viernes, 26 de marzo de 2021

POLÍTICA EXTERIOR Y DE DEFENSA PARA UNA EUROPA MÁS FUERTE

UNA EUROPA MÁS FUERTE

        Artículo publicado en el libro del Movimiento Europeo Español "El debate ciudadano en la Conferencia sobre el futuro de Europa: A los 70 años de la Declaración Schuman" (4 de mayo 2020)


POLÍTICA EXTERIOR Y DE DEFENSA PARA UNA EUROPA MAS FUERTE


                         Carlos Miranda, Embajador de España

                         Madrid, 01-04-2020)


       

         INDICE

El Potencial político-económico de la Unión Europea

La vinculación transatlántica

Carencias europeas en defensa

Disuasión nuclear

La “Force de Frappe”, otros dominios fundamentales y el desarme

Repercusiones para España

Un debate necesario     

 

 EL POTENCIAL POLÍTICO-ECONÓMICO DE LA UNION EUROPEA

         El potencial de la Unión Europea es enorme si lo consideramos desde la perspectiva especifica de su riqueza económica. Su coordinación en este ámbito la sitúa entre los grandes productores y exportadores del mundo. La Unión cuenta con una moneda propia y un mercado único en el que personas, bienes, servicios y capital circulan con la misma libertad que si lo hicieran en un mismo país. Pero, es algo más. Es un proyecto económico, político y social que ha generado paz, desarrollo y estabilidad desde mediados del siglo XX. Es una organización activa internacionalmente desde la ayuda al desarrollo hasta políticas medioambientales pasando por su peso comercial internacional. La Unión, EEUU y China son los tres mayores actores del comercio internacional. Las exportaciones europeas son, aproximadamente, un tercio del total mundial.

En 2018 se estimó que su PIB representaba un 22% del mundo. La renta media por habitante de la UE se situaría en los 30.500 € anuales, aunque con fuertes variaciones entre sus miembros. Tras el Brexit reagrupa a casi 450 millones de habitantes, detrás de China y la India y con más habitantes que los EEUU, si bien representa menos de un 7% de la población mundial.

El año 2020 está resultando ser esencial para la fortaleza de la Unión por dos motivos negativos, por dos crisis. Uno planificado y en plena ejecución: el Brexit.  El segundo, inesperado, el COVID-19 que por su peligrosidad y capacidad de contagio constituye un vendaval destructivo para la salud en todo el mundo, así como para todas sus economías. No obstante, hay que esperar que la plaga oriunda de China amaine y que la solidez del bloque comunitario se intensifique tras la salida del Reino Unido de la Unión, un RU que aportaba mucho en todos los ámbitos pero que, al mismo tiempo, frenaba el desarrollo de la UE hacia una integración necesaria.

De ahí que, a la hora de planificar hacia el futuro se prefiera hacerlo, a fecha de hoy, con la esperanza de que el virus pueda ser controlado y con el deseo de que la secesión británica pueda ser superada con una mayor integración de los países miembros de la Unión en todos los ámbitos, incluidos el de su política exterior y el de una defensa propia.

La Unión aspira a ensalzar y fomentar valores suyos reconocidos, como el desarrollo sostenible y el cuidado del medio ambiente, el respeto de los derechos humanos, las democracias parlamentarias y liberales y una economía de mercado social, adquiriendo visibilidad internacional y, asimismo, desea poder hablar con una sola voz en los foros y organismos internacionales. Quiere promover la paz, el bienestar de sus pueblos y sus valores, así como la consideración de la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el estado de derecho y el respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas que pertenecen a minorías.

Para estos fines y objetivos la Unión se ha dotado de complejos mecanismos que le permiten actuar en representación suya y la de sus Estados miembros en el ámbito internacional. Dispone de un Servicio Exterior que tiene sus propias áreas de competencia no obstante operar frecuentemente en paralelo con los de los Estados miembros, especialmente los más importantes y, asimismo, en áreas geográficas en las que ciertos países miembros tienen unas relaciones especiales propias. Pero, estas duplicaciones no impiden que la UE tenga una política exterior cada vez más coordinada, propia y común.

La actuación internacional de la Unión ya le ha valido la mención de que es un “poder blando” en contraposición a ser un “poder fuerte o duro” que sería aquel que dispone de medios para imponer sus decisiones por la fuerza, si fuese necesario (y de acuerdo, en principio, con las normas internacionales, en especial con lo que, eventualmente, se decida en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU). Es una mención interesante, la de ser un “poder blando”, pero podríamos señalar, irónicamente, que se trata de una mención honorífica, sobre todo si se tiene en cuenta su potencial económico y sus redes internacionales. Ello es así porque carece de suficiente respaldo en materia de defensa. Tiene embriones al respecto, que hay que celebrar, sin duda, y realiza operaciones de mantenimiento de la paz y de control de sus fronteras, pero carece de una defensa propia, por lo que la Unión y sus Estados miembros son dependiente de los EEUU a través, esencialmente, de la Alianza Atlántica.

