viernes, 5 de agosto de 2022

LADRAR SIN MORDER

LADRAR SIN MORDER

 

 

Hendaya, 05-08-2022

              (Lectura rápida 😁)


    

Tienen razón de inquietarse aquellos que han visto con preocupación y reprobación la visita a Taiwán de Nancy Pelosi, Presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense. ¿Para qué molestar al panda gigante precisamente en estos momentos? Los antiamericanos y los prorrusos se lanzaron hambrientos sobre este hueso. También mucha gente prudente impregnada de occidentalismo y aliados de los EEUU. Incluso medios americanos bastante favorables a Biden y a los demócratas. Se entiende y hasta pueden tener razón.

 

Otros subrayan que EEUU es de los países donde mejor se respeta la separación de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Por inoportuno, todos desaconsejaron este viaje en Washington. La diplomacia, los militares, los espías, y en la propia Casa Blanca. Sin embargo, nadie podía prohibirlo y el Presidente tampoco descolgó el teléfono para intentar disuadir personalmente a Pelosi. ¿Concertación tácita, bajo cuerda, disenso?

 

Desde febrero de este año, tras la invasión rusa de Ucrania, estamos inmersos en una segunda Guerra Fría. Hay, pues, que retrotraerse a la primera para intentar entender posturas y actuaciones que puedan parecer sobreactuaciones o, incluso, ser erróneas. Esta conflictividad fría, aunque no exenta de puntos calientes, se juega en un tablero de ajedrez y los movimientos, a veces disparatados, pueden ser, o no, más sesudos de lo que se pueda creer, sin que ello signifique que sean acertados.

 

La política estadounidense de apoyo a Taiwán está impregnada de ambigüedad. Washington no asegura que intervendría en favor de Taiwán si China intenta invadir la isla. Pero, tampoco afirma que no haría nada. Es tal esta ambigüedad que los EEUU acaban viéndose obligados de vez en cuando a inquietar a China y tranquilizar a Taiwán. Una ambigüedad dictada porque China afirma que la isla es parte de su territorio y Taiwán actúa como un país independiente sin serlo oficialmente al no haberlo proclamado, una línea roja infranqueable para Beijing.

 

Taiwán, territorio chino, fue refugio de las fuerzas nacionalistas chinas encabezadas por el general Chiang Kai-shek, opuestas a los comunistas de Mao Zedong, tras perder los prímenos su guerra contra los segundos a mediados del siglo pasado. Tras un periodo autocrático, la isla acabó siendo democrática y generadora de una economía pujante y tecnológicamente muy avanzada. Si en Hong Kong China hubiese respetado el pacto de un país/dos sistemas, en Beijing sus argumentos para incorporar a Taiwán respetando su democracia tendría una base sólida. No ha sido así y en Taiwán están aún más lejos de complacer a China. Mientras no sean atacados no proclamarán su independencia, pero actúan como si lo hubiesen hecho, con su organización estatal, diplomacia y defensa incluidas.

 

El viaje de Pelosi, tercera autoridad de los EEUU, molesta a China y puede tener derivadas lesivas para los occidentales, pero al mismo tiempo constituye un respaldo a Taiwán y un aviso a China. ¿Acertado? A gusto del consumidor, pero en Guerra Fría los razonamientos pueden ser peculiares y las jugadas estrambóticas. Así ocurrió en la anterior y a veces los errores son aciertos y viceversa.

 

Por ahora, China, como King Kong, se golpea el pecho ferozmente y grita rabiosamente con unos ejercicios militares de unos pocos días en rededor de Taiwán que son debidamente observados por los americanos y taiwaneses que toman notas. ¿Se acercará Beijing ahora más a Rusia? A saber, pero ni China ni Rusia son democracias y ya están, pues, en el bando opuesto al occidental y habrá que ver hasta qué punto Beijing está dispuesto a que un poder menor que ella, Rusia, le sirva de lazarillo. Para Xi Jinping lo prioritario es ser reelegido por tercera vez este otoño. Luego, ya verá, que de aquí a entonces la Tierra habrá dado muchas vueltas sobre sí misma, lo que no impide que pueda intentar mediar en el conflicto ucraniano como apunta un diario gubernamental chino.

 

 

Carlos Miranda, Embajador de España