UNA EUROPA MÁS FUERTE
Artículo publicado en el libro del Movimiento Europeo Español "El debate ciudadano en la Conferencia sobre el futuro de Europa: A los 70 años de la Declaración Schuman" (4 de mayo 2020)
POLÍTICA EXTERIOR Y DE DEFENSA PARA UNA EUROPA MAS FUERTE
Carlos Miranda, Embajador de España
Madrid, 01-04-2020)
INDICE
El Potencial político-económico
de la Unión Europea
La vinculación
transatlántica
Carencias europeas en
defensa
Disuasión nuclear
La “Force de Frappe”, otros
dominios fundamentales y el desarme
Repercusiones para España
Un debate necesario
EL POTENCIAL POLÍTICO-ECONÓMICO DE LA UNION EUROPEA
El
potencial de la Unión Europea es enorme si lo consideramos desde la perspectiva
especifica de su riqueza económica. Su coordinación en este ámbito la sitúa
entre los grandes productores y exportadores del mundo. La Unión cuenta con una
moneda propia y un mercado único en el que personas,
bienes, servicios y capital circulan con la misma libertad que si lo hicieran
en un mismo país. Pero, es algo más. Es un proyecto económico, político y
social que ha generado paz, desarrollo y estabilidad desde mediados del siglo
XX. Es una organización activa internacionalmente desde la ayuda al desarrollo
hasta políticas medioambientales pasando por su peso comercial internacional. La
Unión, EEUU y China son los tres mayores actores del comercio internacional.
Las exportaciones europeas son, aproximadamente, un tercio del total mundial.
En
2018 se estimó que su PIB representaba un 22% del mundo. La renta media por
habitante de la UE se situaría en los 30.500 € anuales, aunque con fuertes
variaciones entre sus miembros. Tras el Brexit reagrupa a casi 450 millones de
habitantes, detrás de China y la India y con más habitantes que los EEUU, si
bien representa menos de un 7% de la población mundial.
El
año 2020 está resultando ser esencial para la fortaleza de la Unión por dos
motivos negativos, por dos crisis. Uno planificado y en plena
ejecución: el Brexit. El segundo,
inesperado, el COVID-19 que por su peligrosidad y capacidad de contagio
constituye un vendaval destructivo para la salud en todo el mundo, así como
para todas sus economías. No obstante, hay que esperar que la plaga oriunda de
China amaine y que la solidez del bloque comunitario se intensifique tras la
salida del Reino Unido de la Unión, un RU que aportaba mucho en todos los
ámbitos pero que, al mismo tiempo, frenaba el desarrollo de la UE hacia una
integración necesaria.
De
ahí que, a la hora de planificar hacia el futuro se prefiera hacerlo, a fecha
de hoy, con la esperanza de que el virus pueda ser controlado y con el deseo de
que la secesión británica pueda ser superada con una mayor integración de los
países miembros de la Unión en todos los ámbitos, incluidos el de su política
exterior y el de una defensa propia.
La
Unión aspira a ensalzar y fomentar valores suyos reconocidos, como el
desarrollo sostenible y el cuidado del medio ambiente, el respeto de los
derechos humanos, las democracias parlamentarias y liberales y una economía de
mercado social, adquiriendo visibilidad internacional y, asimismo, desea poder hablar
con una sola voz en los foros y organismos internacionales. Quiere promover la paz, el bienestar de sus pueblos y sus valores, así como
la consideración de la dignidad humana, la libertad, la democracia, la
igualdad, el estado de derecho y el respeto de los derechos humanos, incluidos
los derechos de las personas que pertenecen a minorías.
Para estos fines y objetivos la Unión se ha dotado de complejos
mecanismos que le permiten actuar en representación suya y la de sus Estados
miembros en el ámbito internacional. Dispone de un Servicio Exterior que
tiene sus propias áreas de competencia no obstante operar frecuentemente en
paralelo con los de los Estados miembros, especialmente los más importantes y,
asimismo, en áreas geográficas en las que ciertos países miembros tienen unas
relaciones especiales propias. Pero, estas duplicaciones no impiden que la UE
tenga una política exterior cada vez más coordinada, propia y común.
La actuación internacional de la Unión ya le ha valido la
mención de que es un “poder blando” en contraposición a ser un “poder
fuerte o duro” que sería aquel que dispone de medios para imponer sus
decisiones por la fuerza, si fuese necesario (y de acuerdo, en principio, con
las normas internacionales, en especial con lo que, eventualmente, se decida en
el seno del Consejo de Seguridad de la ONU). Es una mención interesante, la de
ser un “poder blando”, pero podríamos señalar, irónicamente, que se trata de
una mención honorífica, sobre todo si se tiene en cuenta su potencial económico
y sus redes internacionales. Ello es así porque carece de suficiente respaldo
en materia de defensa. Tiene embriones al respecto, que hay que celebrar, sin
duda, y realiza operaciones de mantenimiento de la paz y de control de sus
fronteras, pero carece de una defensa propia, por lo que la Unión y sus
Estados miembros son dependiente de los EEUU a través, esencialmente, de la
Alianza Atlántica.
