viernes, 26 de agosto de 2022

INCOGNITAS A CERO GRADOS

INCÓGNITAS A CERO GRADOS

 

 

     Roullet-Saint-Estèphe, 26-08-2022

                                   (Lectura rápida 😊)

 

    

Estamos en la segunda Guerra Fría entre Rusia y los occidentales. Ucrania celebró estos días la festividad de su independencia mientras Putin, seis meses en su invasión, lo conmemoraba matando a civiles en una estación ferroviaria.

 

Nos aproximamos al fin del verano y, por lo tanto, al fin de la “temporada” de guerra caliente. Antiguamente, en el Mediterráneo, las galeras de combate empezaban sus incursiones en mayo para volver a sus bases no más tarde de finales de septiembre.

 

¿Puede la tecnología prolongar más los combates cuando lleguen las lluvias, así como las nevadas, y deje el suelo de ser suficientemente firme para los desplazamientos militares? Quizás, pero en el otoño el ritmo bajará y, esperan algunos, pudiera ser la oportunidad para pactar un alto el fuego.

 

Podemos está en esa onda que en Kyiv consideran derrotista. Los de Yolanda, Pablo e Ione piden una iniciativa diplomática para poner fin a la “invasión criminal” de Putin en Ucrania, aunque sin ofrecer un plan concreto. Parecen pedir, con esa formulación, que las tropas rusas abandonen toda Ucrania, Crimea incluida. Bien, aunque es una postura declaratoria que todos compartimos. Un brindis al sol y no están claras sus ganas de ayudar militarmente a Ucrania para defenderse mientras Rusia siga ocupando y guerreando. Bien es verdad que el Gobierno español no es de los que más armamentos provee a Ucrania.

 

¡Buenos son los rusos como para retirarse de toda Ucrania! Solo un alto el fuego ya sería para el Kremlin una confesión de su fracasado intento en febrero de controlar toda Ucrania en un pis-pas tras ocupar su capital e instalar un gobierno títere. Quizás Putin sobreviviría políticamente, pero con su prestigio y liderazgo afectados.

 

Ucrania desconfía de pactos con Rusia porque Moscú no los cumple. Putin no solo pisotea el Acta Final de Helsinki que proclama la libertad de cada Estado europeo de juntarse y aliarse con quien quiera, sino que, además, ha ignorado las garantías dadas por Rusia a la integridad territorial de Ucrania cuando ésta renunció a ser potencia nuclear y entregó a Rusia el armamento nuclear soviético que estaba en su territorio. No amansó a la bestia, sino lo contrario.

 

Las contantes felonías rusas hacen pensar en Kyiv que un alto el fuego podría servir a Rusia para retomar fuerzas y reagruparse. Asimismo, podría consagrar a la larga el reparto fáctico de Ucrania y la anexión ilegal de territorios por parte rusa, desde Crimea hasta el Donbas pasando por nuevos territorios ahora usurpados por el Kremlin.

 

Es más probable que a partir del otoño las cosas sigan igual, aunque al “ralentí”. Quien tiene en sus manos el final del conflicto es Putin, un Hitler reencarnado, el agresor, el que puede dejar de alimentar el conflicto que él mismo inició. Sin embargo, quiere reforzar el reclutamiento de sus tropas.

 

Mientras no dé un paso atrás, incluso varios, los ucranianos resistirán. Con este espíritu seguirán recibiendo apoyo, ayudas y armamento de los occidentales que difícilmente pueden permitir que Rusia se salga con la suya porque ello constituiría un fracaso definitivo del Acta Final y todo lo que ello comporta. Sólo los egoístas pueden desear que Zelensky se rinda cuanto antes. Una cesión que solo envalentonaría a los rusos en su imperialismo.

 

No es fácil determinar que hacer y como paliar los horrores de la guerra y sus consecuencias para el bienestar mundial. La guerra puede dividir a las opiniones públicas en los países democráticos ya que en los que no lo son, principalmente la China comunista y la Rusia fascistoide de hoy en día, la ciudadanía es adoctrinada.

 

En algunos países donde hay fuertes concentraciones de poblaciones de origen ruso, muchas veces “establecidas” en su día por el ocupante soviético, como en los países bálticos o en Transnistria, también afloran en medio de grandes suspicacias divisiones de opinión sobre Rusia lo que comporta implicaciones para la seguridad nacional desde el punto de vista de las poblaciones étnicamente originarias.



Carlos Miranda, Embajador de España