LASTRADA
Madrid,
22-05-2020
(Lectura rápida 😊)
Los científicos resuelven incógnitas que suscitan nuevas interrogantes.
Los políticos prefieren certezas, dicen, aunque su credibilidad es mundialmente
baja y casi nula en España salvo para sus propios foróforos que suelen
considerar la política como si fuese una liga de futbol (“Yo, con mi equipo”). El
sociólogo y economista Miguel Otero, miembro confeso del opaco o, al menos,
escurridizo, Comité de Expertos para la desescalada, resumía muy bien, no hace
mucho, sus objetivos: primero, controlar el virus; luego, aprender a
convivir con él; y, finalmente, hacer funcionar una economía compatible con la
sanidad pública.
El primer objetivo estaría lográndose. El segundo, está en una
fase inicial de un aprendizaje en el que los indisciplinados ponen en riesgo a
los demás. Volver a poner en marcha una economía compatible con la salud es muy
complicado al tener que adaptarse a un nuevo entorno que va de lo
económico a lo político pasando por cuestiones culturales, tecnológicas y
estratégicas, además de sanitarias.
En economía, hay que obtener beneficios para que la sociedad
pueda prosperar. El Gobierno debiera fomentar un plan de recuperación acordado
con patronales, sindicatos y la oposición. La
solución no puede dictarla solo media España. La cuestión esta empantanada
en una comisión parlamentaria. ¿Cómo no va a estarlo con un Gobierno que no
sabe si derogar o no la reforma laboral de 2012? Se rompió el dialogo social tras el último pacto socialista
con Bildu, lesivo política y económicamente, apoyado por Iglesias, para derogar
íntegramente esa reforma. Si verdaderamente prevalece Calviño, con la economía
a su cargo en el Gobierno, sobrevivirá esa reforma de 2012, esencialmente, y se
recuperará la mencionada interlocución, aunque lastrada
por una confianza decreciente. Sin suficiente confianza entre los
actores sociales, la ruina y descomposición de una sociedad es más posible, así
como su vulnerabilidad a cualquier asalto al cielo.
El esfuerzo del Gobierno Sánchez-Iglesias se centró, más
bien, en buscar, vía la Unión Europea, subvenciones de los países europeos más
ricos. En las semanas pasadas, beatificadores gubernamentales intentaron
convencernos de su genialidad al proponer una deuda perpetua que solo
(nos) costaría devolver los intereses, pero no el principal. Asimismo,
propusimos la creación de un fondo de 1.500 millones de euros que,
esperábamos, consistiría esencialmente en transferencias y pocos prestamos por
devolver. Sobre todo, no se quería supervisión alguna ni sacrificios. “Coronabonos”,
deseábamos, avalados por los ricos.
Nada prosperó. Solo queda atribuirse estos empellones a la cancela
comunitaria si esta se abre a algo diferente del “austericismo” de hace una década.
Esta vez, argumentamos acertadamente, la crisis no es culpa nuestra y la
solidaridad solo puede beneficiar al conjunto de la UE. Bien es verdad que,
en estos diez años, cuando presumimos de un mayor crecimiento que los demás europeos,
no redujimos nuestra deuda pública que, ahora, llegará al 120% del PIB. Difícil quitarse la fama de “cigarra”.
Afortunadamente, el dúo franco-germano propone ampliar el
techo de gasto del presupuesto comunitario durante tres años, pasando del 1% al
2% del PIB de la UE, mediante la emisión de bonos respaldados por el
presupuesto de la Comisión que, así, realzaría su papel. Se movilizarían unos
500.000 millones (5% del PIB comunitario). Significaría la mutualización de esta
nueva deuda comunitaria.
Esta propuesta necesitará ser aprobada por los demás socios.
No es fácil oponerse a la voluntad conjunta de Berlín y Paris, pero
Austria, Países Bajos, Dinamarca y Suecia ya han tosido. Si sale, puede que haya
que ceder en los capítulos de la supervisión, de la exigencia de sacrificios y
en la justificación económica de cualquier liberalidad social.
Veremos, pero algún tipo de rescate no debiera
descartarse. Los que aprecian que hombrecitos de negro supervisen nuestras
cuentas, destacan que eso ocurrió con Portugal, Irlanda y Grecia en la pasada
crisis y que, esta vez, les va mejor. Mientras, parece que el panorama
internacional será diferente con un mundo occidental cotizando a la baja y
China al alza. Veremos, asimismo. En efecto, no
todo es blanco y negro. El gris y otros colores también existen.
Carlos Miranda, Embajador de España