LA VINCULACIÓN
TRANSATLÁNTICA
No obstante, el
panorama es muy complejo. EEUU y Europa tienen intereses comunes esenciales
que limitan el grado de distanciamiento que la Unión pueda pretender respecto
de los EEUU. No se trata, tampoco, de fisurar un vínculo transatlántico
intenso pues a ambos lados de este “neo Mare Nostrum” se extiende una cultura
semejante, identitaria, fruto de formas de ser semejantes, de valores y objetivos
propios y, no hay que olvidarlo, con una Historia común entre el extremo
euroasiático formado por Europa y todo el continente americano, aunque los
vínculos sean más determinantes, cuando se contemplan las cuestiones de
seguridad, alrededor del Atlántico Norte.
Una cosa es tener
una voz más fuerte porque, como señala la divisa de Bélgica, “La unión hace la
fuerza”, y otra romper vínculos naturales y necesarios con los EEUU. Hablar con
Washington desde Bruselas de tú a tú es una cosa, divergir en puntos concretos,
incluso esenciales, puede ser aceptable y hasta necesario, pero partir cada
cual por su lado no tendría sentido. Sobre todo, cuando ponemos nuestra
atención en las cuestiones de seguridad en las que las carencias europeas son
evidentes y la fortaleza americana necesaria, al menos hasta ahora.
No hay que olvidar
que por muchas discrepancias que se puedan tener entre las dos orillas del Atlántico
Norte, la realidad es que, históricamente, los EEUU han acudido en defensa de las
democracias europeas en tres importantes ocasiones (Primera Guerra Mundial;
Segunda Guerra Mundial; y Guerra Fría) y siguen dispuestos a contribuir a la
seguridad europea a pesar de la prioridad geoestratégica que EEUU da, ahora, a
China y al Pacifico y que ello parezca debilitar su compromiso con los europeos.
Una cosa es que China haya sustituido a la URSS como rival principal de los
EEUU y otra que ello se traduzca en un abandono de los europeos a su suerte.
En este sentido,
es cierto que las afirmaciones del actual inquilino de la Casa Blanca no
ayudan, pero la realidad siempre es tozuda y también hay que contabilizar otras
consideraciones. Entre ellas que el Senado americano no comparte la parte del
discurso trumpiano hacia los aliados europeos en la que introduce la duda,
peligrosa, de si acudiría en su defensa. Asimismo, la integridad y libertad de
Europa es fundamentalmente necesaria para Washington y olvidarse de sus aliados
europeos es un lujo que no podrían permitirse los EEUU.
Por otra parte, el
discurso de Donald Trump se enmarca en un relato americano que, incluso, se
remonta a los tiempos del Presidente Bill Clinton en los que ya se advertía a
los europeos que debían hacer más por su propia defensa. Trump lo expresa de un
modo más brutal y antipático, por no decir poco inteligente, pero no es menos
cierto que Europa viaja bastante de gorra en el vagón de su propia defensa
cuando se calcula que, actualmente, la relación de gastos para la misma es aproximadamente
de tres cuartos por parte americana y un cuarto por parte europea cuando se
repartía por mitades durante la Guerra Fría.
CARENCIAS EUROPEAS EN DEFENSA
Con presupuestos por valor de casi 200.000 millones de euros en 2011, el gasto de defensa de los Estados miembros de la UE fue entonces superior al de China, Rusia y Japón juntos, señalan, aparentemente, estadísticas fiables.[] En cuanto a la industria armamentística, esta representa un sector de primer orden en muchos Estados miembros. Con un volumen de negocios de casi 100.000 millones de euros en 2012, 400 000 puestos de trabajo directos y 960 000 indirectos, se trata de un factor importante de la competitividad industrial europea. La Agencia Europea de Defensa contribuye al desarrollo de esta industria. La contratación pública concertada para proyectos militares en la UE representa un 25% del total de los contratos públicos de defensa. El restante 75% se lleva a cabo a nivel nacional, lo que genera duplicidades y propicia incompatibilidad en los sistemas.
Sin embargo, y sin restar
importancia a la cuestión industrial que tiene un valor estratégico importante,
entre otros motivos porque disponer de sistemas de armamento oriundos de Europa
incrementa su autonomía estratégica, estas líneas se van a concentrar más en la
cuestión político-estratégica de una Defensa Europea, aspiración que está en
boca de todos cuanto tratan la temática de dicha autonomía estratégica. La
realidad, sin embargo, dista mucho de las aspiraciones por diversas razones,
todas ellas manejables, pero entre las cuales se encuentran también las
aspiraciones de fondo de su pertenencia a la Unión por parte de las naciones
que la componen.
