AMOR A
DISTANCIA
Madrid,
10-04-2020
(Lectura
rápida 😊)
Isaac Asimov, un
escritor y científico americano judío, de origen ruso, fue uno de los
grandes escritores de ciencia ficción. Se considera que su bien conocida trilogía “Fundación”
(Fundación; Fundación y el Imperio; Segunda Fundación) fue su obra maestra. Una
saga escrita esencialmente en los años cincuenta del siglo XX y que precede
claramente la cinematográfica de la “Guerra de las Galaxias” creada por George
Lucas a partir de los años setenta y no sería de extrañar que la primera
influyera en la segunda. “Fundación” le valió a Asimov el prestigioso “Hugo Award for Best All-Time Series" (Wikipedia).
Asimov también escribió unas novelas policiacas en las que
su protagonista, Elijah Baley, es un detective de La Tierra que viaja a otros planetas
“exteriores” para resolver diversos crímenes. Asimov opone una tierra sobrepoblada,
agorafóbica y que ha rechazado los robots (como consecuencia de accidentes
iniciales) a unos planetas infrapoblados por colonos originarios de nuestra
Tierra, amantes de los espacios y totalmente dependientes de esos robots al
vivir solos, aislados en “fincas” inmensas hasta el punto de que la relación
entre los habitantes de un mismo planeta es solo telemática, siendo,
incluso, la reproducción de la especie realizada por técnicas que no requieren
contactos íntimos.
Asimov, como muchos buenos escritores de ciencia ficción,
fue un visionario y algunas de las cosas que imaginó se han plasmado de alguna
manera en la realidad. Esas “sociedades telemáticas” que describe son
probablemente exageradas, pero, la relación telemática lleva tiempo, entre
nosotros, sustituyendo a la presencial. Para no remontarnos muy lejos, los
que vivieron la Transición recordaran las reuniones de Alfonso Guerra,
Vicepresidente del Gobierno, con los Delegados del Gobierno en las Autonomías
por medio de conexiones telefónicas múltiples que, aunque no fuesen telemáticas,
permitían ya una reunión quedándose cada mochuelo en su olivo.
Hace tiempo que el trabajo telemático se practica, y, como
en todo, su intensificación tendrá efectos positivos, otros menos positivos y
algunos negativos. Muchos podrán trabajar desde sus domicilios y, así las
cosas, emigrar a las tierras vaciadas españolas donde encontrarán más espacio,
menos contaminación y costes menores. Otros considerarán que se pueden ahorrar gastos
con esta fórmula. Serán negocios que podrán comprar o alquilar superficies
menores para instalar solo a los trabajadores de necesaria presencia.
No obstante, una cosa es remediar con trabajo y reuniones
telemáticas la imposibilidad de verse por motivos de sanidad, distancia o de
otra naturaleza, y algo diferente devaluar lo presencial. Para ceñirnos a lo
político, qué nadie piense que lo telemático pueda sustituir una reunión
presencial de un Consejo Europeo, de una Cumbre aliada o de un Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas, por poner unos pocos ejemplos, en la que el
“contacto personal”, poder “sentir” cómo vibra cada mandatario en la reunión,
en los pasillos y en “reuniones bilaterales” que allanan muchas veces los
problemas tanto en la inmediatez cómo, a veces, más adelante, pueda reflejarse bien
telemáticamente. Y, esto, vale igual para otros ámbitos. Lo telemático ayuda, pero no sustituye plenamente.
Así lo piensa una ciudadana que todos los días sale
personalmente al balcón para aplaudir a los sanitarios, fuerzas de seguridad,
militares y todos aquellos que necesariamente han de trabajar, soportando más riesgos
por culpa del virus maligno. No se puede salir al balcón telemáticamente a
aplaudir. Esta ciudadana afirma que antes de pisar su terraza se viste
cuidadosamente y se pinta las uñas. No lo hace por frivolidad, ni ello
desmerece a los demás, vistan como se vistan, salgan o no salgan a aplaudir. Lo
hace para rendir simbólicamente pleitesía con más decoro a todos los héroes de
nuestro país. Como quien se engalana para ir a misa, o para salir a cenar con
amigos, o admirar a su hijo cuando se gradúa.
Las formalidades tienen su importancia en la vida y más
cuando los mundos se pueden derrumbar, cuando hay que sostenerlos con
sacrificios de unos y otros. Ahora hay que aguantar con dignidad tras la
pantalla. Luego, el ser humano tendrá que volver
a ser humano.
Carlos Miranda,
Embajador de España