VENTAJAS
DEL DESORDEN
Madrid 27-11-2020
(Lectura rápida 😊)
Hace unas
semanas, Ariane Dayer, directora del semanario dominical suizo “Le Matin
Dimanche”, subrayaba en un diario español que la complejidad del sistema
federal y multilingüe suizo frena cualquier decisión homogénea para todos sus
ciudadanos. Por ello, líderes populistas que se inspiran en Trump o son de su
estilo, como Cristoph Blocher, líder del SVP (Partido Popular Suizo), conservador
y antieuropeo, no tienen, según Dayer, la
capacidad de imponer plenamente sus convicciones en la Confederación Helvética.
Una ventaja de esta complejidad que pone coto a las políticas populistas.
Si bien el
origen histórico del federalismo suizo y del sistema autonómico español
difieren, a los efectos de estas líneas se
aceptará la similitud de dos sistemas constitucionales que reconocen las
profundas diferencias territoriales, culturales y lingüistas en el seno del
conjunto nacional. La Confederación Helvética surgió hace más de 800
años y nuestras Autonomías se originan en la Constitución de 1978 (sin
perjuicio de los Estatutos que surgieron brevemente durante la Segunda República).
Se puede constatar, evidentemente, una mayor consolidación del primero. El
segundo está aún en fase de desarrollo inicial, como estamos comprobando con
ocasión de la pandemia de la COVID-19. No
obstante, ello no afecta al fondo de la tesis según la cual la complejidad del
sistema constituiría una barrera infranqueable para una victoria
substancial del populismo como ha ocurrido en otros países y épocas.
Si en Suiza el
sistema constitucional permite evitar una victoria determinante del populismo
de Blocher, ¿Impediría, asimismo, el español el afianzamiento de un populismo
de derechas como el de VOX, aunque obtuvieran, como el SVP en Suiza, un número importante
de votos? Si la respuesta fuese afirmativa,
seria tranquilizadora frente al
populismo de derechas.
Si el
sistema constitucional fuese un escudo frente a un populismo de derechas, ¿Lo sería, asimismo, frente a un populismo de izquierdas? Se podría argumentar que la Francia actual, tan
centralista para suizos y españoles, a pesar de recientes descentralizaciones,
es fruto de una uniformidad impuesta por un “populismo de izquierdas” cuando su
Revolución de 1789 que “uniformó” el país con sangre y fuego.
Desde esta perspectiva, la
Francia actual podría ser, eventualmente, pasto de un populismo de derechas o de
izquierdas (Le Pen/Mélenchon) a causa de esa uniformidad lograda merced a su
Revolución. Francia era entonces un país bastante
diverso, con leyes, costumbres e, incluso, lenguas dispares. En
Francia prevaleció desde entonces la uniformidad frente a la diversidad merced
a un sentido del Estado unitario que la monarquía ya transmitía (no sin
grandes dificultades) y la brutalidad revolucionaria.
¿Podría darse hoy en día,
o en un futuro próximo, esa brutalidad unificadora en sociedades como la suiza
o la española? Improbable. Las
sociedades centralistas serían, pues, más vulnerables al dominio del populismo,
de derechas o de izquierdas. Más que aquellas
constitucionalmente disgregadas y desordenadas en sus actuaciones en el espacio
nacional, como la suiza y la española. Otro Estado desordenado son
los EEUU, argumentará alguno, y allí, el populismo trumpista casi vuelve a imponerse.
Pero, no lo hizo y, además, a pesar de sus raíces federales y de sus propias
diversidades, es quizás un país más homogéneo que Suiza o España.
El que la
complejidad y el desorden sean protectores frente a los populismos es una buena
noticia, salvo que Dayer señala que ello reposa,
asimismo, sobre la prosperidad de las clases medias. De ahí que no
pueda uno acostarse tan tranquilamente, porque la pandemia y sus consecuencias
amenazan esa prosperidad y, consecuentemente, la estabilidad política. Recordemos
el “It´s the economy, stupid” de la campaña electoral de Bill Clinton de 1992. Hasta
el Partido Comunista chino lo sabe desde Deng Xiaoping y bien que lo tiene en
cuenta para seguir manteniendo su monopolio político.
¿Quisiéramos
en España un partido comunista chino “español”, señor de todas las Españas y,
naturalmente, salvajemente capitalista, quizás liderado por Iglesias o, mejor,
un clon de Xi Jinping? No parece, como tampoco
un partido de extrema derecha hegemónico a cuyo frente estuviese Abascal o
alguien hermanado con el húngaro Orban, el polaco Kaczynski o la francesa Le
Pen … , ni
como otros líderes autoritarios del pasado que dejaron incluso rastros sangrientos.
Carlos
Miranda, Embajador de España