLOS PUTINÓFILOS

 

 

Madrid 11-07-2022

                 (Lectura rápida 😁)


       

En su cruel e injustificada guerra contra Ucrania, Putin tiene el apoyo de la Iglesia Ortodoxa rusa y la indiferencia de la Iglesia Católica romana. En Bizancio y en Roma la relación entre el poder terrenal y la Iglesia se conformó diferentemente. En Bizancio, el Imperio romano que sobrevivió mil años al de Occidente, el Patriarca dependía del Basileus.

 

La emergencia legal del cristianismo (Constantino) fue en 313, pero en 476 cayó el Imperio gobernado desde el Tíber. El Obispo de Roma acabó tomando responsabilidades terrenales hasta el punto de que la Santa Sede amasó extensos territorios en Italia que gobernó hasta la unidad italiana si bien sigue siendo un Estado, aunque diminuto.


En el siglo VIII el Papa recurrió frente a los Lombardos a la dinastía carolingia a la que había avalado su golpe contra la merovingia. Después, estableció su independencia frente al Sacro Imperio Romano Germánico con la “Querella de las Investiduras” que concluyó distinguiendo entre las decisiones que corresponden a la Iglesia y las propias del mundo feudal, políticas.


Frente a la subordinación del Patriarca Oriental al Emperador y, luego, al Zar ruso, heredero espiritual, con el Patriarca de Moscú, de la Constantinopla conquistada por los turcos a mediados del siglo XV (Zar viene de César), el Papado romano ha podido presumir de independencia frente a las autoridades civiles.


Este apresurado repaso puede, quizás, permitir comprender mejor porque el actual Patriarca de Moscú, Cirilo I, apoya el neozarismo de Putin. En cambio, es incomprensible el apoyo por defecto, aunque disimulado, de Francisco al Kremlin al haber afirmado que la OTAN ladra a las puertas de Rusia.

 

A mediados del siglo XI, Roma y la Iglesia Ortodoxa se divorciaron al hilo del “Filioque” por el que formalmente difieren ambas Iglesias en la interpretación de la Trinidad. Había más, pero esa fue la gota de agua. Para Roma, desposeída luego de los protestantes, el diálogo ecuménico es importante. Al igual que España no renuncia a recuperar Gibraltar, el Vaticano quisiera recobrar la unidad de la cristiandad, aunque se antoja más fácil lo primero.


El Papa desea mantener la comunicación con Cirilo sin perjuicio de haberse disputado con él cuando el jesuita le dijo hace unas semanas (telefónicamente) que no debía ser monaguillo del poder. No obstante, a pesar de homenajear el heroísmo ucraniano, no apoya a la agredida Ucrania al dar credibilidad al falso ladrido aliado y no parece registrar que el Patriarca de Kyiv se separó del de Moscú.


La OTAN es una alianza defensiva que, ahora, atrae a Finlandia y Suecia, espeluznados por la agresividad rusa. El imperialismo zarista fue heredado por la URSS comunista y, ahora, por el fascismo de Putin y Cirilo que, con su Iglesia Ortodoxa, provee el soporte ideológico, antes ofrecido por el evaporado comunismo, favorable a varias Rusias controladas desde Moscú. ¿No sabe todo eso el Papa? Una Rusia que ha violado sus compromisos internacionales al agredir a su hermana Ucrania. Caín matando a Abel. Algunos atribuyen la actitud de Francisco a un pensamiento peronista y antiamericano.


El Papa dice ser un ignorante en política internacional a pesar de disponer de un servicio diplomático experimentado. Este exceso de humildad posiblemente le permite disimular su desagrado respecto de los occidentales, mostrando una neutralidad que favorece a un agresor que no pierde ocasión de recordar su armamento nuclear, el más numeroso del planeta. Mejor que nadie bendiga a Putin, ni en Moscú ni en Roma …


Está anunciada la posibilidad de una visita de Francisco a Kyiv este mes de agosto. Una ocasión para abandonar su injusta ambigüedad que favorece al Kremlin, a Caín, a Satanás. No obstante, nada garantiza que, con otra visita a Moscú, no restablezca el Papa su ambigüedad condenable salvo que lograse que Putin retire sus tropas de Ucrania. Cómo dice el historiador Timothy Snyder en El País de este domingo, criticando al filósofo Habermas, no tomar partido por Ucrania es ser parte.

 

Carlos Miranda, Embajador de España