 

 

LA VINCULACIÓN TRANSATLÁNTICA

 Desde la época de Federica Mogherini como Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad oímos hablar de la necesidad de que la Unión Europea tenga una “autonomía estratégica”, fraseología que esconde algo importante y delicado, por no decir, incluso, peligroso. En efecto, siendo los componentes de la Unión, y la propia UE, miembros importantes del mundo occidental cuyo liderazgo ha venido siendo ejercido desde finales de la segunda guerra mundial por los EEUU, es evidente que el propósito de disponer de esa autonomía estrategia implica tomar distancia con relación a los EEUU. Distancia que sería fruto de que el poderío acumulado de la Unión, muy superior al de sus Estados miembros individualmente considerados, le debiera permitir relacionarse con Washington sobre una base igualitaria, o, al menos, más igualitaria, en función del potencial político-económico europeo que permite afirmar, por algunos, que la Unión es una superpotencia emergente.

No obstante, el panorama es muy complejo. EEUU y Europa tienen intereses comunes esenciales que limitan el grado de distanciamiento que la Unión pueda pretender respecto de los EEUU. No se trata, tampoco, de fisurar un vínculo transatlántico intenso pues a ambos lados de este “neo Mare Nostrum” se extiende una cultura semejante, identitaria, fruto de formas de ser semejantes, de valores y objetivos propios y, no hay que olvidarlo, con una Historia común entre el extremo euroasiático formado por Europa y todo el continente americano, aunque los vínculos sean más determinantes, cuando se contemplan las cuestiones de seguridad, alrededor del Atlántico Norte.

Una cosa es tener una voz más fuerte porque, como señala la divisa de Bélgica, “La unión hace la fuerza”, y otra romper vínculos naturales y necesarios con los EEUU. Hablar con Washington desde Bruselas de tú a tú es una cosa, divergir en puntos concretos, incluso esenciales, puede ser aceptable y hasta necesario, pero partir cada cual por su lado no tendría sentido. Sobre todo, cuando ponemos nuestra atención en las cuestiones de seguridad en las que las carencias europeas son evidentes y la fortaleza americana necesaria, al menos hasta ahora.

No hay que olvidar que por muchas discrepancias que se puedan tener entre las dos orillas del Atlántico Norte, la realidad es que, históricamente, los EEUU han acudido en defensa de las democracias europeas en tres importantes ocasiones (Primera Guerra Mundial; Segunda Guerra Mundial; y Guerra Fría) y siguen dispuestos a contribuir a la seguridad europea a pesar de la prioridad geoestratégica que EEUU da, ahora, a China y al Pacifico y que ello parezca debilitar su compromiso con los europeos. Una cosa es que China haya sustituido a la URSS como rival principal de los EEUU y otra que ello se traduzca en un abandono de los europeos a su suerte.

En este sentido, es cierto que las afirmaciones del actual inquilino de la Casa Blanca no ayudan, pero la realidad siempre es tozuda y también hay que contabilizar otras consideraciones. Entre ellas que el Senado americano no comparte la parte del discurso trumpiano hacia los aliados europeos en la que introduce la duda, peligrosa, de si acudiría en su defensa. Asimismo, la integridad y libertad de Europa es fundamentalmente necesaria para Washington y olvidarse de sus aliados europeos es un lujo que no podrían permitirse los EEUU.

Por otra parte, el discurso de Donald Trump se enmarca en un relato americano que, incluso, se remonta a los tiempos del Presidente Bill Clinton en los que ya se advertía a los europeos que debían hacer más por su propia defensa. Trump lo expresa de un modo más brutal y antipático, por no decir poco inteligente, pero no es menos cierto que Europa viaja bastante de gorra en el vagón de su propia defensa cuando se calcula que, actualmente, la relación de gastos para la misma es aproximadamente de tres cuartos por parte americana y un cuarto por parte europea cuando se repartía por mitades durante la Guerra Fría.  


CARENCIAS EUROPEAS EN DEFENSA

Con presupuestos por valor de casi 200.000 millones de euros en 2011, el gasto de defensa de los Estados miembros de la UE fue entonces superior al de China, Rusia y Japón juntos, señalan, aparentemente, estadísticas fiables.[] En cuanto a la industria armamentística, esta representa un sector de primer orden en muchos Estados miembros. Con un volumen de negocios de casi 100.000 millones de euros en 2012, 400 000 puestos de trabajo directos y 960 000 indirectos, se trata de un factor importante de la competitividad industrial europea. La Agencia Europea de Defensa contribuye al desarrollo de esta industria.  La contratación pública concertada para proyectos militares en la UE representa un 25% del total de los contratos públicos de defensa. El restante 75% se lleva a cabo a nivel nacional, lo que genera duplicidades y propicia incompatibilidad en los sistemas.

 

Sim

Sin embargo, y sin restar importancia a la cuestión industrial que tiene un valor estratégico importante, entre otros motivos porque disponer de sistemas de armamento oriundos de Europa incrementa su autonomía estratégica, estas líneas se van a concentrar más en la cuestión político-estratégica de una Defensa Europea, aspiración que está en boca de todos cuanto tratan la temática de dicha autonomía estratégica. La realidad, sin embargo, dista mucho de las aspiraciones por diversas razones, todas ellas manejables, pero entre las cuales se encuentran también las aspiraciones de fondo de su pertenencia a la Unión por parte de las naciones que la componen.