En este sentido, es
evidente que el espíritu que anima a la pertenencia comunitaria no es la misma
por parte de todos sus miembros. Así, se podría
aventurar que el ánimo español ha sido, y sigue siendo, el de reintegrarnos en
el seno de una Europa de la que hemos estado ausentes, por diversas causas,
desde la época de las guerras napoleónicas hasta el fin de la dictadura
franquista. Nuestra supervivencia democrática lo exige, así como nuestro
bienestar económico. En Francia, algunos ven, además, la necesidad, por un
lado, de establecer una convivencia común pacífica con Alemania, su gran enemigo
histórico, sobre todo durante la primera mitad del siglo XX, y, por otro lado, el
afán de extender a una dimensión superior la propia política exterior francesa para
promocionar, lógica y legítimamente, sus propios intereses. Ello no obsta
para que esos objetivos puedan ser también interesantes para otros socios
comunitarios menos fuertes o menos imaginativos … Las aventuras aeronáuticas
o espaciales pueden entrar en esta categoría y no por servir, aparentemente,
intereses franceses se puede argumentar que sean contrarios a los europeos
globalmente o a los de Estados participantes en estas empresas.
Alemania vio en los
Tratados de Roma la forma de volver con dignidad al concierto europeo e
internacional además de afianzar la paz tras dos guerras cuyos resultados le
resultaron catastróficos. Dicho esto, su creciente pujanza económica y su
atribuida seriedad le han situado entre aquellos miembros que exigen un rigor económico-presupuestario
que, entienden, no han seguido siempre otros miembros de la UE menos exitosos
por no decir más menesterosos. Para los componentes del Benelux, que siempre
pagaron la factura de las disputas militares franco-alemanas, la UE es una garantía
de su supervivencia y de su individualidad. Para Italia, derrotada en la
segunda guerra mundial, al igual que Alemania, los Tratados de Roma
significaron su reinserción entre los países victoriosos.
Sin embargo, como hemos
visto con el Reino Unido, otros países han tenido otro tipo de aspiraciones al
ingresar en la Unión. Londres quería controlar el nuevo Imperio continental y
ha acabado por renunciar a ello en función, cree, de sus propios intereses. Sin
embargo, a los efectos de estas líneas, más interés tiene constatar que muchos
países del Este, cercanos a Rusia e, incluso, víctimas de la misma, disocian
claramente las ventajas económicas de su pertenencia a la UE, donde, por otra
parte, algunos se resisten, en buena medida, a armonizarse plenamente con la
Europa Occidental fundadora de la Unión, de la cuestión de su propia defensa
que asocian estrecha y comprensiblemente a los EEUU y a la OTAN. Rusia y sus
malos recuerdos les resultan demasiado obsesivos y recientes.
Estas consideraciones
vienen a cuento de que, para esos países su defensa por parte de la OTAN es una
realidad que no quieren reducir frente a un proyecto de una defensa europea,
sin duda necesario, pero, solo un proyecto. Al igual que el cangrejo
peregrino, no quieren abandonar la concha que les protege antes de tener
asegurada en su inmediatez la sustituta.
Tampoco se trata,
estableciendo una Defensa Europea, de suprimir la OTAN, elemento fundamental
del vínculo transatlántico. Se trata de
compatibilizar la Alianza Atlántica con una Europa más fuerte colectivamente en
materia de defensa y que pueda operar como tal fuera de la Alianza y, porque
no, asimismo como tal organización político-militar europea en su seno.
Por otra parte, mal haría la UE en no desarrollar gradualmente sus propios
medios colectivos de defensa, pues tampoco podemos ponernos gratuita y
totalmente en manos ajenas. Además, una Europa más asertiva en materia de
defensa será un plus no solo para sí misma sino, también, para la propia
Alianza Atlántica.
En eso está la UE que
lleva años aunándose en materia de defensa sin ánimo, aparte de algunos soñadores,
de establecer una defensa alternativa a la OTAN “for the forseable future”,
como dirían en inglés, para un futuro previsible, en español. Las cuestiones
estratégico-militares, que son eminentemente políticas, suscitan tanto la
necesidad de órganos políticos de consulta y decisión cómo de órganos militares
comunes de ejecución. El modelo OTAN lo tiene bastante resuelto y los europeos
debieran de encaminarse hacia el mismo a pesar de que ello pueda implicar
algunas duplicaciones con organismos militares aliados integrados.
Es todo ello una cuestión
delicada y difícil, pero que también pone de relieve que la profundización de
la UE esta interconectada en todas sus vertientes. En efecto, ¿hasta dónde
puede profundizarse en la Defensa Europea sin unas integraciones previas en
materia política, económica o fiscal? La respuesta no es fácil porque en
realidad la UE se construye progresando a la vez en sus diferentes frentes de
integración, aunque de forma, aparentemente, desordenada. La Unión avanza como
un mil patas, dando pasos aparentemente descoordinados, pero relacionados en todos
sus diferentes registros o, al menos, eso desearíamos porque el grafismo de la
comparación muestra como “el todo” avanza, sin perjuicio de que la lentitud
pueda antojarse como excesiva.
Si la Unión progresa por capas diversas, pragmáticamente
solo podemos valorar positivamente los avances que se puedan hacer en una
faceta o en otra por cuanto las iniciativas, inicialmente colectiva o
individuales, abren el debate y permiten ajustar nuevos objetivos dentro de un
marco posibilista, aunque pueda parecer -y serlo- lento. De esta manera, con
estas líneas, se pretende entrar en una cuestión delicada y complicada pero
fundamental para que la Unión pueda acabar disponiendo de una mayor autonomía
estratégica.
