UNA POLÍTICA EXTERIOR AL DIA (1/2)
Madrid,
24-11-2024
También me publican en La Hora
Digital
https://www.lahoradigital.com/carlos-miranda/autor/1931
(Primera parte)

La elección de Donald Trump no es lo que deseaban
mayoritariamente en la Unión Europea, aunque Orban, en Hungría, rogaba por el
magnate. En España, había un sentimiento mayoritario favorable a Kamala Harris.
Sin embargo, el nuevo Presidente de los EEUU será a partir de enero y por cuatro
años Trump. Una realidad inescapable.
Es lo que hay.
Europa y España habrán de tenerlo en cuenta. A veces para
defender decididamente sus intereses, otras, sabiendo acomodarse a la nueva
situación. En todo caso, lo que no tendría sentido sería romper los vínculos transatlánticos que siguen siendo esenciales
política, económica y culturalmente, así como en materia de seguridad
estratégica sin perjuicio de que con Trump los desencuentros puedan ser mayores
de lo que habrían sido con Harris. Aunque hemos de llevarnos lo mejor posible
con Rusia y China tampoco estamos en sus órbitas. No somos BRICS ni Sur Global.
Pertenecemos al mundo occidental y Trump acabará pasando. Sobrevivimos a su
primer mandato y algunos analistas le ven más bien como un Reagan del momento.
Veremos.
Más que nunca los europeos deben estar unidos para
defender sus intereses frente a los demás en el mundo. La Unión Europea no es
tan poderosa como quisiéramos, pero desunidos,
disgregados, estaremos en peores condiciones
frente a los demás, sean quienes sean. Europa, que también está girando
ahora hacia la derecha, debe hacer el esfuerzo necesario para integrarse más y
tener siempre abierta la puerta hacia un Estado Federal europeo.
En materia de seguridad estratégica, guía
principal, aunque no exclusiva, de estos comentarios, sin la cual ningún país
puede vivir y desarrollarse en paz ni prosperar, los europeos deben esforzarse
aún más en desarrollar una defensa europea
compatible con la OTAN donde refuerce, asimismo, su pilar europeo y
que conlleve tres ejes.
Por una parte, establecer,
como en la Alianza, la compatibilidad de sus
fuerzas nacionales más que crear fuerzas multinacionales permanentes
cuyos eventuales empleos puedan ser menos flexibles. No debiera de ser difícil
aplicando los conocimientos adquiridos en la Alianza. Ideas unificadoras como
una Escuela europea de Estado Mayor podrían tantearse, así como disponer en
Bruselas de un Estado Mayor europeo, autónomo, aunque bien coordinado con los
principales Cuarteles Generales aliados de Norfolk y Mons.
En segundo lugar,
forjar decididamente una industria militar en el seno de la Unión Europea que
también pueda cooperar con empresas de los demás países aliados sin comprometer
el desarrollo europeo de su industria militar que necesitará
de importantes concentraciones empresariales. No tiene sentido la
atomización en ciertos sectores industriales de armamento, incluidos los
astilleros. El ejemplo por seguir es, en el ámbito civil, el de Airbus sin
perjuicio de que en el militar se requieran también más inversiones en
tecnología porque Europa se está quedando atrás.
El tercer eje
debe ser el de establecer con Francia una
coordinación en materia de disuasión nuclear. Europa no puede
prescindir de ella, y menos con un vecino como Rusia dotado del mayor arsenal
nuclear del mundo y que en el marco de su invasión ilegal de Ucrania no se
recata en pronunciar numerosas amenazas de empleo nuclear. Una disuasión
nuclear propiamente europea puede ser un proyecto para el futuro, pero, por
ahora, el único país de la UE con armamento nuclear, amparado por el Tratado de
No Proliferación nuclear (TNP), es Francia que ya ha señalado que está
dispuesta a defender con su “Force de Frappe” el territorio europeo de otros
países de la Unión.
En estas tres cuestiones el gobierno español deberá tener
en cuenta los intereses españoles en el entendimiento de que estos intereses deben
trascender de una visión provinciana en el marco más amplio de la UE. Los
eventuales sacrificios pueden ser compensados con el de otras naciones y nadie,
tampoco los demás comunitarios, debe perder de vista el bien común de la Unión
y del conjunto de los europeos.