En este sentido, es evidente que el espíritu que anima a la pertenencia comunitaria no es la misma por parte de todos sus miembros. Así, se podría aventurar que el ánimo español ha sido, y sigue siendo, el de reintegrarnos en el seno de una Europa de la que hemos estado ausentes, por diversas causas, desde la época de las guerras napoleónicas hasta el fin de la dictadura franquista. Nuestra supervivencia democrática lo exige, así como nuestro bienestar económico. En Francia, algunos ven, además, la necesidad, por un lado, de establecer una convivencia común pacífica con Alemania, su gran enemigo histórico, sobre todo durante la primera mitad del siglo XX, y, por otro lado, el afán de extender a una dimensión superior la propia política exterior francesa para promocionar, lógica y legítimamente, sus propios intereses. Ello no obsta para que esos objetivos puedan ser también interesantes para otros socios comunitarios menos fuertes o menos imaginativos … Las aventuras aeronáuticas o espaciales pueden entrar en esta categoría y no por servir, aparentemente, intereses franceses se puede argumentar que sean contrarios a los europeos globalmente o a los de Estados participantes en estas empresas.

Alemania vio en los Tratados de Roma la forma de volver con dignidad al concierto europeo e internacional además de afianzar la paz tras dos guerras cuyos resultados le resultaron catastróficos. Dicho esto, su creciente pujanza económica y su atribuida seriedad le han situado entre aquellos miembros que exigen un rigor económico-presupuestario que, entienden, no han seguido siempre otros miembros de la UE menos exitosos por no decir más menesterosos. Para los componentes del Benelux, que siempre pagaron la factura de las disputas militares franco-alemanas, la UE es una garantía de su supervivencia y de su individualidad. Para Italia, derrotada en la segunda guerra mundial, al igual que Alemania, los Tratados de Roma significaron su reinserción entre los países victoriosos.

Sin embargo, como hemos visto con el Reino Unido, otros países han tenido otro tipo de aspiraciones al ingresar en la Unión. Londres quería controlar el nuevo Imperio continental y ha acabado por renunciar a ello en función, cree, de sus propios intereses. Sin embargo, a los efectos de estas líneas, más interés tiene constatar que muchos países del Este, cercanos a Rusia e, incluso, víctimas de la misma, disocian claramente las ventajas económicas de su pertenencia a la UE, donde, por otra parte, algunos se resisten, en buena medida, a armonizarse plenamente con la Europa Occidental fundadora de la Unión, de la cuestión de su propia defensa que asocian estrecha y comprensiblemente a los EEUU y a la OTAN. Rusia y sus malos recuerdos les resultan demasiado obsesivos y recientes.

Estas consideraciones vienen a cuento de que, para esos países su defensa por parte de la OTAN es una realidad que no quieren reducir frente a un proyecto de una defensa europea, sin duda necesario, pero, solo un proyecto. Al igual que el cangrejo peregrino, no quieren abandonar la concha que les protege antes de tener asegurada en su inmediatez la sustituta.

Tampoco se trata, estableciendo una Defensa Europea, de suprimir la OTAN, elemento fundamental del vínculo transatlántico. Se trata de compatibilizar la Alianza Atlántica con una Europa más fuerte colectivamente en materia de defensa y que pueda operar como tal fuera de la Alianza y, porque no, asimismo como tal organización político-militar europea en su seno. Por otra parte, mal haría la UE en no desarrollar gradualmente sus propios medios colectivos de defensa, pues tampoco podemos ponernos gratuita y totalmente en manos ajenas. Además, una Europa más asertiva en materia de defensa será un plus no solo para sí misma sino, también, para la propia Alianza Atlántica.

En eso está la UE que lleva años aunándose en materia de defensa sin ánimo, aparte de algunos soñadores, de establecer una defensa alternativa a la OTAN “for the forseable future”, como dirían en inglés, para un futuro previsible, en español. Las cuestiones estratégico-militares, que son eminentemente políticas, suscitan tanto la necesidad de órganos políticos de consulta y decisión cómo de órganos militares comunes de ejecución. El modelo OTAN lo tiene bastante resuelto y los europeos debieran de encaminarse hacia el mismo a pesar de que ello pueda implicar algunas duplicaciones con organismos militares aliados integrados.

Es todo ello una cuestión delicada y difícil, pero que también pone de relieve que la profundización de la UE esta interconectada en todas sus vertientes. En efecto, ¿hasta dónde puede profundizarse en la Defensa Europea sin unas integraciones previas en materia política, económica o fiscal? La respuesta no es fácil porque en realidad la UE se construye progresando a la vez en sus diferentes frentes de integración, aunque de forma, aparentemente, desordenada. La Unión avanza como un mil patas, dando pasos aparentemente descoordinados, pero relacionados en todos sus diferentes registros o, al menos, eso desearíamos porque el grafismo de la comparación muestra como “el todo” avanza, sin perjuicio de que la lentitud pueda antojarse como excesiva.