DISUASIÓN NUCLEAR
Tener esa autonomía
estratégica no es otra cosa que ser una Gran Potencia.
Emergente, como antes se señalaba que lo califican algunos, o real, es una
distinción en el fondo irrelevante a los efectos prácticos porque en su
“emergencia” forzosamente se confunden aspiraciones y realidades. En general,
históricamente, las grandes potencias surgen, aparentemente, como una novedad
cuando en realidad se van forjando poco a poco hasta que las circunstancias
históricas las han situado al frente o en el seno del grupo de los Estados más
potentes del planeta.
Desde
esta perspectiva, la Unión, en su deseo de dotarse de una defensa propia, sin
perjuicio de que sea complementaria con la de la OTAN, y sin el deseo de ser,
en principio, una alternativa, debe contabilizar y poner en marcha los
elementos necesarios para hacer efectiva esa voluntad y, en términos prácticos,
además de dotarse de capacidades que respondan a la consabida distinción entre
ejércitos de tierra, mar y aire, también debe atender a distinciones surgidas más
recientemente y que se refieren a “dominios” que las fuerzas armadas han de
poder señorear para poder disponer de una ventaja frente a adversarios y
posibles enemigos. Esos dominios son el espacial, que en algunos países ha
provocado la creación de un nuevo ejército y en otros su adjudicación a uno de
los tres clásicos, el ciberespacial, con el que se puede paralizar un país
entero, y el cognitivo, que cubre aspectos psicológicos y, asimismo, el de la
inteligencia artificial que puede multiplicar la velocidad y la eficiencia de
sistemas de armas e, incluso, enfrentarnos a la cuestión de la autonomía de
esos sistemas que, incluso, podría no ser la deseada.
De
entre estas cuestiones, podríamos dedicar unas líneas a la de la disuasión
nuclear. El elenco de las Grandes Potencias actuales está constituido esencialmente
por tres países: EEUU, Rusia y China. Los tres son potencias con armamento
nuclear. Desde el punto de vista militar los norteamericanos han conservado una
capacidad militar de actuación global que en el ámbito nuclear significa actualmente
la disponibilidad por despliegue de algo más de un millar y medio,
aproximadamente, de bombas nucleares, que se modernizan del mismo modo que sus
vectores.
Rusia,
evidente perdedora de la Guerra Fría, ha recompuesto unas fuerzas armadas
bastante más reducidas pero eficaces para sus objetivos geopolíticos situados
en su proximidad: al Oeste de sus fronteras en la franja geográfica que de
Norte a Sur se inicia en el Ártico y desemboca en el Mar Negro con, además, una
proyección hacia el Mediterráneo que no se limita al Oriental. Asimismo, su
larga frontera al sur siberiano es otra de sus preocupaciones. Parte de esta
geografía hace que antiguos territorios rusos independizados de Rusia tras el
colapso de la URSS y de la propia Rusia a raíz de la caída del Muro de Berlín,
se sientan amenazados por un Kremlin que de mala gana contempla la independencia
de ciertos de estos territorios. Sentimiento reforzado por la anexión ilegal de
Crimea por parte de Moscú y la ayuda que presta a partidas separatistas pro-rusas
al Este de Ucrania. La presencia rusa en Siria y Libia alertan de que, si bien
la Rusia actual no tiene el poderío de la URSS, puede condicionar substancialmente
ciertos panoramas internacionales, incluso, muy cercanos a Europa y ello en un
momento en el que los EEUU se repliegan.
La de
Rusia de Putin no será la URSS de Stalin, Bréjnev o la más afable en su
momento, pero siempre todopoderosa, de Gorbachov, pero campa firmemente por sus
respetos al Este de la Unión Europea y dispone de una substancial capacidad
nuclear, equivalente a la de los EEUU ya que como heredera de la URSS ha
conservado las capacidades nucleares de la primera en el marco de los acuerdos
de desarme establecidos en su día con Washington y que le permiten el mismo
limites numérico otorgado a EEUU: algo más de otro millar y medio de bombas
nucleares.
China no
llega a estas cantidades, al menos por ahora, porque no está sujeta a ninguna
limitación. Su arsenal nuclear está estimado en unas 300 bombas. Sin embargo,
es manifiesto su deseo de acompañar su impresionante desarrollo económico con
una potenciación de sus fuerzas convencionales y de sus capacidades en los
dominios antes señalados. A los efectos de su desarrollo militar en todos estos
campos, nadie puede dudar de la ventaja que su dictadura del proletariado
combinada con un capitalismo semisalvaje le otorga para dejar claro su posición
dominante en sus aledaños, en especial en el Mar de China meridional y en una
región que incluye importantes aliados de EEUU y de los países occidentales
como Japón o Corea del Sur. Incluso un viejo protegido de la China comunista
como el Vietnam, vencedor, con su ayuda, de su guerra de independencia frente a
franceses y norteamericanos, no duda en invertir sus preferencias: Su peligrosa
cercanía de China le ha llevado, incluso, a buscar entendimientos con EEUU.
