GUIA PARA
GIBRALTAR
Madrid, 15-01-2021
(Lectura
rápida 😊)
La
ministra González Laya anunció el 31 de diciembre pasado un principio de
acuerdo entre Madrid y Londres para evitar que en Gibraltar y en el Campo de
Gibraltar el Brexit tenga efectos negativos. Falta
conocer oficialmente los detalles. Hace mal en tardar en darlos en
un asunto tan importante, si bien algunas filtraciones interesadas emergieron
recientemente en “El País”. Siempre puede haber algún diablo en esos detalles y
hay eventuales confusiones por despejar cómo, entre otras, lo del derribo de
la verja instalada por los británicos en 1908 y que el diario citado da por
acordado.
Madrid y Londres han reservado sus posiciones sobre la soberanía del Peñón que solo puede ser español o británico, materia en la que Picardo juega a la confusión porque la soberanía gibraltareña es imposible. En el Peñón, donde una mayoría apabullante votó a favor de que el Reino Unido se mantuviese en la Unión Europea, saben que su prosperidad está vinculada al territorio circundante, del mismo modo que la del Campo lo está al Peñón.
Mediante este acuerdo, que Bruselas debiera elevar a Tratado entre la UE y el RU, el Peñón ingresa en el área de Schengen. Algo extraordinario. Los gibraltareños y los campo-gibraltareños tendrán una libertad absoluta de movimiento. Podrán los llanitos viajar a los países Schengen sin mostrar su pasaporte y, desde esos países, ir a Gibraltar sin mostrar tampoco el suyo. ¡En cambio, deberá hacerlo quien venga del RU a su colonia! Una paradoja brexitiana, como lo es que la isla de Irlanda mantenga su unidad de comunicaciones a pesar de que el Ulster ya no está en la Unión por ser territorio británico.
Los gibraltareños no favorecen que el Peñón sea restituido a España como auspician las oportunas Resoluciones de la ONU y en el siglo XXI rechina trasladar un territorio de una soberanía a otra sin que su población opine, de un modo o de otro. España es un país democrático y no la Rusia que invadió Crimea a pesar de ser garante de la integridad territorial ucraniana. El acuerdo hispano-británico es generoso con Gibraltar y con el Campo de Gibraltar, rebautizados como zona de prosperidad conjunta, una realidad.
Tres principios debieran gobernar la gestión española de la cuestión de Gibraltar en la que tienen que combinarse, entre otras cosas, el Tratado de Utrecht de 1713, las Resoluciones de la Asamblea General de NNUU, la pertenencia española a la UE y la adecuación a la realidad.
1.
Todo lo que aleja al Peñón del RU es bueno
para
la reivindicación española.
2.
Todo lo que acerque el Peñón a la Unión
Europea,
de la que España es parte, es, asimismo, bueno para la reclamación española.
3.
Todo lo que signifique que los gibraltareños consideren
que España les ampara y protege, directamente o vía la UE, también es
bueno para España.
Muchas
políticas simplistas, ineficientes, agresivas y toscas de tiempos pasados debieran
abandonarse. Fueron miembros de Vox los que plantaron, brevemente, en 2016 una
bandera española en lo alto del Peñón. Fue
Margallo quien, antes, en 2015, cerró en Gibraltar el Instituto Cervantes, con
su escudo español y nuestra bandera. Un Instituto que mostraba la
realidad española con nuestra diversidad política, cultural y lingüística, algo
eventualmente importante para los intereses de
los llanitos, también amparados por la ONU.
En cuanto a la base militar británica, del mismo modo que la UE sirve para acercar la colonia a una Europa de la que España es parte, la Alianza Atlántica puede ser un ámbito propicio para una colaboración militar hispano-británica respecto del Peñón. Entendimientos militares entre Madrid y Londres son aconsejables. Además, una Defensa Europea contará al RU como un aliado especial. Las nuevas circunstancias exigen actitudes creativas, aunque compatibles con la reivindicación.
Se necesita tiempo. Nada de impaciencias. Mientras, los españoles, colectiva e individualmente, debieran empeñarse en seducir a los gibraltareños. Por interés y por generosidad. Son personas, como los españoles y los europeos, con derecho al respeto.
Carlos Miranda, Embajador de España