         Si la Unión progresa por capas diversas, pragmáticamente solo podemos valorar positivamente los avances que se puedan hacer en una faceta o en otra por cuanto las iniciativas, inicialmente colectiva o individuales, abren el debate y permiten ajustar nuevos objetivos dentro de un marco posibilista, aunque pueda parecer -y serlo- lento. De esta manera, con estas líneas, se pretende entrar en una cuestión delicada y complicada pero fundamental para que la Unión pueda acabar disponiendo de una mayor autonomía estratégica.

 

DISUASIÓN NUCLEAR

Tener esa autonomía estratégica no es otra cosa que ser una Gran Potencia. Emergente, como antes se señalaba que lo califican algunos, o real, es una distinción en el fondo irrelevante a los efectos prácticos porque en su “emergencia” forzosamente se confunden aspiraciones y realidades. En general, históricamente, las grandes potencias surgen, aparentemente, como una novedad cuando en realidad se van forjando poco a poco hasta que las circunstancias históricas las han situado al frente o en el seno del grupo de los Estados más potentes del planeta.

         Desde esta perspectiva, la Unión, en su deseo de dotarse de una defensa propia, sin perjuicio de que sea complementaria con la de la OTAN, y sin el deseo de ser, en principio, una alternativa, debe contabilizar y poner en marcha los elementos necesarios para hacer efectiva esa voluntad y, en términos prácticos, además de dotarse de capacidades que respondan a la consabida distinción entre ejércitos de tierra, mar y aire, también debe atender a distinciones surgidas más recientemente y que se refieren a “dominios” que las fuerzas armadas han de poder señorear para poder disponer de una ventaja frente a adversarios y posibles enemigos. Esos dominios son el espacial, que en algunos países ha provocado la creación de un nuevo ejército y en otros su adjudicación a uno de los tres clásicos, el ciberespacial, con el que se puede paralizar un país entero, y el cognitivo, que cubre aspectos psicológicos y, asimismo, el de la inteligencia artificial que puede multiplicar la velocidad y la eficiencia de sistemas de armas e, incluso, enfrentarnos a la cuestión de la autonomía de esos sistemas que, incluso, podría no ser la deseada.

         De entre estas cuestiones, podríamos dedicar unas líneas a la de la disuasión nuclear. El elenco de las Grandes Potencias actuales está constituido esencialmente por tres países: EEUU, Rusia y China. Los tres son potencias con armamento nuclear. Desde el punto de vista militar los norteamericanos han conservado una capacidad militar de actuación global que en el ámbito nuclear significa actualmente la disponibilidad por despliegue de algo más de un millar y medio, aproximadamente, de bombas nucleares, que se modernizan del mismo modo que sus vectores.

         Rusia, evidente perdedora de la Guerra Fría, ha recompuesto unas fuerzas armadas bastante más reducidas pero eficaces para sus objetivos geopolíticos situados en su proximidad: al Oeste de sus fronteras en la franja geográfica que de Norte a Sur se inicia en el Ártico y desemboca en el Mar Negro con, además, una proyección hacia el Mediterráneo que no se limita al Oriental. Asimismo, su larga frontera al sur siberiano es otra de sus preocupaciones. Parte de esta geografía hace que antiguos territorios rusos independizados de Rusia tras el colapso de la URSS y de la propia Rusia a raíz de la caída del Muro de Berlín, se sientan amenazados por un Kremlin que de mala gana contempla la independencia de ciertos de estos territorios. Sentimiento reforzado por la anexión ilegal de Crimea por parte de Moscú y la ayuda que presta a partidas separatistas pro-rusas al Este de Ucrania. La presencia rusa en Siria y Libia alertan de que, si bien la Rusia actual no tiene el poderío de la URSS, puede condicionar substancialmente ciertos panoramas internacionales, incluso, muy cercanos a Europa y ello en un momento en el que los EEUU se repliegan.

         La de Rusia de Putin no será la URSS de Stalin, Bréjnev o la más afable en su momento, pero siempre todopoderosa, de Gorbachov, pero campa firmemente por sus respetos al Este de la Unión Europea y dispone de una substancial capacidad nuclear, equivalente a la de los EEUU ya que como heredera de la URSS ha conservado las capacidades nucleares de la primera en el marco de los acuerdos de desarme establecidos en su día con Washington y que le permiten el mismo limites numérico otorgado a EEUU: algo más de otro millar y medio de bombas nucleares.