Además
de estas Grandes Potencias con armamento nuclear tenemos otras seis más. Sin
embargo, no todas ellas están incluidas en el marco legal del Tratado de No
Proliferación Nuclear (TNP) considerado como una clave de bóveda del desarme y
del control de armamentos. Este tratado, que cumple ahora 50 años desde el
inicio de su vigencia, ha sido suscrito por 190 países a pesar de que sea un
tratado “desigual” en el sentido de que como en “Animal Farm”, de George
Orwell, todos son iguales, pero unos lo son más que otros. Sin embargo, un
realismo practico ha llevado a su aceptación porque era evidente que era mejor
sancionar la realidad de cinco países nucleares que son, asimismo, miembros
permanentes del Consejo de Seguridad (China, EEUU, Francia, Reino Unido y
Rusia) y evitar que hubiese más países nucleares. Esto último no se ha logrado
plenamente pero como con el coronavirus hay que ver el vaso medio lleno y no
medio vacío cuando se comprueba que se ha podido contener en buena medida,
aunque no del todo, algo peligroso, porque más peligroso sería que abundasen
muchos más países con armamento nuclear.
La India consiguió
desarrollar su armamento nuclear porque China, muy cercana, lo tiene. Pakistán
porque lo tienen los indios. Israel porque por parte árabe mucho se ha hablado
de “echar a los israelíes al mar”. Corea del Norte también la ha desarrollado
para garantizar su dictadura familiar y personalista rodeada de esclavos
machacados por la propaganda. Todo ello pone de relieve como la pendiente llevaría
a más países nucleares sin la sensatez que implica el TNP, a pesar de sus
propias contradicciones y limitaciones.
Los otros dos países
nucleares permitidos por el TNP, como antes se ha adelantado, son el Reino
Unido y Francia. A los efectos de conocimiento se reproduce un diagrama que
indica aproximadamente las dotaciones nucleares de estos países. De todos ellos,
el que nos interesa a los efectos de estas consideraciones y de una defensa
europea “creíble”, como pidió en Davos Ursula Von der Leyen, Presidenta de la
Comisión Europea, es decir una defensa dotada de los componentes necesarios
para disuadir a cualquiera de agredirla, de cualquier manera, es Francia
porque es el único país de la UE, tras el Brexit, dotado de armamento nuclear.
De acuerdo con el SIPRI, y relataba la BBC, en 2018 las
fuerzas nucleares en el mundo serían las siguientes aproximadamente:
Conviene
señalar que la disuasión nuclear implica, paradójicamente, tener ese
armamento para no usarlo. Es, evidentemente, un cálculo psicológico basado
en la idea de que si un país lo usa la réplica será tan aniquilante que al
final todas las amenazas se cancelan las unas contra las otras. O el
aniquilamiento es planetario. Sin duda, es una simplificación no exenta de que
el ser humano a veces se cree demasiado listo y apuesta, incluso, por lo
irracional y que, asimismo, el error humano puede hacer su presencia. Las
doctrinas de empleo nuclear son complejas, pero generalmente conscientes de que
el objeto de disponer de un armamento nuclear no es tanto para emplearlo como
para disuadir a otro da hacerlo contra uno o de aventurarse en otras empresas
que afecten a la esencia existencial del primero.
Sin
embargo, de nuevo, el objeto de estas líneas no es el de entrar en la compleja
cuestión del hipotético empleo de armas nucleares, sino en considerar que, a
fin de cuentas, se entiende que, actualmente, una Gran Potencia está dotada de
armamento nuclear y que, si la Unión Europea pretende una autonomía estratégica,
ser una Gran Potencia, debe considerar esta cuestión nuclear y abrir un
debate al efecto. Un debate complicado, sin duda, pero que incluso con las
limitaciones que pueda exigir la naturaleza de este armamento, requiere un
conocimiento y apoyo de la opinión pública porque, en definitiva, no solo le
concierne, sino, también, porque un elemento de la disuasión nuclear, como de
otros tipos de disuasiones, es el de una relativa publicidad. De nada serviría,
por poner un ejemplo de reducción al absurdo, tener un armamento nuclear
desconocido de todos, incluidos eventuales adversarios, pues su función
disuasoria seria inexistente.
LA “FORCE DE FRAPPE”, OTROS DOMINIOS FUNDAMENTALES Y EL DESARME
Quien es muy consciente de
esta realidad es el Presidente Emmanuel Macron. Probablemente otros también
porque hay cosas que son evidentes. No solo que las grandes potencias con las
que la Unión quisiera codearse son nucleares, sino también que en el seno de la
misma solo queda Francia como potencia nuclear tras la retirada del Reino
Unido. Asimismo, que los demás socios comunitarios son miembros del TNP que
prohíbe que las desarrollen o las adquieran. No olvidemos, tampoco, que ciertos
países de la Unión mantienen una políticas neutrales o no alineadas. Irlanda,
Austria, Suecia, caen en esta categoría. Suecia, incluso, ha sido muy activa en
la aprobación por las NNUU en 2017 de un tratado prohibiendo las armas
nucleares, que no apoyan ni suscriben ni los países nucleares ni los miembros
de la OTAN, lo que no le ha impedido, en ejercicios teóricos, pero serios,
realizados en el seno aliado con su participación, y la de Finlandia, pedir la
protección de la OTAN al sentirse amenazada por una tercera potencia. ¿Contradictorio?
