BIDEN INTERNACIONAL
Madrid, 09-11-2020
(Lectura más larga de lo habitual 😊)
¡Joe Biden ganó la elección presidencial!
¡A
pesar de las jugadas tramposas de Trump, aunque quedan sus abogados! ¡A pesar
de los partidarios de Biden que no creían en su victoria! ¡A pesar de sí
mismo!, como dirían (¡ya no!) aquellos que para curarse en salud (“Te lo dije
…”) esperaban con poquísima fe su victoria. A pesar de los que piensan que la
democracia americana aceptaría ser desvirtuada con una resistencia sin futuro a entregar
las llaves de la Casa Blanca. Ciertamente, no había que vender la piel del oso
antes de cazarlo y el resultado fue más justo de lo previsto, pero buena parte
de los partidarios de Biden, y muchos de los que sólo deseaban la derrota del
magnate, han temblado antes de tiempo. Con un buen motivo, ya que un segundo mandato de Trump hubiese sido un desastre
para los propios EEUU, sus aliados y el mundo.
La
resistencia de Trump en conceder la derrota enaltece la victoria de Biden y
desdibuja lo apretado de su triunfo. Sin embargo, hay que recordar que en 2000
el Demócrata Al Gore tardó unas cinco semanas en admitir la derrota frente a
George W. Bush al estar en el aire la cuestión de si hubo fraude en Florida
donde otro Bush, Jeb, hermano del anterior, era el Gobernador. Sin embargo, ahora lo que importa es que el nuevo
Presidente acierte los próximos cuatro años.
Para
empezar, tendremos dos meses y medio agónicos de impaciencia hasta el 20 de
enero, inicio del mandato presidencial. Durante este tiempo, Trump andará de
“pato cojo” (lame duck), según la terminología local, constreñido a una
inactividad que, posiblemente, siendo él como es, no será digna, quizás incluso
payasera (¿inconstitucional?). Dicen que, imitando a Abascal, quiere montar su
propio partido de extrema derecha, una catástrofe para el partido Republicano.
En su seno, a pesar de haber sido cooptado por Trump, queda, sin embargo,
bastante gente sensata. Hasta, dicen, disgustado con FOX por dar rápidamente vencedor
a su contrincante, Trump montaría su propio “Trump Fake News Network (TFNN)”
…
Mientras,
Biden preparará su Administración, reclutará
cargos, afinará sus intenciones políticas y programáticas, anunciará futuras
medidas. Preparará, asimismo, su discurso de investidura que tendrá
lugar, como siempre, frente al Congreso, en Capitol Hill, desde donde se
contempla el “Mall”, el conjunto monumental y de jardines que desemboca, más de
tres kilómetros al Oeste, en el monumento a Lincoln, el que mantuvo la unidad
del país y liberó a los esclavos; con el obelisco de Washington, uno de los fundadores
de la Unión, en el centro; el memorial de Jefferson, inspirador esencial de la
Declaración de Independencia, al Sur; y la propia Casa Blanca al Norte,
formando, todo ello un dibujo cruciforme erigido siguiendo los planos
inicialmente diseñados por el arquitecto de origen francés, L’Enfant.
Es
fácil imaginar una presidencia diferente. Incluso, opuesta. No obstante, han pasado cuatro años, un tiempo respetable
en política, desde que el tándem Obama-Biden fue sustituido por el de
Trump-Pence, a lo que hay que sumar que no todo lo que hizo este último fue
desacertado. El nuevo equipo formado por Biden y
su Vicepresidenta Harris no será una mera continuidad de la era Obama.
Hay numerosa literatura desgranando sus intenciones. Quizás, lo más fiable sea
un artículo del propio Biden publicado en “Foreign Affairs” poco antes de la
elección.
Algunos botones de muestra dan la medida del
plan de ruta. Con Biden, Washington estará dispuesto de nuevo a
implicarse en el mundo frente al egoísmo trumpiano centrado exclusivamente en
los EEUU. Quiere reforzar la democracia en los EEUU, proteger su futuro
económico, fortalecer sus alianzas y volver a ser un líder mundial. Propondrá una Cumbre global en favor de la democracia al tiempo que priorizará la lucha contra la
corrupción, el autoritarismo y a favor de los derechos humanos.
