viernes, 10 de junio de 2022

JUBILEOS

JUBILEOS

 

 Hendaya, 10-06-2022

                 (Lectura rápida 😁)

  

      

Acaba de celebrar el Reino Unido el Jubileo del acceso al trono de Isabel II hace 70 años, aunque la coronación tuvo lugar al año con gran boato como todo aquello que se refiere a sus monarcas. La teatralidad forma parte de la representación pública del Estado. Hasta en Francia, tan revolucionaria e igualitaria ella. Conviene tomar nota de ello en España, tan dada a lo popular.


En esa Francia hubo una revolución en 1789 que guillotinó al Rey, produciendo terror, horror y contradicciones como alumbrar dos Imperios napoleónicos. Si hay que ser británico para entender bien su afecto reverencial a la Corona, hay que ser francés para conseguir encajar su fervor revolucionario con el napoleónico.


No obstante, la revolución francesa fomentó cambios democráticos, aunque esa mecha se encendiese también antes en las colonias británicas de América del Norte al reclamar su independencia los futuros EEUU (1765).


Hoy en día tanto Francia como el Reino Unido son similares en su funcionamiento democrático y en los valores que representan y defienden a pesar de ser Marianne una República y Albión un Reino. La forma de la Jefatura del Estado no afecta a la gobernanza democrática de estos países.


En el Reino Unido la Corona simboliza lo que el país es tras ser lo que fue. En Francia, la Jefatura del Estado no ha ofrecido la misma estabilidad y desde la revolución pasó incluso por una fase monárquica de 34 años además de las imperiales que juntas duraron 28 años. Hoy en día es una República con un Presidente casi de factura monárquica.


Hay que poner, pues, el énfasis en el funcionamiento democrático de la convivencia de las sociedades. La forma de la Jefatura del Estado es secundaria en tales casos sin perjuicio de diversos matices como que los ciudadanos se sientan bien representados y estimen que sus Jefes de Estado se comportan con la dignidad requerida.


En España fue diferente. Ni la monarquía dio la estabilidad necesaria tras la invasión napoleónica ni prosperaron las revoluciones. Súmese, entre otras cosas, pronunciamientos varios, tres guerras carlistas, las de las independencias americanas, varias en Marruecos, otra perdida contra EEUU, una civil, dos repúblicas, el cantonalismo, dos años de un rey saboyano y dos dictaduras para un balance total bastante negativo.


Este panorama desolador se enterró con el retorno de la democracia y la Constitución de 1978 que estableció una Monarquía parlamentaria homologable con la británica y las de otros reinos europeos. Monarquía y democracia son compatibles y la Jefatura del Estado cumple en España con sus obligaciones constitucionales.


Juan Carlos I fue protagonista importante de nuestra democratización y la ciudadanía debe reconocérselo. En su vida privada no fue lo ejemplar que deseábamos y por ello abdicó, alejándose de su país. La pena de telediario puede ser dura y hay minorías republicanas que lo aprovechan para desestabilizar la Monarquía y España. Pasa el tiempo, pero el Emérito y los españoles debieran poder reconciliarse.


Felipe VI, recogió el testigo de su padre y lo ha elevado de nuevo a una innegable altura de responsabilidad. Con él en la Zarzuela, el carácter anacrónico de la Institución, como dicen intelectuales republicanos de salón, desaparece. Todo gobierno debiera saber emplear su prestigio.

 

En 2025 debiéramos conmemorar 50 años de Monarquía Parlamentaria. No sería un Jubileo como el británico, pero habrá que celebrar esta larga convivencia nuestra en paz y con progreso. Por ello hay que custodiar el equilibrio constitucional del que disfrutamos y hacer oídos sordos a las insensatas y voluptuosas sirenas republicanas que intentan embarrar el panorama actual en el que tiene cabida toda ambición democrática.

 

Sobre todo, no miremos atolondradamente al Este donde manda en Rusia un dictador que lleva guerra y destrucción a sus vecinos. Ni a China con su comunismo capitalista. Tampoco a otros países hermanos donde las utopías se tornaron infiernos. Hemos de preservar como oro en paño nuestro “régimen del 78” como intenta denigrarlo infructuosamente algún irresponsable. Ya quisieran haberlo disfrutado nuestro padres, abuelos y bisabuelos.

 

 

Carlos Miranda, Embajador de España