Sin perjuicio de lo anterior, la
OTAN sigue siendo un elemento esencial de la defensa europea, más
amplia que solamente la de la UE. España es atlántica y mediterránea y la
Alianza tampoco descuida la seguridad en el área del Mediterráneo donde tiene
presencia militar de entidad. Recientemente ha creado en el Secretariado aliado
en Bruselas un cargo importante que ocupa un diplomático español para encargarse
de la vecindad en el viejo Mare Nostrum romano ya que la creciente presencia
militar rusa y china en África inquieta a los aliados como inquietó en su día
la presencia naval soviética en ese mar, solo que ahora la Alianza tiene una
visión del Mediterráneo más amplia que entonces en buena medida por los
constantes esfuerzos españoles para ello.
No obstante, la
preocupación esencial aliada y europea está en el Este europeo donde más acciones hostiles de Rusia no son
descartables. Por ello es importante que todos los aliados cumplan con los
compromisos que adquieren y muestren su solidaridad. Ello con más motivo cuando
EEUU ya está priorizando el área del Pacífico y tendrá ahora un Presidente más
exigente con las contribuciones europeas a su propia seguridad.
Por parte española será necesario salir de la bolsa de
los nueve aliados sobre 32 que aún no invierten en materia de defensa al menos
un 2 % de su PIB. España adquirió ese compromiso
ya en 2014. Somos la cuarta economía de la UE y no podemos seguir
mirando para otro lado. La seguridad de los aliados está interconectada.
Aprovechando que España tiene desplegadas fuerzas en países
aliados del Este europeo, Madrid debe involucrarse decididamente en la configuración
política de la seguridad en el Este europeo donde países como Polonia tienen
una relevancia evidente, que no tiene por qué ser exclusiva, en el debate
europeo y transatlántico sobre seguridad. Se
trata de no quedar relegados por falta de suficiente interés y
activa participación en el debate estratégico europeo de un país que, como se
ha dicho antes, presume de ser la cuarta potencia económica de la Unión. “Si
quieres que se ocupen de lo tuyo, trata con ellos de lo suyo”, podría ser un
dicho aplicable. España no debe dejar que sean solo Alemania, Francia, Polonia
e Italia en el seno de la UE, con la adición del RU y de EEUU en la Alianza,
los que protagonicen ese debate. Para ello debe ser proactiva en estas materias
y reforzar a tal efecto sus lazos con los países mencionados como ha ocurrido
con la reciente declaración de apoyo a Ucrania suscrita por Alemania, Francia,
Italia, Reino Unido, Polonia y España al cumplirse mil días de la invasión rusa
de Ucrania.
En este sentido, el diálogo bilateral sobre temas
estratégicos de España con los EEUU no debe
limitarse al de la presencia americana en bases españolas y debiera intensificarse incluso para mejor
información española y estadounidense sobre los distintos escenarios
estratégicos que afectan tanto a España como a los EEUU en nuestro vecindario y
más allá. Tampoco hay que olvidar que en Rota fondean buques norteamericanos
que contribuyen al escudo antimisiles de la OTAN en Europa.
Por otra parte, la relación de España con los EEUU debe
exigir por parte española un mayor esfuerzo
informativo en el Capitolio washingtoniano y con más motivo ahora
que los representantes de origen hispano en el Congreso y en el Senado se van
incrementando, pero no solo con ellos. Invitaciones a visitar España, viajes frecuentes
de políticos españoles a EEUU y a Washington, fomento de la cultura española en
los EEUU y el recuerdo de la contribución española a la independencia de los
EEUU son, entre otros, aspectos importantes por desarrollar con la primera
potencia mundial y occidental.
Trump debiera, asimismo, despejar ciertas incógnitas que
nos afectan. Por lo que se refiere a las relaciones comerciales (y aranceles), cuanto más esté España coordinada en el seno europeo que
lleva estos temas, mejor. Iniciativas fuera del grupo son en
principio desaconsejables. En el marco del Pacífico, Trump deberá señalar si
mantiene o no los compromisos de su país con Japón, Corea del Sur y Taiwán. Importa
a los europeos conocer bien los compromisos en Asia y en el Pacífico, además de
en Europa, de su principal aliado.
OoooooooooO
UNA POLÍTICA EXTERIOR AL DIA (2/2)
(Segunda parte)
Madrid,
25-11-2024
En el marco de la seguridad europea y mediterránea, será
importante ver en qué medida se modificará la política americana en dos
escenarios muy relevantes, el ucraniano y el del
Oriente Medio.
En Ucrania, si Trump cumple su
propósito de ponerse de acuerdo con Putin para acabar pronto con el conflicto, la
elección europea será entre: a) conformarse con una paz negociada entre Trump y
Putin (¿y Zelensky?), b) intentar influir en el resultado o, c) enfrentarse a
Trump. Para esto último debería eventualmente la UE cargar con toda la ayuda a
Ucrania cosa que Europa tampoco quiere hacer, ni tiene capacidad para ello, por
lo que lo más sensato debiera ser la segunda
opción.
