viernes, 11 de diciembre de 2020

AMBICIOSILLOS

AMBICIOSILLOS

 

 

       Madrid, 11-12-2020 

                                        Lectura rápida 😊

                     

           

No es lo mismo que un monaguillo se lleve el cepillo para comprarse caramelos, que está mal, ni que un obispo sea pederasta, un delito, ni que un Papa tenga una querida, algo escandaloso. La ejemplaridad, siempre necesaria, es más exigible en ciertos ámbitos y niveles. Los remedios tampoco son los mismos, ni los daños producidos a partidarios propios y a la sociedad en general. Sobre todo, cuando se eluden responsabilidades, se reincide y no hay arrepentimiento.

 

Pasaron los tiempos de humillarse con ceniza en la plaza mayor o de recorrer de rodillas un trayecto determinado, pero siendo los humanos una especie a la que le cuesta cumplir con los Diez Mandamientos, sean de Dios, de Moisés atribuyéndolos a un dios, o del sentido común que dictan todos los dioses, el hecho es que a unos se les debe exigir más que a otros.

 

 Especialmente en el ámbito político porque es la cantera de aquellos que deben pactar las normas que nos permitan convivir sin perjuicio de intereses diversos e, incluso, confrontados. No solo los políticos de ahora, gobiernen o no gobiernen, sino todos, pasados, presentes y futuros.

 

La consideración de los abusos, su persecución y condena, permiten a las sociedades mejorar. Las del siglo XXI son muy imperfectas e injustas, pero comparadas con las de otras épocas de la Humanidad, vivimos tiempos mejores, si bien a mayor perfectibilidad, más frágiles son sus techos de cristal. Por eso es más exigible la responsabilidad en una democracia que en una dictadura. No es que puedan irse de rositas el dictador y sus compinches, pero peor es que mantengan su imperturbabilidad los responsables políticos en una democracia.

 

Pedro Sánchez entró bien tras su moción de censura forzando la dimisión justificada de dos ministros suyos. Uno pareció no comprender que la mujer del César debe ser virgen además de aparentarlo. En el otro caso, se le “recompensó” con un puesto profesional propio de una especialización de funcionarios que no es la de la interesada. Claro que un nombramiento de Embajador es una decisión discrecional del Gobierno, pero en tal caso la ejemplaridad gubernamental es la de no usar las Embajadas para “colocar” a amiguetes/as. ¿A quién se le ocurriría confiar una base militar a un paisano o hacer JEMAD a quien no haya pasado por una academia militar?

 

Este gobierno peca tanto como los que le han precedido. O más, en términos numéricos. Peor, incluso, por ser el actualmente responsable y porque el “y tú también” es un argumento ramploncillo. ¡Y que decir cuando a unos profesionales se les menosprecia cuando ya están jubilados! La ministra González Laya mostraría debilidad, desconocimiento, y desagradecimiento institucional si ignorase el ascenso por Real Decreto del Consejo de Ministros a la categoría de Embajadores en su escalafón a unos profesionales de la diplomacia porque algo le desagrada, como si estuviésemos en el “Ancien Regime”. O en tiempos de Franco. Si incumplen alguna normativa, está la Ley, pero reglamentar con desconfianza y amenazas es indigno y deshonroso. Un abandono de aquellos a quien debiera de defender tras muchos años de buen servicio al Estado, sirviendo a todos los españoles. Claro que, si son políticos los elevados a la categoría de Embajador, luego no se les toca.

 

¿Compadreo entre políticos? Puede pensarse, porque después de la dimisión mencionada de los dos ministros, otras hubieran sido de rigor, pero estimaron que ya estaba entregada suficiente carnaza. Desde entonces, con este gobierno Sánchez-Iglesias o Iglesias-Sánchez (que tanto no monta), “aquí no dimite ni Dios”, como se dice popularmente. En cambio, se puede radicalizar a la sociedad, un pecado capital de Ira, y seguir cabalgando porque solo los perros ladran.

 

Igual Zeus manda un día un rayo porque la sociedad aspira a grandes entendimientos como bien mostraba este jueves pasado en El País una columna de Cristina Monge. Sin embargo, siguen nuestros políticos más responsables, creíamos, dando mandobles solo a diestro o siniestro, y si no gusta, pues eso: dos tazas o lentejas.

 

 

 Carlos Miranda, Embajador de España