CUESTA ARRIBA Y
GOL
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Una
comparativa de nuestros gobiernos muestra
que han ido de más a menos. Llegaron con sus esperanzas, pero se fueron con el
depósito del combustible vacío.
1976.
Adolfo Suárez, puesto a dedo, se
confirmó dos veces electoralmente. Hizo bien la Transición, pero acabó
dimitiendo, repudiado en su propio partido. Calvo Sotelo tomó brevemente el
relevo, contribuyó a sanear la milicia tras el 23-F y nos adhirió a la OTAN,
pero la UCD había hecho su parte de gobernanza, incluso de existencia.
1982.
Felipe González llegó con una enorme mayoría absoluta del PSOE,
202 escaños. Consolidó la democracia. Cuatro elecciones ganadas y una derrota
dulce. Catorce años de gobernanza abruman, pero otra curva hacia abajo.
1996.
Aznar tuvo, primero, que pactar con
Pujol, cediendo bastante. La educación, pe. Siguió con una mayoría absoluta
fruto de una economía boyante y de un socialismo que deshojaba la margarita
entre Almunia y Borrell. Su sucesor designado perdió por cierto desgaste y una respuesta
partidista ante el terrorismo del 11-M.
2004.
Zapatero empezó significándose contra
el Imperio, aunque al final se rindiese. En España prosiguió la apertura social
del felipismo. Superó la reelección, pero minusvaloró una crisis económica
terrible con lo que se fue contemplando en el retrovisor la derrota de su
sucesor, Rubalcaba, uno de los políticos mejor valorados.
2011.
Rajoy, pasividad hecha persona, llegó
con una mayoría absoluta que desperdició. Después, remó para poder gobernar y
se inhibió ante el secesionismo catalán, pasando los trastos al Rey. Desprestigiado
y acosado por la corrupción de su partido, cayó por una moción de censura
variopinta.
2018.
Con su manual de resistencia, Sánchez
gobierna sólo o mal acompañado desde entonces, sin recordar afirmaciones previas,
circunstánciales. “Eso es la política”, señalan muchos de sus partidarios. La
pandemia y su crisis económica no le han ayudado, sin que sus medidas merezcan
aplausos, pero, tras superar dos elecciones seguidas en 2019, al escampar el
virus, aparentemente, y con la llegada del maná de Bruselas, que deslumbra al
empresariado y Sánchez controlará, espera llegar a 2023.
Buen
cálculo. El autobús, también, puede llegar al destino y sus pasajeros pedir otro conductor. Incógnita
de futuro, pero, con el desgaste siempre es cuesta arriba y marcar gol puede
ser difícil, aunque el portero del otro equipo puede ayudar. ¿El del PP?, hasta
tirarse al lado contrario del balón.
2021. Los independentistas. También en
la ecuación. Indultados. ¿Precio? A cuenta y probablemente alto. ¿Una España
Federal, además? Aceptable si delimitase claramente las competencias del Estado
y de las Autonomías y que habría que revisar. ¿Sabrán imponerlo ERC y PSOE?
¿Tendrán mano izquierda para convencer? Porque
hay más actores en el reparto de la comedia.
Los
separatistas se pelean entre ellos como verduleras, pero piden lo mismo: referéndum de independencia y amnistía. Los 9
indultos no bastan, por principio (no han hecho nada malo, insisten) y porque
no redimen a tres mil de los suyos que la Justicia importuna, dicen.
Javier Cercas, gran
escritor, reflejaba, en El País, positivando, una esperanza desnuda semejante a
la del sanchismo espoleado por las extremas izquierdas. Fernando Savater, gran filósofo, con sus
credenciales antietarras y antinacionalistas, reprobaba a renglón seguido en
ese diario una rendición sin condiciones. Artur
Mas, condenado por el Tribunal de Cuentas, heredero de Pujol,
también daba su opinión: amnistía e independencia. Pujol,
considera, ahora, que el “procés” fue precipitado. Claro que está sentado en el
banquillo por esconder dinero en Andorra. Si le condenan, habrá gran revuelo en
Cataluña. Igual alguien considere oportuno un indulto. En las Vascongadas, a la mira. Ya piden indultos y
más bilateralidad. ¿Los obispos?, con los indultos. ¿Qué puede hacer la derecha
si la Iglesia apoya a la izquierda?
Los
soberanistas catalanes, divididos, pero con un mismo mensaje. Los constitucionalistas,
unidos en el propósito, pero desunidos en la acción. Receta para un desastre. ¡Qué a gusto están los socialistas y los peperos solos en
sus respectivas esquinas! El interés nacional no tiene por qué estar
en casa de todos, o, de alguno.
Carlos Miranda, Embajador de España