Como
antes se ha señalado, consumado el Brexit Francia es el único país de la Unión
que puede constituir una base para dotar a la UE de una disuasión nuclear. Por eso,
el Presidente francés ha ofrecido que la disuasión nuclear francesa pueda
cubrir también la Unión. Para ello ha propuesto a aquellos socios que lo deseen
un dialogo estratégico al respecto, así como participar con Francia en
ejercicios nucleares. Este dialogo con Francia es necesario para establecer los
contornos del ofrecimiento galo en el que, nadie lo dude, Francia mantendría el
único dedo posible sobre el gatillo nuclear.
Hay que tener en cuenta
que el territorio actualmente cubierto, en principio, por la “Force de Frappe”
francesa, consistente en cuatro submarinos de propulsión nuclear con misiles
embarcados, con cabezas nucleares, de un alcance de unos 6.000 kilómetros y de
cazabombarderos, basados en tierra o en un portaaviones, armados con misiles
aire/tierra con ojivas nucleares en misiles con unos 500 kilómetros de alcance,
se circunscribe a su territorio metropolitano y no al conjunto de sus
posesiones en Europa y en otras partes del mundo. De ahí la importancia de
determinar, como antes se ha apuntado, qué territorios de los países miembros de
la Unión quedarían amparados por Francia y en qué condiciones.
Conviene no cerrar este
apartado sin mencionar que, si bien una Unión que desease codearse con los
EEUU, China y Rusia, debiera poder, para estar a su altura, disponer de algún
tipo de disuasión nuclear, tampoco es esta la única condición para poder
pertenecer a la primera división de las naciones mundiales. En este sentido,
solo se mencionará, porque no son, con detalle, el objeto de estas líneas, que
en la actualidad para formar parte de esa élite es necesario ser puntero en otros
aspectos como el ciberespacio, disponer, también, de una tecnología avanzada, y
estar presente en la conquista del espacio, no solo con satélites y vehículos
automatizados de exploración del espacio exterior, sino, asimismo, con la
posibilidad de enviar tripulaciones al espacio y, ¿por qué no?, a otros cuerpos
celestes. Asimismo, y la reciente crisis mundial del COVID-19 lo subraya, la
capacidad de hacer frente a riesgos bacteriológicos. Esto último, es, sin duda
de los más urgente y requerirá una planificación internacional de cara al
futuro y el establecimiento de reservas estratégicas de equipamiento sanitario.
Algunos recuerdan que hace cinco años Bill Gates advirtió públicamente de la
necesidad de prepararse para una pandemia mundial peor que la del Ébola y
reminiscente de la gripe de 1918 (llamada “española”) que dejó millones de
muertos.
Por otra parte, también conviene tener en cuenta otro capítulo
como el del desarme y control de armamentos. No es paradójico, como
pudieran pensar algunos, relacionar la disuasión, en este caso, nuclear, con
las cuestiones de desarme. Sin perjuicio de que un mundo ideal sería uno sin
guerras, sin amenazas, sin armamentos, y aun menos, nucleares, la realidad nos
lleva por otro camino, y ese camino es el de regular en la medida de lo posible
los niveles de armamentos más que eliminarlos, si esto último no es posible,
que no siempre lo es.
En este sentido, el ya mencionado TNP
es crucial y para su mantenimiento conviene, al menos, controlar los armamentos
a niveles razonables, si ello es posible y aceptable. Durante la Guerra Fría,
cuando el mundo era esencialmente bipolar, Moscú y Washington llegaron a
entenderse con distintos acuerdos de variadas naturalezas. El mundo ha cambiado
desde que cayó el Muro de Berlín y dejó de ser bilateral. Su multilateralidad,
los avances tecnológicos, la emergencia del poderío económico y militar chino,
la reconversión de Rusia en una potencia más pendiente de su vecindad que de su
globalidad como cuando era la URSS, si bien, conservando sus arsenales
nucleares, ha ido tumbando muchos de estos acuerdos y por ahora queda el Nuevo
START (New START) firmado en Praga entre Washington y Moscú, que entró en vigor
en 2011 y que vence en marzo de 2021. Si las capacidades nucleares chinas no se
incrementan y siguen vigente las cifras de americanos y rusos, es posible que
pueda renovarse pues parte de los motivos que han finiquitado algunos de los
acuerdos bilaterales de desarme entre Moscú y Washington está en que esa gran
potencia más que emergente que es China no está constreñida como Rusia y EEUU
por sus acuerdos bilaterales de limitación.