         China no llega a estas cantidades, al menos por ahora, porque no está sujeta a ninguna limitación. Su arsenal nuclear está estimado en unas 300 bombas. Sin embargo, es manifiesto su deseo de acompañar su impresionante desarrollo económico con una potenciación de sus fuerzas convencionales y de sus capacidades en los dominios antes señalados. A los efectos de su desarrollo militar en todos estos campos, nadie puede dudar de la ventaja que su dictadura del proletariado combinada con un capitalismo semisalvaje le otorga para dejar claro su posición dominante en sus aledaños, en especial en el Mar de China meridional y en una región que incluye importantes aliados de EEUU y de los países occidentales como Japón o Corea del Sur. Incluso un viejo protegido de la China comunista como el Vietnam, vencedor, con su ayuda, de su guerra de independencia frente a franceses y norteamericanos, no duda en invertir sus preferencias: Su peligrosa cercanía de China le ha llevado, incluso, a buscar entendimientos con EEUU.

         Además de estas Grandes Potencias con armamento nuclear tenemos otras seis más. Sin embargo, no todas ellas están incluidas en el marco legal del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) considerado como una clave de bóveda del desarme y del control de armamentos. Este tratado, que cumple ahora 50 años desde el inicio de su vigencia, ha sido suscrito por 190 países a pesar de que sea un tratado “desigual” en el sentido de que como en “Animal Farm”, de George Orwell, todos son iguales, pero unos lo son más que otros. Sin embargo, un realismo practico ha llevado a su aceptación porque era evidente que era mejor sancionar la realidad de cinco países nucleares que son, asimismo, miembros permanentes del Consejo de Seguridad (China, EEUU, Francia, Reino Unido y Rusia) y evitar que hubiese más países nucleares. Esto último no se ha logrado plenamente pero como con el coronavirus hay que ver el vaso medio lleno y no medio vacío cuando se comprueba que se ha podido contener en buena medida, aunque no del todo, algo peligroso, porque más peligroso sería que abundasen muchos más países con armamento nuclear.

La India consiguió desarrollar su armamento nuclear porque China, muy cercana, lo tiene. Pakistán porque lo tienen los indios. Israel porque por parte árabe mucho se ha hablado de “echar a los israelíes al mar”. Corea del Norte también la ha desarrollado para garantizar su dictadura familiar y personalista rodeada de esclavos machacados por la propaganda. Todo ello pone de relieve como la pendiente llevaría a más países nucleares sin la sensatez que implica el TNP, a pesar de sus propias contradicciones y limitaciones.

Los otros dos países nucleares permitidos por el TNP, como antes se ha adelantado, son el Reino Unido y Francia. A los efectos de conocimiento se reproduce un diagrama que indica aproximadamente las dotaciones nucleares de estos países. De todos ellos, el que nos interesa a los efectos de estas consideraciones y de una defensa europea “creíble”, como pidió en Davos Ursula Von der Leyen, Presidenta de la Comisión Europea, es decir una defensa dotada de los componentes necesarios para disuadir a cualquiera de agredirla, de cualquier manera, es Francia porque es el único país de la UE, tras el Brexit, dotado de armamento nuclear.

         De acuerdo con el SIPRI, y relataba la BBC, en 2018 las fuerzas nucleares en el mundo serían las siguientes aproximadamente: 


 

          Conviene señalar que la disuasión nuclear implica, paradójicamente, tener ese armamento para no usarlo. Es, evidentemente, un cálculo psicológico basado en la idea de que si un país lo usa la réplica será tan aniquilante que al final todas las amenazas se cancelan las unas contra las otras. O el aniquilamiento es planetario. Sin duda, es una simplificación no exenta de que el ser humano a veces se cree demasiado listo y apuesta, incluso, por lo irracional y que, asimismo, el error humano puede hacer su presencia. Las doctrinas de empleo nuclear son complejas, pero generalmente conscientes de que el objeto de disponer de un armamento nuclear no es tanto para emplearlo como para disuadir a otro da hacerlo contra uno o de aventurarse en otras empresas que afecten a la esencia existencial del primero.

         Sin embargo, de nuevo, el objeto de estas líneas no es el de entrar en la compleja cuestión del hipotético empleo de armas nucleares, sino en considerar que, a fin de cuentas, se entiende que, actualmente, una Gran Potencia está dotada de armamento nuclear y que, si la Unión Europea pretende una autonomía estratégica, ser una Gran Potencia, debe considerar esta cuestión nuclear y abrir un debate al efecto. Un debate complicado, sin duda, pero que incluso con las limitaciones que pueda exigir la naturaleza de este armamento, requiere un conocimiento y apoyo de la opinión pública porque, en definitiva, no solo le concierne, sino, también, porque un elemento de la disuasión nuclear, como de otros tipos de disuasiones, es el de una relativa publicidad. De nada serviría, por poner un ejemplo de reducción al absurdo, tener un armamento nuclear desconocido de todos, incluidos eventuales adversarios, pues su función disuasoria seria inexistente.

