viernes, 4 de diciembre de 2020

PATENTE DE GUAPO

 

PATENTE DE GUAPO

  

 

               Madrid 04-11-2020

                   

                                          (Lectura rápida 😊)

                   

             

Más conocida es la “patente de corso”. Para la Real Academia española de la Lengua se trataría del “Despacho con que el Gobierno de un Estado autorizaba a particulares para hacer el corso contra los enemigos de la nación”. La RAE también ofrece, antes, otra acepción: “Derecho que alguien se atribuye para hacer o decir lo que le viene en gana”. Claro que puede salir caro. Asimismo, se pueden perder amistades o clientes y hacerse enemigos. En política, perder votos y apoyos, tanto en el ámbito nacional como internacional.

 

 Una de las promesas electorales de Joe Biden es la de convocar una “Cumbre para la Democracia”. Pretende estimular compromisos para la lucha contra la corrupción, los autoritarismos y a favor de los derechos humanos. En Washington hay periodistas que especulan acerca de qué países serán convocados y que solicitan su opinión a Embajadas de los que no les parecen democráticos. Recibir una invitación para asistir a esta Conferencia equivaldrá, piensan, a recibir una “patente democrática”, y, según la prensa estadounidense, hay países inquietos. Citan algunos como Turquía, Filipinas o Arabia Saudí. Algunos periodistas washingtonianos estiman que ni Rusia ni China serán invitados, el primero por subvertir la elección presidencial de 2016, el segundo por ser un país comunista, aunque capitalista. Los países autoritarios, añaden, no serían incluidos. Pero ¿Dónde está la línea roja, si es que hay una sola, para establecer este “frente democrático”? Con más motivo si los objetivos fuesen los tres más arriba indicados. Los eventualmente descartados dirán que “a mucha honra” porque ellos son “verdaderas democracias”. ¿Qué otra cosa podrán decir?

 

 

Las naciones democráticas tienen claro aquellas otras que lo son, aunque la frontera no es siempre tan nítida como sería deseable. Sin embargo, en el mundo de las relaciones internacionales se suele estar abocado a sonreír a todo el mundo y a pedir favores a todos, guapos y feos. Eso provoca disputas entre puristas y pragmáticos. Asimismo, resentimiento en quienes no son invitados.

 

 Con Biden, los EEUU retomarán el multilateralismo abandonado por Trump. No implica ello renunciar a los principios ni impide tener buenas relaciones con todos, aunque siempre hay excepciones. Sin embargo, discriminar formalmente es algo siempre delicado en términos diplomáticos. Es de suponer que Antony Blinken, Secretario de Estado “in pectore”, un avezado diplomático, políglota y cosmopolita, tendrá resuelta esta cuadratura del círculo.

 

 El objetivo de la Conferencia será el de fomentar la democracia en el mundo. En ciertas organizaciones internacionales es un requisito expreso o tácito para la pertenencia. No impide ello interacciones con otros no democráticos o no tan democráticos. La Unión Europea actúa junto a países que no lo son. La Alianza Atlántica realiza operaciones con países semejantes, en algunos casos con mandato de Naciones Unidas.

 

 EEUU debe cuidar, asimismo, sus relaciones bilaterales. Tiene aliados necesarios y que amamanta. ¿Quedará alguno fuera de la convocatoria? La propia UE tiene en su seno dudas acerca del funcionamiento democrático de algunos de sus miembros. ¿Algún país de la UE no recibirá la invitación? No convidar a Filipinas o Turquía podrá satisfacer a quienes tienen reglas de medir estrictas, pero acercará esos países a otros actores internacionales menos rigurosos. ¿Sería eso acertado?

 

 Biden, Harris y Blinken sabrán torear este morlaco, esperan aquellos que no son antiamericanos y que valoran positivamente la relación transatlántica que hace del Atlántico Norte el “Mare Nostrum” de hoy en día porque en ambas orillas prevalece una cultura semejante que incluye el enaltecimiento de nuestras democracias liberales. Esta Cumbre debiera contribuir a extenderlas. Sin embargo, no todo el mundo aplaudirá.

 

 

 

Carlos Miranda, Embajador de España