Veremos, pues, como se declina esta cuestión en un futuro
próximo y si asistiremos a despliegues libres, si China está dispuesta a
limitarse y si Moscú y Washington estarían dispuestos a reducir aún más sus
arsenales para permitir que los demás Estados nucleares puedan participar en
limitaciones multilaterales. No hay que ser demasiado optimista. Importa, sin
embargo, ser conscientes que la posesión de armamentos, los que sean, y su
control mediante acuerdos internacionales no es una cuestión contradictoria
sino, más bien, complementaria en aras a una mayor estabilidad y
fortalecimiento de la seguridad y de la paz.
REPERCUSIONES PARA ESPAÑA
En marzo de 1986 se
celebró en nuestro país un referéndum acerca de la permanencia de España en la
Alianza Atlántica de la que éramos parte desde mayo de1982, planteado por el
Gobierno de Felipe Gonzalez que abogó por mantenerse en la OTAN. El resultado
fue favorable a la postura gubernamental, siendo el resultado de un 57% a favor
con un 43% en contra. La propuesta de permanencia en la Alianza fue aderezada
con tres condiciones. La primera consistía en la no incorporación española a la
Estructura Militar Integrada aliada (EMI). Una segunda condición exigía una
reducción gradual de la presencia militar estadounidense en España. Asimismo,
se ofrecía mantener “la
prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio
español”. Esta formulación respondía al hecho de que en tiempos de Franco hubo
armamento nuclear estadounidense en España si bien se retiró del todo en 1979,
de conformidad con el Tratado de Amistad y
Cooperación hispano-norteamericano firmado en 1976.
La Alianza ampara a España con su defensa colectiva lo que
conlleva el ejercicio de una disuasión que no solo es convencional, sino
asimismo nuclear. Esta última está esencialmente en manos de los EEUU, pero no
de un modo exclusivo ya que tanto el Reino Unido como Francia disponen de sus
propias fuerzas nucleares.
De las tres condiciones citadas, dos ya se han esfumado. En
1997, España ingresó en esa EMI. La iniciativa fue del Gobierno de José María
Aznar con la bendición del PSOE que se abstuvo en el Parlamento. Tras la caída
del Muro de Berlín la situación se había modificado substancialmente y la OTAN
empezaba a desempeñar, con la aprobación del Consejo de Seguridad de la
Naciones Unidas, operaciones de mantenimiento de la paz, inicialmente en los
Balcanes Occidentales, en las que funcionar integradamente en el entramado
militar aliado era más conveniente. En marzo de 2009 Francia anuncio asimismo
su retorno a las estructuras militares aliadas.
También se ha evaporado la condición de reducir la presencia
militar norteamericana en España. El Parlamento lo ha aprobado al considerar
los acuerdos entre Madrid y Washington relativos a la presencia militar
estadounidense en nuestro país que reflejan un incremento posterior de esta
presencia militar con relación a los niveles acordados entre Madrid y
Washington tras el referéndum de permanencia de España en la OTAN. En los
mismos, la presencia militar americana quedó esencialmente circunscrita a las
bases de Rota y Morón, abandonando los norteamericanos las de Torrejón y
Zaragoza, estableciéndose asimismo unos niveles máximos de presencia militar
estadounidense.
Este incremento responde también a nuevas circunstancias en
el panorama internacional y que afectan asimismo a España. En el otoño de 2011
el propio Presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, acordó
en Bruselas en la sede de la OTAN, con el Secretario de Defensa norteamericano,
Leon Panetta, que cuatro destructores norteamericanos quedaran basados
permanentemente en Rota al formar los mismos parte del escudo antimisiles
aliado. La aceptación de su fondeo en Rota constituye la aportación española al
mencionado escudo, sin perjuicio de que estos destructores puedan tener también
otras misiones propias. Actualmente, EEUU quisiera incrementar esta presencia
con otros dos destructores. La presencia militar americana también se ha
incrementado en la base de Morón.
Sin entrar a valorar estos incrementos de la presencia
militar estadounidense en España, es evidente que la condición del referéndum
había quedado obsoleta a raíz de la evolución de los acontecimientos
internacionales como obsoleta había quedado la de no integrarse en la EMI aliada.
Asimismo, se puede añadir que estas dos modificaciones no han merecido gran
oposición, ni en las fuerzas políticas españolas ni en nuestra opinión pública.
Algunos podrían inquietarse de este incremento de la
presencia militar americana estimando que nos hace más vulnerables a ciertos
eventuales enemigos, pero la realidad es que la vulnerabilidad no es diferente
con mayor o menor presencia militar norteamericana en España. Además, hay que
tener en cuenta que esa misma presencia tiene, asimismo, un valor disuasorio,
sin perjuicio de responder, no hay que olvidarlo, al hecho de que EEUU es un
aliado nuestro en el marco aliado y con el que tenemos, asimismo, una relación
bilateral en el ámbito militar. Otros, pragmáticos, también señalarían que, si
los EEUU requieren una presencia militar en el Estrecho de Gibraltar, es mejor
que estén en España que en otro país al sur del mismo.