 

 

LA “FORCE DE FRAPPE”, OTROS DOMINIOS FUNDAMENTALES Y EL DESARME  

Quien es muy consciente de esta realidad es el Presidente Emmanuel Macron. Probablemente otros también porque hay cosas que son evidentes. No solo que las grandes potencias con las que la Unión quisiera codearse son nucleares, sino también que en el seno de la misma solo queda Francia como potencia nuclear tras la retirada del Reino Unido. Asimismo, que los demás socios comunitarios son miembros del TNP que prohíbe que las desarrollen o las adquieran. No olvidemos, tampoco, que ciertos países de la Unión mantienen una políticas neutrales o no alineadas. Irlanda, Austria, Suecia, caen en esta categoría. Suecia, incluso, ha sido muy activa en la aprobación por las NNUU en 2017 de un tratado prohibiendo las armas nucleares, que no apoyan ni suscriben ni los países nucleares ni los miembros de la OTAN, lo que no le ha impedido, en ejercicios teóricos, pero serios, realizados en el seno aliado con su participación, y la de Finlandia, pedir la protección de la OTAN al sentirse amenazada por una tercera potencia. ¿Contradictorio?

         Como antes se ha señalado, consumado el Brexit Francia es el único país de la Unión que puede constituir una base para dotar a la UE de una disuasión nuclear. Por eso, el Presidente francés ha ofrecido que la disuasión nuclear francesa pueda cubrir también la Unión. Para ello ha propuesto a aquellos socios que lo deseen un dialogo estratégico al respecto, así como participar con Francia en ejercicios nucleares. Este dialogo con Francia es necesario para establecer los contornos del ofrecimiento galo en el que, nadie lo dude, Francia mantendría el único dedo posible sobre el gatillo nuclear.

Hay que tener en cuenta que el territorio actualmente cubierto, en principio, por la “Force de Frappe” francesa, consistente en cuatro submarinos de propulsión nuclear con misiles embarcados, con cabezas nucleares, de un alcance de unos 6.000 kilómetros y de cazabombarderos, basados en tierra o en un portaaviones, armados con misiles aire/tierra con ojivas nucleares en misiles con unos 500 kilómetros de alcance, se circunscribe a su territorio metropolitano y no al conjunto de sus posesiones en Europa y en otras partes del mundo. De ahí la importancia de determinar, como antes se ha apuntado, qué territorios de los países miembros de la Unión quedarían amparados por Francia y en qué condiciones. 

Conviene no cerrar este apartado sin mencionar que, si bien una Unión que desease codearse con los EEUU, China y Rusia, debiera poder, para estar a su altura, disponer de algún tipo de disuasión nuclear, tampoco es esta la única condición para poder pertenecer a la primera división de las naciones mundiales. En este sentido, solo se mencionará, porque no son, con detalle, el objeto de estas líneas, que en la actualidad para formar parte de esa élite es necesario ser puntero en otros aspectos como el ciberespacio, disponer, también, de una tecnología avanzada, y estar presente en la conquista del espacio, no solo con satélites y vehículos automatizados de exploración del espacio exterior, sino, asimismo, con la posibilidad de enviar tripulaciones al espacio y, ¿por qué no?, a otros cuerpos celestes. Asimismo, y la reciente crisis mundial del COVID-19 lo subraya, la capacidad de hacer frente a riesgos bacteriológicos. Esto último, es, sin duda de los más urgente y requerirá una planificación internacional de cara al futuro y el establecimiento de reservas estratégicas de equipamiento sanitario. Algunos recuerdan que hace cinco años Bill Gates advirtió públicamente de la necesidad de prepararse para una pandemia mundial peor que la del Ébola y reminiscente de la gripe de 1918 (llamada “española”) que dejó millones de muertos.

         Por otra parte, también conviene tener en cuenta otro capítulo como el del desarme y control de armamentos. No es paradójico, como pudieran pensar algunos, relacionar la disuasión, en este caso, nuclear, con las cuestiones de desarme. Sin perjuicio de que un mundo ideal sería uno sin guerras, sin amenazas, sin armamentos, y aun menos, nucleares, la realidad nos lleva por otro camino, y ese camino es el de regular en la medida de lo posible los niveles de armamentos más que eliminarlos, si esto último no es posible, que no siempre lo es.

         En este sentido, el ya mencionado TNP es crucial y para su mantenimiento conviene, al menos, controlar los armamentos a niveles razonables, si ello es posible y aceptable. Durante la Guerra Fría, cuando el mundo era esencialmente bipolar, Moscú y Washington llegaron a entenderse con distintos acuerdos de variadas naturalezas. El mundo ha cambiado desde que cayó el Muro de Berlín y dejó de ser bilateral. Su multilateralidad, los avances tecnológicos, la emergencia del poderío económico y militar chino, la reconversión de Rusia en una potencia más pendiente de su vecindad que de su globalidad como cuando era la URSS, si bien, conservando sus arsenales nucleares, ha ido tumbando muchos de estos acuerdos y por ahora queda el Nuevo START (New START) firmado en Praga entre Washington y Moscú, que entró en vigor en 2011 y que vence en marzo de 2021. Si las capacidades nucleares chinas no se incrementan y siguen vigente las cifras de americanos y rusos, es posible que pueda renovarse pues parte de los motivos que han finiquitado algunos de los acuerdos bilaterales de desarme entre Moscú y Washington está en que esa gran potencia más que emergente que es China no está constreñida como Rusia y EEUU por sus acuerdos bilaterales de limitación.

