NUEVOS REPARTOS
DE PODER
Madrid, 05-06-2020
(Lectura rápida 😊)
Las
crisis permiten calibrar fortalezas y carencias. Facilitan, asimismo, encaminarse
hacia nuevas formas de gobernanza. El COVID-19 lo revolvió todo al tiempo que
ratificó buenos procedimientos e instituciones. Hemos comprobado que la sanidad
española es buena, aunque no, forzosamente, la mejor del mundo. Ha
resistido con sus sanitarios un empujón tremendo.
Quedó
también clara la imprevisión oficial. Rodríguez
Zapatero es el último previsor que hemos tenido. Con él se
almacenaron tratamientos antivirales contra la gripe-A (2009). No hicieron
falta. ¿Dinero malgastado? Lo contrario. Prudencia y precaución, una virtud.
¿Después? El diluvio por parte de todos los responsables de la sanidad, central
(con pocas competencias) y autonómicas (a las que la mayoría fueron
transferidas). Una imprevisión imputable a los dos partidos principales y otros
que administran inmemorialmente la sanidad tanto desde el Gobierno como en las
Autonomías. Cuando llegó la pandemia, faltaban equipos sanitarios que
nadie adquirió ni almacenó a tiempo.
También, ausencia de prudencia, sobre todo
en febrero, ignorando señales, como la cancelación del importante “Mobile World
Congress” de Barcelona, que avisaban que las nubes acumuladas podían descargar.
El Centro Europeo para la Prevención y el
Control de Enfermedades (ECDPC) advirtió sobre la gravedad del virus. A
finales de enero, la OMS estableció por el brote una Emergencia de Salud
Pública de Preocupación Internacional (seis en su existencia).
Responsabilidades esencialmente políticas, no siempre penales o
administrativas.
Hay
resultados políticos positivos y negativos de la pandemia. Gobierno y oposición
fueron (y son) incapaces de actuar conjuntamente en beneficio de los españoles
en casi nada, y menos aún, actualmente, para adoptar medidas de superación
la crisis económica que la pandemia deja. Afortunadamente, en nuestras
democracias europeas, modernas y evolucionadas, la política se expresa en
diferentes escenarios que se influyen entre ellos y están a la vista de todos
los ciudadanos, como un circo con múltiples pistas. Así, la Unión Europea suplirá, en buena medida, la falta de
entendimiento interno con su visión político-económica común
mediante ayudas, préstamos y condiciones insoslayables (mejor, piensan algunos).
La pandemia ha realzado en España la “cogobernanza” con las
Autonomías. Un término extraño y hosco en un país de fuerte raigambre
centralista hasta que llegó la Constitución de 1978. Da igual que las
Autonomías fueran una formula general para resolver, esencialmente, las
cuestiones particulares vasca y catalana, aceptando unos autogobiernos internos,
entonces inimaginables. Lo importante es que otras regiones le han tomado gusto
a su autogestión, y eso es bueno.
La
España de las Autonomías, que debiera federalizarse, cuesta dinero, sin duda, pero
acerca las Instituciones a los administrados. Por ello hemos visto con esta
crisis que España debe cada vez más gobernarse no solo con armonía entre
gobierno y oposición, sino también en armonía entre Gobierno y Autonomías.
La experiencia vivida estos últimos tiempos entre Madrid y los territorios
autonómicos no puede quedarse el algo que ocurrió ocasionalmente por culpa de
una crisis.
Todo ello sin perder de vista, como antes se ha indicado, que estamos inmersos en la “cogobernanza europea”. Sin la UE no seríamos nada. Sin el peso de la UE, a la que debemos ayudar a que sea cada vez más potente, España sería huérfana en el mundo. Debemos contribuir, asimismo, a la protección aliada, una realidad, que no está regañada con una defensa europea, un futuro necesario, y apoyar a NNUU, así como a un multilateralismo que es esencial para la convivencia y la paz en un mundo que seguirá siendo global sin perjuicio de ajustes, multilateralismo que debiéramos exigir en los esfuerzos para eventuales curas y vacunas del coronavirus.
España
ya no se gobierna solo desde Madrid. Debe gobernarse
cada vez más acordando muchas cuestiones con las Autonomías además de con la
oposición. La complejidad de una democracia como la nuestra, como otras
europeas, solo puede resolverse de esta manera, más complicada y lenta, es
verdad, pero eficaz y sólida. No harían mal los españoles y sus políticos en observar
Suiza y el País Vasco. En ambos lugares la “cogobernanza” interna es una
realidad con buenos resultados.
Todo ello sin perder de vista, como antes se ha indicado, que estamos inmersos en la “cogobernanza europea”. Sin la UE no seríamos nada. Sin el peso de la UE, a la que debemos ayudar a que sea cada vez más potente, España sería huérfana en el mundo. Debemos contribuir, asimismo, a la protección aliada, una realidad, que no está regañada con una defensa europea, un futuro necesario, y apoyar a NNUU, así como a un multilateralismo que es esencial para la convivencia y la paz en un mundo que seguirá siendo global sin perjuicio de ajustes, multilateralismo que debiéramos exigir en los esfuerzos para eventuales curas y vacunas del coronavirus.
Carlos Miranda, Embajador de España