COLAPSOS ASTRONÓMICOS
Madrid, 08-05-2020
(Lectura rápida 😊)
Cuando miramos el firmamento en una noche clara, contemplamos un sinfín de puntos luminosos remansados en el infinito. Sin embargo, muchas catástrofes ocurren allí como el colapso de estrellas sobre sí mismas. Nuestro sistema político-solar está regido por la Constitución de 1978 y asimismo puede colapsar si nuestros partidos políticos siguen sin entender que, sin perjuicio de sus diferencias y del debate contradictorio, la convivencia política exige antes la concertación que pelearse constantemente.
El riesgo de que un sistema constitucional no funcione por
culpa de sus usuarios políticos, no de la ciudadanía, es el de desmoronarse,
más aún con una catástrofe económica como la que ellos mismos anticipan. El
colapso podría ser solo interno al no servir ya los partidos principales, siendo
sustituidos por otros nuevos. El embrión de ello lo tuvimos con el fin del
bipartidismo. El siguiente escalón sería un derrumbe mayor del PP y del PSOE,
definitivamente sustituidos por Vox y Podemos porque al descuidar los peperos y los socialistas el centro con su falta de entendimiento,
podría darse una mayor radicalización del panorama político.
Un nuevo bipartidismo a cargo de Vox y Podemos seria
terrorífico a tenor de lo que ya se dicen en sede parlamentaria. La actual radicalización
del clima político no sería nada comparada a esa hipotética nueva realidad con,
¿por qué no?, posibles desbordamientos callejeros. La prevalencia de estas dos
formaciones distorsionaría el espíritu de convivencia asentado con la
Transición y podría llevar, por una parte, a un régimen controlado por
una derecha extrema, como en Hungría o Polonia, que la Unión Europea condena,
aunque con excesiva suavidad para las ONG defensoras de las libertades
individuales y democráticas. Un retorno del fascismo con brazo en alto se
antoja improbable si contemplamos el panorama europeo en el que esa derecha
extrema controla manteniendo, en principio, la formalidad democrática. Pero,
hay que estar vigilantes.
El colapso puede ser, por otra parte, el del régimen
constitucional propiamente dicho. No se trataría de pasar de una
Monarquía Parlamentaria a una República. Son dos formas de Estado
democráticas. Un cambio de este tenor significaría abandonar una tradición históricamente
predominante en España que se ha adaptado a las exigencias actuales como lo
demuestran diariamente los Reyes. Reflejaría, de producirse, la incomprensión respecto
de su rol positivo en una sociedad democrática y moderna. El colapso tampoco
consistiría en pasar de una formulación autonómica a una federal, pues, con
ello, solo evolucionaría la relación territorial española de una concepción
constitucional determinada a otra semejante.
El colapso del régimen constitucional aludido sería uno
bastante más profundo, uno que implicaría la sustitución del actual régimen
constitucional de democracia parlamentaria por otro más libertario que se
autojustificaría como revolucionario y popular. Se llevaría por delante la Constitución del 78,
sustituida por un régimen que daría la espalda a la Unión Europea, al vínculo
transatlántico y al mundo occidental enmarcándonos en Iberoamérica como faro en
lugar de Europa, acercándonos a nomenclaturas como la cubana, venezolana o nicaragüense.
Esto último, que es el temor que abiertamente expresa
un sector del país que normalmente vota a la derecha, pero no exclusivamente, y
que no está compuesto solo por ricos y pudientes, sino, también, por clases
medias y pequeñas burguesías, es improbable. Es, más bien, un discurso
para asustar y cerrar filas tras el PP y Vox. No obstante, si los dos principales partidos persisten en su incapacidad
de entenderse en beneficio de los españoles, podría hacerse realidad,
hasta con rapidez, porque cuando se inician las cuestas abajo, la velocidad puede
incrementarse fácilmente hacia infiernos a gusto solo de los extremos.
Una lucecita se encendió, no obstante, este miércoles
pasado con el entendimiento entre Sánchez y Arrimadas. Uno reaprende a mirar al centro; la otra, a pisarlo.
Lo esencial es que se den cuenta, los políticos, como Arrimadas percibió, que la
vara de medir política es la UTILIDAD para los ciudadanos. Cualquier gobierno
beneficioso para los españoles debe, para serlo, saber entenderse con la oposición
y las Autonomías.
Carlos Miranda, Embajador de España