Veremos, pues, como se declina esta cuestión en un futuro próximo y si asistiremos a despliegues libres, si China está dispuesta a limitarse y si Moscú y Washington estarían dispuestos a reducir aún más sus arsenales para permitir que los demás Estados nucleares puedan participar en limitaciones multilaterales. No hay que ser demasiado optimista. Importa, sin embargo, ser conscientes que la posesión de armamentos, los que sean, y su control mediante acuerdos internacionales no es una cuestión contradictoria sino, más bien, complementaria en aras a una mayor estabilidad y fortalecimiento de la seguridad y de la paz.

 

REPERCUSIONES PARA ESPAÑA

En marzo de 1986 se celebró en nuestro país un referéndum acerca de la permanencia de España en la Alianza Atlántica de la que éramos parte desde mayo de1982, planteado por el Gobierno de Felipe Gonzalez que abogó por mantenerse en la OTAN. El resultado fue favorable a la postura gubernamental, siendo el resultado de un 57% a favor con un 43% en contra. La propuesta de permanencia en la Alianza fue aderezada con tres condiciones. La primera consistía en la no incorporación española a la Estructura Militar Integrada aliada (EMI). Una segunda condición exigía una reducción gradual de la presencia militar estadounidense en España. Asimismo, se ofrecía mantener “la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español”. Esta formulación respondía al hecho de que en tiempos de Franco hubo armamento nuclear estadounidense en España si bien se retiró del todo en 1979, de conformidad con el Tratado de Amistad y Cooperación hispano-norteamericano firmado en 1976.

La Alianza ampara a España con su defensa colectiva lo que conlleva el ejercicio de una disuasión que no solo es convencional, sino asimismo nuclear. Esta última está esencialmente en manos de los EEUU, pero no de un modo exclusivo ya que tanto el Reino Unido como Francia disponen de sus propias fuerzas nucleares.

De las tres condiciones citadas, dos ya se han esfumado. En 1997, España ingresó en esa EMI. La iniciativa fue del Gobierno de José María Aznar con la bendición del PSOE que se abstuvo en el Parlamento. Tras la caída del Muro de Berlín la situación se había modificado substancialmente y la OTAN empezaba a desempeñar, con la aprobación del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas, operaciones de mantenimiento de la paz, inicialmente en los Balcanes Occidentales, en las que funcionar integradamente en el entramado militar aliado era más conveniente. En marzo de 2009 Francia anuncio asimismo su retorno a las estructuras militares aliadas.

También se ha evaporado la condición de reducir la presencia militar norteamericana en España. El Parlamento lo ha aprobado al considerar los acuerdos entre Madrid y Washington relativos a la presencia militar estadounidense en nuestro país que reflejan un incremento posterior de esta presencia militar con relación a los niveles acordados entre Madrid y Washington tras el referéndum de permanencia de España en la OTAN. En los mismos, la presencia militar americana quedó esencialmente circunscrita a las bases de Rota y Morón, abandonando los norteamericanos las de Torrejón y Zaragoza, estableciéndose asimismo unos niveles máximos de presencia militar estadounidense.

Este incremento responde también a nuevas circunstancias en el panorama internacional y que afectan asimismo a España. En el otoño de 2011 el propio Presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, acordó en Bruselas en la sede de la OTAN, con el Secretario de Defensa norteamericano, Leon Panetta, que cuatro destructores norteamericanos quedaran basados permanentemente en Rota al formar los mismos parte del escudo antimisiles aliado. La aceptación de su fondeo en Rota constituye la aportación española al mencionado escudo, sin perjuicio de que estos destructores puedan tener también otras misiones propias. Actualmente, EEUU quisiera incrementar esta presencia con otros dos destructores. La presencia militar americana también se ha incrementado en la base de Morón.

Sin entrar a valorar estos incrementos de la presencia militar estadounidense en España, es evidente que la condición del referéndum había quedado obsoleta a raíz de la evolución de los acontecimientos internacionales como obsoleta había quedado la de no integrarse en la EMI aliada. Asimismo, se puede añadir que estas dos modificaciones no han merecido gran oposición, ni en las fuerzas políticas españolas ni en nuestra opinión pública.

Algunos podrían inquietarse de este incremento de la presencia militar americana estimando que nos hace más vulnerables a ciertos eventuales enemigos, pero la realidad es que la vulnerabilidad no es diferente con mayor o menor presencia militar norteamericana en España. Además, hay que tener en cuenta que esa misma presencia tiene, asimismo, un valor disuasorio, sin perjuicio de responder, no hay que olvidarlo, al hecho de que EEUU es un aliado nuestro en el marco aliado y con el que tenemos, asimismo, una relación bilateral en el ámbito militar. Otros, pragmáticos, también señalarían que, si los EEUU requieren una presencia militar en el Estrecho de Gibraltar, es mejor que estén en España que en otro país al sur del mismo.