Habrá que ver lo que harán países que contribuyen más que
nosotros en ayudar a Kiev como, por ejemplo, Alemania o Francia (y el RU), pero
no hay que olvidar que Crimea fue históricamente más rusa que ucraniana (unos
175 años frente casi 70) y que en el Donbas siempre han sido más rusófilos que prooccidentales,
sin perjuicio de que nada de ello justifica que Rusia agrediera militarmente a
Ucrania. En todo caso, el objetivo inicial ruso era el de controlar toda
Ucrania y eso no lo ha lo ha conseguido, un logro, o victoria de Ucrania que
conservará su independencia incluso cediendo territorios. En este sentido debe reivindicarse el Acta Final de Helsinki que gobierna la seguridad en Europa desde 1975 y
que Moscú ha violado. Rusia no debe volver a invadir otro país en Europa ni
amenazarnos con el empleo de armas nucleares.
Aunque Ucrania perdiese una parte de su territorio, unos
ucranianos en paz e imbricados en el mundo occidental, como desean, serán más prósperos a medio plazo que los rusos, lo
que también será algo preocupante para el Kremlin gobierne quien gobierne. Históricamente
conviene fijarse en el ejemplo finlandés que cuando la segunda guerra mundial
resistió una invasión rusa, aunque perdiese al firmar la paz un 20 % de su
territorio.
También está la cuestión del eventual
ingreso de Ucrania en la UE y/o en la OTAN. Lo primero parece
posible siempre que se den las condiciones políticas y económicas para ello
entre las que debiera de tener su consideración el haber resuelto los problemas
territoriales con todos sus vecinos, no solamente con Rusia. En cuanto al
ingreso en la OTAN no deja de estar relacionado con el ingreso en la UE en el
sentido que la Alianza no deja de ser un elemento esencial de la defensa
europea y, consecuentemente, de la Unión, sin perjuicio de que una Ucrania en
la OTAN incrementaría el riesgo de un conflicto abierto aliado con Rusia si
bien puede reforzar la disuasión respecto a ese conflicto. Si no ingresase en
la OTAN, la Alianza siempre puede proporcionarle un importante apoyo que
contribuya a su disuasión frente a Rusia.
Ligado con lo anterior, está la cuestión de que en Kiev hay quienes argumentan con volver a tener
armamento nuclear, a menos táctico, que, parece ser, podrían llegar
a producir con los conocimientos adquiridos cuando formaban parte de la Unión
Soviética. Conviene recordar que adhiriéndose en 1994 al Memorándum de Budapest
renunciaron los ucranianos al armamento nuclear de la URSS desplegado en
Ucrania a cambio del respeto por parte de Moscú de su integridad territorial
que, sin embargo, el Kremlin ha violado amenazando, además, con empleos
nucleares al tiempo que ha invadido Ucrania.
La presión ucraniana para volver a ser nuclear,
abandonando el TNP, sería para, a cambio, ingresar en la OTAN que sí ofrece en
principio protección nuclear (EEUU, RU y Francia). “O tener armas nucleares, o
ingresar en la OTAN” sería el dilema que introducen. Es un tema delicado en el
que, sin embargo, no debiera favorecerse que
Ucrania vuelva a tener armamento nuclear y que debiera disociarse de su eventual
ingreso en la Alianza. No hay
que favorecer el incremento de países con armamento nuclear.
En el Oriente Medio, Trump puede hasta favorecer
un solo Estado en Palestina y por ello deben los europeos insistir en mantener la solución de los dos Estados sin perjuicio de que mientras
haya terrorismo será difícil abordar otras cuestiones que perjudican a los palestinos. Un alto el fuego
es necesario en esa región, así como la liberación del más del centenar de los
rehenes aún retenidos por Hamás fruto de su ataque terrorista del 7 de octubre
de 2023. Por otra parte, hay que contribuir al mantenimiento de la UNRWA y
abogar por unas negociaciones encaminadas a asegurar una paz duradera en la
región. Habría que fomentar que los países árabes incrementen su influencia
sobre los palestinos en detrimento de Irán (islámico y chía, pero no árabe
donde los sunnís son claramente mayoritarios), y de los movimientos terroristas
que los persas alimentan para lo que debieran los países ricos del Golfo
contribuir, en todo caso, a un desarrollo económico en Palestina. Donde se come
y hay prosperidad hay más interés por vivir en paz. Es evidente también que España debe recomponer su relación con Israel después de estar haciéndolo, afortunadamente con
Argentina. Es imposible tener un papel relevante en el Oriente Medio sin una
relación asentada con Israel.
