ARRUMBANDO LA
ARMADA
Madrid, 16-04-2021
(Lectura rápida 😊)
La
pasada semana llegaba la noticia de que un buque de la Armada, el Castilla,
destacado en el Índico al frente de la flotilla europea “Atalanta”, encargada
de disuadir ataques piratas, tuvo que abandonarla para volver renqueando con un solo sistema de propulsión
al haberse averiado el otro. El Cuartel General instalado a bordo y compuesto
por oficiales europeos y españoles tuvo que mudarse a bordo de otro buque
europeo en espera de que llegue una fragata nuestra en sustitución. “El
Confidencial” subrayaba como diversas fuentes señalan que nuestros buques
sufren de falta de suficiente mantenimiento y de
uso excesivo lo que combinado hace que sean propensos a las averías.
Son
cosas que ocurren, evidentemente, incluso con un buen mantenimiento. Sin
embargo, si el dinero escasea, es normal que el mantenimiento empeore y que las
averías se multipliquen. Quienes hemos trabajado codo con codo con miembros de
nuestras FAS para defender a España y mejorar nuestra posición en el mundo, y
su imagen, lo acontecido sólo puede llenarnos de tristeza, dolor y vergüenza por
la desconsideración de los gobiernos a las
necesidades de nuestras Fuerzas Armadas.
España
gasta menos de un 1% del PIB en Defensa y eso que Mariano Rajoy adquirió el
compromiso en la Cumbre de Gales de 2014 de elevar esa cifra al 2% en 10 años
(faltan tres …). ¿Lo adquirió sin intención de cumplirlo? Es un compromiso de España, no de Rajoy. Lo es,
pues, también del actual Gobierno bicéfalo de Pedro Sanchez y Yolanda Díaz, que
Pablo Iglesias vigila desde Galapagar. ¿Qué hace ese Gobierno? ¿Qué hace
Margarita Robles?
En
España, gusta hablar de Defensa Europea,
algo necesario, sin duda, pero con un larguísimo trecho aún por delante; se
silencia al máximo nuestra pertenencia a la OTAN,
cuya disuasión es la que verdaderamente cuenta actualmente, y así por mucho
tiempo; y se pretende obviar que una defensa europea verdaderamente eficaz frente
a otras potencias nucleares que puedan sernos hostiles, como Rusia, pe, necesitará
de una disuasión nuclear europea cuya base sólo puede ser la francesa. Y, a la
hora de dedicar fondos para nuestra defensa, estos escasean. No es que no se
haga nada, sólo que es insuficiente.
De
esta manera sólo podrán nuestras FAS reducir su capacidad de contribuir a la
disuasión aliada y a la de nuestros socios europeos. Tampoco tendremos los medios necesarios para hacernos valer
suficientemente de Canarias a las Baleares pasando por el Estrecho de
Gibraltar.
En
vísperas de Trafalgar, oficiales
españoles pagaron de su bolsillo el necesario adecentamiento de sus barcos
antes de salir a combatir contra Nelson cuya flota se entrenaba diariamente en
alta mar. En Santiago de Cuba, otros
marinos que el Alcalde palmesano considera fascistas (!) en su vergonzante ignorancia,
defendieron nuestra honra sin medios militares a la altura. Así fueron las
cosas como fueron. ¿Volverán a ser así?
Tenemos
muchas prioridades en sanidad, educación y justicia social, pero no considerar adecuadamente
nuestras necesidades de defensa en un mundo hostil es mala política. Gobernar, cuando se hace bien,
es conseguir remediar suficientemente nuestras carencias en constante busca de
sus mejoras. Nada puede quedar atrás, menos aún, cuando en materia estratégica
el único vecino con el que podríamos enfrentarnos bélicamente se rearma
eficazmente. Lo hace porque tiene otro vecino muy peligroso, sin duda, pero mientras tanto nuestra superioridad militar decrece
o desaparece cuando hay puntos de
litigio reales y peligrosos.
Nuestras
FAS tienen que hacer un esfuerzo que debe guiar, porque es su rol y su deber,
el Ministerio de Defensa y el Gobierno, incluido el Ministerio de Hacienda. Un
esfuerzo hacia el realismo de lo que realmente
necesitamos con el dinero disponible sin perjuicio de que haya que
incrementarlo mucho. Lo que se deja para mañana y se acomete pasado puede salir más caro en dinero o en derrotas. Eso
sí, es más bonito ser pacifista, abolicionista de armas nucleares y contar
cuentos chinos europeístas pensando que lobos no hay y que, de haberlos, no
vendrán.
Carlos Miranda, Embajador de España