En todo caso, y a los efectos de estas líneas, queda claro
que de las tres condiciones solo sobrevive una. Sin embargo, se avecinan
planteamientos que podrían afectarla eventualmente, o no. Como la Unión Europea
desea tener una “autonomía estratégica”, que no es otra cosa que ser una gran
potencia, algo lógico visto su potencial político-económico, debiera
probablemente poder disponer de algún tipo de disuasión nuclear, y ello con más
motivo si desea, como antes se ha subrayado, “codearse” con EEUU, Rusia y China
que son, los tres, como hemos visto, países dotados de armas nucleares. Una
defensa europea que ha de ser “creíble”, como insistía en Davos la Presidenta
de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, posiblemente lo requiera.
El Presidente francés, como antes se indicaba, ha ofrecido
ampliar la disuasión nuclear francesa al ámbito comunitario, pero ello
requiere, como el propio Macron ha ofrecido, un dialogo estratégico con
aquellos socios que lo deseen y, asimismo, participar con Francia en ejercicios
teóricos, pero necesarios, de naturaleza político-militar en el ámbito nuclear
y no solamente convencional.
España debiera de aceptar este diálogo para despejar
incógnitas que se agolpan. ¿Cubriría esa disuasión todos los territorios
españoles? ¿Con qué secuencia de eventos? ¿Qué relevancia podría tener Madrid
en la eventual toma de decisión de un disparo nuclear, aunque solo sea Paris
quien apriete el botón rojo? ¿Cómo se desarrollaría el rol de Francia y de otros
socios de la Unión si España fuese directamente amenazada? ¿Qué relevancia
tendría España en la toma de decisiones en aquellos casos que no le afectasen
directamente? ¿Francia adquiriría un compromiso formal o solo ofrece una
intencionalidad política? ¿Sería necesario participar en los costes de la
“Force de Frappe” francesa? ¿Habría que expandir los componentes de la
disuasión nuclear gala?
Entre estas preguntas, y muchas más, podría figurar la de si España debiera de aceptar en su territorio despliegues nucleares, incluso circunstanciales, o, eventualmente, algún almacenamiento. No se trata de “regar España de misiles nucleares” como podría temer alguna mente inquieta, pero parece necesario preguntarse si podría España mantener su “pureza nuclear” en el caso de una defensa europea asumida por nuestro propio país. Igual es posible, o no lo es, pero hay que hablarlo y debatirlo para despejar la respuesta apropiada. ¿La condición del referéndum se refería, al menos de hecho, solo al armamento nuclear americano que es el único que previamente había estado en nuestro país? “Mantener la prohibición …”, empieza rezando el texto de la condición. ¿Es válida, asimismo, para el armamento nuclear de una disuasión europea que incluiría a España entre los protagonistas? ¿Es todo ello compatible con nuestra adhesión al TNP?
UN DEBATE NECESARIO
En todo caso, la UE como verdadera Gran Potencia no está a
la vuelta de la esquina. En algo más “profano” como una propuesta que se llegó
a barajar en Bruselas de que la Unión Europea decretase una “zona de
prohibición de vuelos” en el norte de Siria (una “no fly zone”) para proteger a
los refugiados sirios y que debiera de imponer la propia UE si fuese
preciso, el actual encargado de la diplomacia comunitaria comentó, sensata,
pública y recientemente, que no hay que confundir los sueños con la realidad.
Por otra parte, la crisis sanitaria del coronavirus da un
sabor rancio a todas estas consideraciones y especulaciones. Sin embargo, la
crisis se superará, y con ello también los destrozos económicos que ha
causado. Será la hora de una reconstrucción, esencialmente económica, pero que
también podrá afectar la solidez de la Unión Europea y su capacidad de seguir
avanzando hacia una integración profunda como la que desean los europeístas más
convencidos y que debiera incluir avanzar hacia una mutualización de la deuda
de los países miembros de la UE.
No obstante, hace falta un debate sobre esta cuestión.
Tranquilo, pausado, pero un debate que ofrezca transparencia y rechace la
opacidad. La opinión pública española y sus políticos tienen un muy buen
concepto de nuestros militares, pero eluden, sobre todo los políticos, el
debate sobre seguridad, defensa y disuasión. Sin perjuicio de una discusión
muy exhaustiva entre especialistas y profesionales civiles y militares, muy
especialmente pertenecientes a Presidencia del Gobierno y los ministerios de
Exteriores y Defensa, aunque no exclusivamente, es necesario poder contar con
el apoyo de la opinión pública. Hace falta tomar la (¿arriesgada?) decisión de
debatir estas cuestiones, nucleares y no nucleares también, ante esta opinión
pública. Sin su apoyo, al menos a las grandes líneas, no se podrá contar con su
respaldo cuando lleguen, eventualmente, las crisis.
Finalmente, queda despejar una duda importante. ¿Ha dado España
alguna respuesta al ofrecimiento de Macron? ¿Se ha iniciado ese debate en
el seno de los ministerios de Exteriores y Defensa? No hay rastro aparente de
ello. Un silencio que podríamos calificar de descorazonador. Lo más
peligroso con relación a la opinión pública sería apostar por la opacidad y hurtarle
este debate. Un debate que no solo debe realizarse en España,
evidentemente. Es, asimismo, un debate necesario en el seno de la Unión
Europea.
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