Desea
favorecer la transparencia en el sistema financiero mundial y acabar con los
paraísos fiscales. La seguridad económica es
parte de su seguridad nacional. Para ello la política comercial debe
fortalecer las clases medias para que todos puedan beneficiarse de los éxitos
del país sin distinción alguna, sea de raza, género, localización, u orientación
sexual entre otros, lo que requerirá enormes inversiones
en infraestructuras y educación. Asimismo, favorecerá el acceso a
una sanidad accesible, la subida del salario mínimo y desea liderar una
economía ecológicamente “limpia” con el objetivo de crear diez millones de
puestos de trabajo.
China será un reto especial. Hay que
enfrentarse, afirma, al pillaje chino de tecnología y patentes americanas. Tampoco
son aceptables los subsidios a sus empresas estatales que desvirtúan la libre
competencia. Consecuentemente, considera
necesario un frente común entre los EEUU y sus aliados contra estos abusos
chinos y su ausencia de respeto a los derechos humanos, al tiempo que hay que intentar cooperar con Beijing en cuestiones como el cambio climático, la no
proliferación de armas nucleares y la sanidad mundial.
Biden
quiere actuar, liderando, con sus aliados y asociados, para enfrentarse a los
retos globales. Desea repatriar a la mayoría de
las tropas estadounidenses redefiniendo a la baja sus misiones
contra el estado Islámico y Al-Qaeda, cesando, asimismo, el apoyo americano a
los saudíes en su conflicto en el Yemen. Hay que centrarse, añade, en el
contraterrorismo, evitando, sin embargo, conflictos que no se pueden ganar y
que diluyen su liderazgo. Es de suponer, pues, que la relación con Riad sufrirá,
así como, quizás, con Netanyahu, tan amigo de Trump, pero, como todo lo
relacionado con Israel, siempre importante en Washington.
Sin perjuicio de lo anterior, afirma que la
diplomacia debe ser el instrumento internacional más importante. La OTAN es
central para la seguridad americana y constituye la defensa de los valores
democráticos. Cada aliado debe aportar lo que le corresponde e incrementar sus
contribuciones, como se ha pactado. Sin embargo, el
compromiso americano con la Alianza Atlántica es sagrado y transciende de consideraciones
económicas.
El
Kremlin, precisa, teme una OTAN poderosa que debe mantener sus medios militares
frente a la agresión rusa y aumentar su
capacidad de enfrentarse a amenazas no tradicionales. Desea apoyar
la sociedad rusa que se opone al autoritarismo de Putin e impedir que Moscú salga
bien librado de sus violaciones de la legalidad internacional.
Si
Teherán vuelve al estricto
cumplimiento del acuerdo nuclear, Washington se reincorporaría al mismo,
intentando, también, mejorarlo, sin, por ello, dejar de contrarrestar otras
actividades desestabilizadoras iraníes. Respecto de Corea
del Norte, perseguirá con sus aliados y otros, como China, el
objetivo común de su desnuclearización. Biden se declara, asimismo y como Rusia,
favorable a una extensión del “New START”,
el acuerdo ruso-americano de limitación de armas nucleares estratégicas que
vence en febrero. Desea aprovechar esta extensión para lograr una nueva generación de acuerdos de desarme.
La razón de ser del armamento nuclear debe ser esencialmente disuasorio al tiempo que hay que reducir la
dependencia del mismo.
Finalmente,
aboga por que los EEUU y sus aliados se unan para desarrollar
redes privadas de comunicación 5G que
lleguen a todas partes, gobernadas por leyes y por la ética.
Es
un programa para sus conciudadanos americanos que tendrá
que ser contrastado con los intereses de los aliados, España entre
ellos (Venezuela; contribución a la OTAN; acuerdo bilateral militar; China; y aranceles
entre otros), en el marco internacional, pero que, frente al aislacionismo
egoísta de Trump, ofrece una base más aceptable
y multilateralista. La cuestión para la Unión Europea será saber si
con “My Way”, la política internacional “autonomista, propia y no seguidista”
de la UE, se pretende solamente una necesaria y legítima autonomía en el marco general
occidental, con el desarrollo incluso de su propia Defensa (¿con o sin
disuasión nuclear propia?), o jugar a ser los
nuevos “No Alineados” en el enfrentamiento entre Washington y Beijing, como lo
fue, por ejemplo, Suecia durante la Guerra Fría. Será determinante
delimitar si el conjunto de nuestros propios intereses está más cerca de EEUU o
de China porque una estricta equidistancia no sería realista. Incluso durante
la Guerra Fría los No Alineados estaban en su fondo más íntimo alineados. ¿O
Suecia habría mantenido una neutralidad suicida si la URSS hubiera atacado e
invadido Europa Occidental? Hasta las bromas
tienen sus líneas rojas.
Carlos Miranda, Embajador de España