¿CAMBIO DE GUARDIA?
Madrid, 27-03-2020
(Tiempo de lectura escaso 😃)
Tras
la derrota del nazismo y del fascismo en 1945 el mundo fue bipolar.
Tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y la debacle comunista, Rusia se apeó
del estribo y los EEUU se quedaron solos en cabeza. China amenaza ese
monopolio. ¿Está llegando el momento en el que Beijing destronará a Washington?
La crisis del coronavirus puede ser una oportunidad para ello.
De
ocurrir, seguro que en nuestros ámbitos antiamericanos sacarían botellas de
champán francés, absteniéndose de cualquier sucedáneo, para celebrarlo. Les sería
fácil obviar que, si no fuese por la intervención americana en la Segunda
Guerra Mundial, viviríamos ahora bajo un nazismo triunfante. Si no hubieran
contenido a los rusos durante la Guerra Fría, hubiera imperado el comunismo de
Vladivostok a Gibraltar. La Unión Europea solo pudo nacer al amparo de la
OTAN. Olvidarse o ser desagradecido no cuesta nada.
La
crisis del coronavirus dejará por todas partes tierras quemadas, pero no todas
las quemaduras serán igual de profundas y extensas, ni todos se recuperarán por
igual, ni al mismo tiempo. El primer caído, China, ya se está levantando
mientras EEUU empieza a despeñarse. Atrás pueden quedar los errores chinos
al inicio de la contaminación, sobreviviendo solo el resplandor de su victoria
sanitaria y el de sus ayudas a países “coronavirizados” en el mundo. Un
Superman, inicialmente debilitado por kryptonita, no lo haría mejor.
Con
unos EEUU de retirada en ciertas partes del mundo y tambaleándose bajo el
embate del virus maligno, la Ruta de la Seda se puede convertir en una autovía
de múltiples pistas, sin límites de velocidad, arrancando, incluso, a Europa de
su ámbito occidental bajo las barbas rusas. China pensaba antes de la crisis
que para mediados del siglo XXI podría llegar su paridad militar con EEUU.
Ahora, su economía tendrá que recuperarse del tremendo parón causado por el
virus y su grandiosidad militar podría retrasarse, pero, paradójicamente, si el
gigante americano se derrumba, aunque solo sea parcialmente, paridad y “sorpasso”
pueden precipitarse.
Son
solo especulaciones. Pero la incertidumbre es tal, que tras la pandemia puede mantenerse
tanto la clasificación actual como una distinta. La cuestión es, sin embargo,
compleja porque, entre otras cosas, la pujanza china necesita de los mercados
americano y europeo. Los equilibrios no siempre tienen un solo punto donde
reposar y tras esta crisis varias pueden ser las soluciones.
Más
claro es que Europa llega tarde. Solo podría salvarla de una creciente
irrelevancia una respuesta fulgurante de cooperación sanitaria, de
profundización de la integración política y de mutualización de la deuda por
una crisis cuyo origen no son malas o aventureras gestiones económicas de ciertos
socios. Es en estos días de zozobra cuando la Unión Europea debe
justificarse. De lo contrario podrá seguir siendo útil, incluso mucho, como
instrumento de cooperación político-económica, pero
sus ambiciones serán vanas o, simplemente desmedidas.
¿Podemos
tener una Defensa Europea si los socios no son capaces de solidarizarse en la
deuda? ¿Basta una carta del Presidente del Consejo Europeo, Charles Michel,
diciendo que los españoles somos fenomenales y apoyando a Pedro Sánchez? ¿Se
puede tener “autonomía estratégica” si no hay unidad política y un “Plan
Marshall” europeo de recuperación? Las crisis forjan y a Alemania se le ha
olvidado que apoyamos su unificación. Sobresalen los fuertes y generosos
con ideas claras. Se hunden los egoístas con la mente confusa. ¿Dónde se sitúa la Unión? ¿A qué lado de la
raya de la fama quiere estar? No lo dudarían Francisco Pizarro y sus trece
compañeros.
¿Y
España tras la crisis?
¿De nuevo “a lo mío”? ¿Seguirán el PP sólo
persiguiendo a Vox y el PSOE sólo a Podemos? ¿Otra vez al “y tú más”?
¿Las imprevisiones (de todos), al trastero de la memoria? ¿Se descuidará el
centro cuando habrá que enfrentarse a la tarea ingente de una reconstrucción
nacional que debiera de ser responsabilidad de derechas e izquierdas,
presupuestaria y políticamente?
Carlos
Miranda, Embajador de España