EL CABALLERO Y EL
DEMONIO
Madrid 06-11-2020
(Lectura rápida 😊)
En
las películas de Hollywood los demonios suelen perder frente a algún caballero,
Príncipe Azul providencial, que permite al bien prevalecer sobre el mal. Eso
sí, el mal debe ganar al principio. De lo contrario no hay ni emoción ni
espectadores. En Washington, en cambio, se impone
la realidad y el demonio puede ganar no sólo al principio, sino también al final.
Ahora,
estamos inmersos en una espera enervante para confirmar, incluso ante jueces (mejor
que en la calle) que Biden ganó la Presidencia de los EEUU. Lo estamos todos
porque, aunque no votemos los ciudadanos de otros países, nos afecta el resultado
tanto por la dimensión global de los EEUU como, para los países occidentales, al
ser su líder más importante. En el primer caso su manera de conducir los
asuntos internacionales es importante para el resto del mundo y las intenciones
del demonio son claramente contrarias a un multilateralismo constructivo y
respetuoso de los demás, mientras que las del
caballero son las de recuperar un talante dialogante en la escena internacional
sin perjuicio del protagonismo que se deriva de ocupar el proscenio y de tener
como telón de fondo, y a mano, las legiones, como hacían los romanos. Al hilo
de estas consideraciones, pensemos, asimismo, que la forma de determinar quién
gobierna en otras grandes potencias, como puedan serlo China o, en menor
medida, Rusia, no forzosamente de un modo democrático, también nos afecta.
Para
países europeos como España y el conjunto de la Unión Europea, importa la
cuestión del liderazgo occidental porque a pesar de los pesares que cada cual
quiera elaborar, el vínculo transatlántico es
una realidad sociológica y cultural, no solo política, que también, siendo el
sistema democrático liberal y representativo su fundamento esencial.
Si el demonio opta por salvarse solo él, una mala filosofía, como viene
haciendo desde hace cuatro años, la cohesión occidental se resquebraja no sólo
en su base sino también en otras expresiones consecuentes como pueda serlo el
de su seguridad que no solo es la estratégica, sino también la económica,
comercial, sanitaria y medioambiental, entre otras.
Si
los EEUU renuncian a un liderazgo consensuado, las repercusiones disgregadoras
prevalecen. En tal caso Washington y Londres recuerdan con más intensidad su
relación especial y en la UE la búsqueda de una vía propia, la autonomía estratégica o la melodía del “My Way” de Sinatra aplicada a la Unión, se hace,
entonces, más perentoria sin perjuicio de que sin una defensa propia autónoma,
que tardará en obtenerse, sea una ensoñación con importantes riesgos por afrontar.
Con
el caballero las cosas serían de una manera más aceptable, porque, sin
renunciar a su propia vía, la UE transitaría con
más seguridad hacia una personalidad más asertiva en la relación transatlántica
que debiera ser más bilateral entre Washington y Bruselas, sin
perjuicio de que con la Europa aun no federal que tenemos, a las orillas del
Potomac se cuidarían de entenderse preferiblemente con Berlín y Paris que con
Londres.
Alguien
señalaba que, esta vez, en los EEUU, más que una noche electoral estamos
viviendo una semana electoral. Puede, sin
embargo, ser más tiempo, porque si hay recursos judiciales, estos
tardarán en resolverse. Por otra parte, el Colegio Electoral solo se reúne el
14 de diciembre. Toda incertidumbre es mala.
Esperemos, pues, que la cuestión se resuelva antes. Dicho esto, es cada vez más aparente que Biden será el vencedor
cuando finalice definitivamente el recuento de los votos y sería sorprendente
que sucumbiera ante los tribunales.
Sin
perjuicio, pues, de posibles recuentos y recursos judiciales, cosas, ambas,
legales en toda elección, aunque puedan adobarse con azufre, deberíamos tener pronto los resultados en los pocos
Estados que no han terminado de contar los votos. Las confirmaciones
legales tardarán más.
Si
el Senado queda en manos Republicanas, también por los pelos, el rol de Jefe de
la mayoría Republicana en la Cámara Alta, Mitch McConnell, Senador por
Kentucky, se revalorizará pues Biden tendrá que
negociar con él muchos asuntos, si bien ambos se conocen del Senado
desde hace décadas (ambos son septuagenarios) y mantienen una buena relación
personal. Si hubiese empate de escaños senatoriales, entonces el papel de la
Presidencia del Senado, que correspondería a la Vicepresidenta Kamala Harris, sería fundamental para desempatar votaciones.
La Casa Blanca necesita del Senado en muchos temas, pero especialmente en política exterior y nombramientos. Con un
Senado Republicano, los nombramientos y las políticas “liberales”, como allá
las llaman, no tendrán mucho recorrido. Los Demócratas conservan la Cámara
Baja, más controladora de los denarios, aunque sufren pérdidas.
A
pesar de las incertidumbres electorales (y otras víricas y económicas) las
bolsas de Nueva York han subido. Los expertos señalan que éstas prefieren una situación políticamente equilibrada porque
favorece la predictibilidad y aparta posibles reformas radicales.
Carlos Miranda, Embajador de España