En el ámbito Mediterráneo, debe seguir España
recomponiendo también su relación con Argelia,
interesada asimismo en vendernos su gas y nosotros en reemprender sin trabas un
comercio conveniente para ambos países. Respecto al Sáhara
Occidental se decantó España con
el gobierno actual por una autonomía en el seno de Marruecos como la mejor
solución sin llegar al reconocimiento de ese territorio como marroquí si bien
ha abandonado la tradicional política de atenerse a lo que establezca Naciones
Unidas.
La idea, que no es nueva, de un Sahara Occidental partido en dos del actual enviado
especial del Secretario General de Naciones Unidas para el Sahara Occidental no
parece muy viable. Fue Trump quien abrió la vía de reconocerlo como marroquí en
su primer mandato, vía seguida por Francia que no duda en enviar a su Embajador
en Marruecos a visitar esas “provincias del sur” acompañado de empresarios, y también
por España, aunque de un modo más ambiguo ya que si es “la mejor solución” no
descarta, pues, otras y, consecuentemente, un necesario consentimiento saharaui.
Por su propia seguridad y la de las Islas Canarias importa a España quién
controle el Sahara y debe determinar si prefiere que lo haga Marruecos, cercano
al mundo occidental, o Argelia, próxima a Rusia, a través del Polisario al que condiciona
plenamente.
Debe España tener un discurso
claramente democrático en Latinoamérica sin
perjuicio de mantener sus relaciones con todos y ejercer, consecuentemente, un
liderazgo democrático como ocurrió claramente tras la Transición. Habrá que
explicar la singularidad histórica de la relación española con dictaduras como
la venezolana, nicaragüense o cubana, sin apoyarlas ni condonarlas, y
con más motivo si Trump confirma su elección de una persona de origen cubano
para dirigir el Departamento de Estado. Los vínculos históricos deben cuidarse,
así como los comerciales, especialmente ahora que Latinoamérica podría llegar a
ser más un patio trasero chino que estadounidense.
Debe rechazarse la exigencia de que España pida perdón
por haber colonizado América. No obstante, tampoco debiera ser difícil reconocer que en nuestra colonización, bastante modélica,
también hubo excesos. Eso mismo ha admitido el Papa respecto de la evangelización
en territorios que fueron conquistados tanto con la espada como con la cruz. Es
una vía seria y unilateral por explorar sin perjuicio de que a algunos les
pueda parecer excesiva y a otros insuficiente.
Respecto de la cooperación
internacional debería España invertir un 0,7 % del PIB, centrándola prioritariamente
en el África occidental, más próxima a las Canarias, al tiempo que esta
cooperación debe enmarcarse claramente en el diseño de nuestra política
exterior que incluye asimismo las operaciones de mantenimiento de la paz y
otras para garantizar nuestra seguridad en los marcos de la ONU, de la Unión
Europea, de la Alianza Atlántica y el regional que más nos afecta y que
requieren una actuación claramente liderada por el Presidente del Gobierno y el
Ministerio de Exteriores con la colaboración esencial de otros ministerios como,
en primer lugar, el de Defensa o el de Interior. La
acción exterior del Estado solo puede ser una por razones orgánicas y de
eficacia.
Debe, naturalmente, mantenerse la reclamación sobre Gibraltar lo que no obvia un trato deferente y
amistoso con la población gibraltareña sin cuyo concurso jamás se recuperará en
términos políticos el Peñón, siendo importante asimismo llegar a un acuerdo con
el RU a través de la UE para mantener un tráfico fluido entre el Peñón y el
Campo de Gibraltar y contribuir al desarrollo y prosperidad tanto de la colonia
como del Campo. En todo caso, debiera ser públicamente más explícita España respecto
de cuál sería en términos generales la situación de Gibraltar, que no puede ser
un territorio independiente dadas las cláusulas del Tratado de Utrecht y la
voluntad española de ejercer su opción de recuperar el Peñón, en la
eventualidad de que el Peñón volviese a la soberanía española.
Lo lógico, que convendría explicar, es que Gibraltar
fuese otra autonomía más con sus actuales
Instituciones y su propio idioma, el inglés, que así sería otra lengua
oficial en España. De todos modos y como regla general, conviene a España, sin
perjuicio de defender sus legítimos intereses, mostrar una actitud amistosa y
abierta con los residentes en el Peñón cuyo desarrollo tiene además un impacto
en su vecindario al otro lado de la verja. La seguridad del Peñón, incluso la
de carácter estratégico, afecta e interesa por igual a España.
Carlos Miranda, Embajador de España
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