En todo caso, y a los efectos de estas líneas, queda claro que de las tres condiciones solo sobrevive una. Sin embargo, se avecinan planteamientos que podrían afectarla eventualmente, o no. Como la Unión Europea desea tener una “autonomía estratégica”, que no es otra cosa que ser una gran potencia, algo lógico visto su potencial político-económico, debiera probablemente poder disponer de algún tipo de disuasión nuclear, y ello con más motivo si desea, como antes se ha subrayado, “codearse” con EEUU, Rusia y China que son, los tres, como hemos visto, países dotados de armas nucleares. Una defensa europea que ha de ser “creíble”, como insistía en Davos la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, posiblemente lo requiera.

El Presidente francés, como antes se indicaba, ha ofrecido ampliar la disuasión nuclear francesa al ámbito comunitario, pero ello requiere, como el propio Macron ha ofrecido, un dialogo estratégico con aquellos socios que lo deseen y, asimismo, participar con Francia en ejercicios teóricos, pero necesarios, de naturaleza político-militar en el ámbito nuclear y no solamente convencional.

España debiera de aceptar este diálogo para despejar incógnitas que se agolpan. ¿Cubriría esa disuasión todos los territorios españoles? ¿Con qué secuencia de eventos? ¿Qué relevancia podría tener Madrid en la eventual toma de decisión de un disparo nuclear, aunque solo sea Paris quien apriete el botón rojo? ¿Cómo se desarrollaría el rol de Francia y de otros socios de la Unión si España fuese directamente amenazada? ¿Qué relevancia tendría España en la toma de decisiones en aquellos casos que no le afectasen directamente? ¿Francia adquiriría un compromiso formal o solo ofrece una intencionalidad política? ¿Sería necesario participar en los costes de la “Force de Frappe” francesa? ¿Habría que expandir los componentes de la disuasión nuclear gala?

Entre estas preguntas, y muchas más, podría figurar la de si España debiera de aceptar en su territorio despliegues nucleares, incluso circunstanciales, o, eventualmente, algún almacenamiento. No se trata de “regar España de misiles nucleares” como podría temer alguna mente inquieta, pero parece necesario preguntarse si podría España mantener su “pureza nuclear” en el caso de una defensa europea asumida por nuestro propio país. Igual es posible, o no lo es, pero hay que hablarlo y debatirlo para despejar la respuesta apropiada. ¿La condición del referéndum se refería, al menos de hecho, solo al armamento nuclear americano que es el único que previamente había estado en nuestro país? “Mantener la prohibición …”, empieza rezando el texto de la condición. ¿Es válida, asimismo, para el armamento nuclear de una disuasión europea que incluiría a España entre los protagonistas? ¿Es todo ello compatible con nuestra adhesión al TNP?


UN DEBATE NECESARIO    

 

En todo caso, la UE como verdadera Gran Potencia no está a la vuelta de la esquina. En algo más “profano” como una propuesta que se llegó a barajar en Bruselas de que la Unión Europea decretase una “zona de prohibición de vuelos” en el norte de Siria (una “no fly zone”) para proteger a los refugiados sirios y que debiera de imponer la propia UE si fuese preciso, el actual encargado de la diplomacia comunitaria comentó, sensata, pública y recientemente, que no hay que confundir los sueños con la realidad.

Por otra parte, la crisis sanitaria del coronavirus da un sabor rancio a todas estas consideraciones y especulaciones. Sin embargo, la crisis se superará, y con ello también los destrozos económicos que ha causado. Será la hora de una reconstrucción, esencialmente económica, pero que también podrá afectar la solidez de la Unión Europea y su capacidad de seguir avanzando hacia una integración profunda como la que desean los europeístas más convencidos y que debiera incluir avanzar hacia una mutualización de la deuda de los países miembros de la UE.

No obstante, hace falta un debate sobre esta cuestión. Tranquilo, pausado, pero un debate que ofrezca transparencia y rechace la opacidad. La opinión pública española y sus políticos tienen un muy buen concepto de nuestros militares, pero eluden, sobre todo los políticos, el debate sobre seguridad, defensa y disuasión. Sin perjuicio de una discusión muy exhaustiva entre especialistas y profesionales civiles y militares, muy especialmente pertenecientes a Presidencia del Gobierno y los ministerios de Exteriores y Defensa, aunque no exclusivamente, es necesario poder contar con el apoyo de la opinión pública. Hace falta tomar la (¿arriesgada?) decisión de debatir estas cuestiones, nucleares y no nucleares también, ante esta opinión pública. Sin su apoyo, al menos a las grandes líneas, no se podrá contar con su respaldo cuando lleguen, eventualmente, las crisis.

Finalmente, queda despejar una duda importante. ¿Ha dado España alguna respuesta al ofrecimiento de Macron? ¿Se ha iniciado ese debate en el seno de los ministerios de Exteriores y Defensa? No hay rastro aparente de ello. Un silencio que podríamos calificar de descorazonador. Lo más peligroso con relación a la opinión pública sería apostar por la opacidad y hurtarle este debate. Un debate que no solo debe realizarse en España, evidentemente. Es, asimismo, un debate necesario en el seno de la Unión Europea.

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