REFORMAR LA IGLESIA
Madrid, 21-04-2025
(Lectura rápida😊)
En La
Discrepancia:
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Tras dos Papas conservadores, Juan Pablo II y Benedicto
XVI, la Iglesia, divina y bastante terrenal, no podía elegir a otro Papa del
mismo signo. Hasta el Espíritu Santo lo entendió.
El argentino Bergoglio parecía una apuesta ideal. Con una imagen progresista a
pesar de acusaciones dolorosas de cuando la dictadura militar argentina,
sacudiría el polvo en la Iglesia. Otra cosa es
que pudiera salirse con la suya porque también es posible que se le
eligiera con el convencimiento de que la maquinaria vaticana y eclesiástica le
frenarían como probablemente así ha sido, al menos en parte.
Con 88 años y muy mala salud Francisco legitimaba recientemente
la especulación de que si se reponía de su última hospitalización igual se
retiraría a pesar de las negativas vaticanas. Fallecido o retirado, se imaginaba
un nuevo Concilio, observando todos desde fuera la fumata negra o blanca,
especulando asimismo acerca de las intenciones de un sucesor de Francisco.
Mucho se puede considerar, pero hay cuatro reformas
claramente pendientes.
La primera es el acceso de
la mujer al sacerdocio. Bergoglio dio un modesto paso incorporándola
en el marco de los Dicasterios (Ministerios) en la Curia (Gobierno) vaticana.
Sin embargo, no es solo allí donde se espera la igualdad de género. ¿Por qué
una mujer no puede decir misa? ¿Por qué no puede ser Obispo o Cardenal, incluso
Papa? Sorprendería que el Nazareno no apostase claramente por el feminismo hoy
en día. Otras denominaciones cristianas ya lo han asimilado con éxito.
La segunda es ser una
Iglesia de los pobres. Hay muchas formas de entenderlo lo que acentúa
su vertiente política al ser una organización terrenal. Pero un modo objetivo de
abordarlo sería que la Iglesia pagara todos sus impuestos y dejara de
aprovechar subvenciones estatales que no fuesen solo para sus actividades, así
como situaciones no igualitarias en la sociedad. Estar con los pobres es pagar los
impuestos como todos los demás. La Iglesia debe vivir de sus propios fieles y
no del Estado para no depender de otro poder terrenal. Pobreza significa no
poseer bienes ajenos y de los propios dar cuenta económica de su gestión ante
los suyos y ante la sociedad a la que quiere influenciar.
La tercera es la posibilidad del matrimonio de sus pastores (y pastoras). El
celibato tiene sus argumentos, pero solo es del siglo V aproximadamente cuando
la sociedad era distinta. La dedicación plena no está hoy regañada con el
matrimonio como lo prueban otras denominaciones religiosas cristianas que con
ello están mejor integradas en la sociedad y mejor dispuestas a entender, entre
otras cosas, las preocupaciones y dudas conyugales, así como la problemática de
criar descendientes.
La cuarta reforma es la de limpiar claramente la casa por
dentro de aquellos que no respetan a Dios abusando
de menores o de otras personas y cayendo, a veces, en diversas corrupciones como las de carácter económico, así como sus
encubridores. La mano dura parece imprescindible para atajar gravísimos
escándalos y restituir a los agraviados su dignidad ante la sociedad por estos
desmanes. De una organización como la Iglesia se espera una casa reluciente de
la que expulsar a quienes hacen dudar de su integridad moral.
¿Será un sucesor de Francisco capaz de encauzar estas reformas?
Quizás alguna, y aún. La Iglesia es un enorme paquebote al que cuesta redirigir de conocidas aguas tranquilas por
inercia hacia otras más turbulentas pero necesarias para ir en una dirección apropiada. Ganaría por
acercarse a la sociedad y al propio Jesús que fue, en todo caso, alguien
excepcional y ejemplar también para quienes sean de otras religiones,
agnósticos o ateos. Otra atadura de la Iglesia parece ser que es más
conservadora en el mundo por desarrollar donde muchísimos fieles frenan ciertos
aspectos de su vocación revolucionaria.
Demasiadas incógnitas nos rodean y la humanidad siempre
ha necesitado de religiones o de grandes corrientes filosóficas. Los políticos inteligentes lo saben y se acomodan, aunque
no sean creyentes. De lo contrario necesitarían un policía en cada
esquina, pero conviene que estas convicciones estén bien integradas en las sociedades
que evolucionan. Tanto para adaptarse a los cambios como para influir en su transformación.
El nuevo Papa tendrá que decidir y elegir. En eso consiste gobernar.
Carlos Miranda, Embajador de España