MUROS PALESTINOS
Madrid, 18-04-2024
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Israel tiene sus culpas en la
insatisfactoria situación en Palestina donde avasalla a aquellos que no han
desarrollado un Estado prospero gemelo al israelí como sin duda deseaba la oportuna
Resolución de la Asamblea General de la ONU de 1947, pero no es el único malo de la película.
Por otro lado, Sanchez lo quiere
solucionar todo de un plumazo reconociendo por parte española un Estado
palestino en lugar de la Autoridad palestina que ya funciona o, más bien,
malfunciona. Así parecería que, por arte de birlibirloque, se resolvería la
cuestión palestina. Un espejismo. Ciertamente,
PSOE y PP votaron favorablemente en 2014 este reconocimiento, pero para que
ello sea eficaz, y como señalan otros países y hasta Feijóo, líder de la
oposición, se deben de dar algunas condiciones. Estos dos partidos acordaron “buscar en cualquier actuación en este sentido una acción
coordinada en concierto con la comunidad internacional, y en concreto con la Unión Europea, teniendo plenamente en cuenta las
legítimas preocupaciones, interés y aspiraciones del Estado de Israel". Cada palabra
parece medida y es fruto de un compromiso.
La primera condición actualmente debiera
de ser un alto el fuego prolongado en Gaza, incluso algún armisticio, y el
retorno a sus casas del más de un centenar de rehenes que siguen ilegalmente en
poder de Hamás después de más de seis meses. De lo contrario, lo que haría
España, y quien siga la senda de Sanchez, es premiar
a Hamás por su ataque terrorista del 7 de octubre pasado que causó
1.300 muertos inocentes en Israel.
Además, mientras un semblante de paz
no vuelva a Palestina en el que Hamás, Hezbolá y los Hútis, entre otras
organizaciones y milicias terroristas sucursalizadas por Teherán, dejen de
acosar a Israel y a los occidentales, la situación evoluciona y no recomienda
actuar precipitadamente, sobre todo después de que Irán
se ha quitado sus caretas terroristas de intermediación y ha actuado
directamente con 330 misiles y drones contra Israel en una noche, abatidos en
un 99%, contra ese Israel al que Sánchez da lecciones de democracia cuando en
casa pacta con partidos separatistas y
desestabilizadores de España, heredero alguno de terroristas no
arrepentidos de lo que afecta enterarse solo ahora en la campaña electoral
vasca.
Desde tiempos del Presidente
americano Carter el Irán de los ayatolas es un enemigo jurado de EEUU y de Israel.
De los occidentales. Por su adscripción al chiismo, Irán, islámico no árabe, es
asimismo adversario de los países sunís, la mayoría de los países árabes siendo
su gran rival regional Arabia Saudí donde está la Meca, el lugar más sagrado para los
musulmanes.
Irán corteja la bomba
nuclear para ser el gallo del Oriente Medio para, si acaso, destruir
Israel, y puede que lo acabe logrando gracias al error de Trump que torpedeó el
acuerdo forjado en su día para que Irán pudiera tener una industria civil
nuclear sin riesgo de enriquecer su uranio a niveles necesarios para lograr una
bomba nuclear. A este error hay que sumar el previo de la segunda Guerra del Golfo,
la guerra ilegal, la de Bush junior, el desastroso, la que no fue sancionada
por la ONU como la primera para conseguir que el Irak de Sadam Husein se
retirara de Kuwait que había invadido y ocupado ilegalmente. Con la segunda Guerra cayó el iraquí Sadam Hussein y
creció Irán.
Como otras dictaduras, el régimen de
los ayatolas, que ahorca desde alturas vertiginosas con grúas a los
homosexuales y humilla a las mujeres, utiliza la política exterior para desviar
la atención interna a sus barbaridades y falta de libertad. El odio total a Israel es su gran batalla para echar a
los judíos al Mediterráneo, y para ello lleva años hostigando a
Israel con terroristas a sueldo suyo.
En tiempos pasados los terroristas
palestinos de la Organización Palestina de Liberación, la más importante
durante mucho tiempo, dejaron las armas y empezó a gobernar su porción de
territorio palestino. Fue otra oportunidad
perdida para los palestinos que tantas veces equivocaron antes su
política con los judíos priorizando la violencia como con la invasión de Israel
por varios países árabes nada más proclamarse en 1948 la independencia del Estado
judío reconocido por NNUU. La gestión político-administrativa de Palestina no es
gran cosa y ampara mucha corrupción. Israel no ayuda, sin duda también un
error, pero solo es ello una excusa, no una justificación aceptable. El verdadero fracaso es palestino.
Del error de la invasión de 1948,
rechazada, derivaron más errores por un terrorismo disruptivo incluso para
países árabes. Con Arafat al frente, la OLP acabó yéndose a Jordania y al
Líbano para refugiarse finalmente en Túnez ya que por sus atropellos nadie la quería en el Oriente Medio.
Tan mal recuerdo dejó, que ningún
país árabe quiere acoger ya a refugiados palestinos. No solo Israel ha
construido muros para impedir que accedan fácilmente al territorio israelí y
dificultar que entren terroristas. Al ver el hacinamiento palestino en Rafah
por la presión militar israelí, son los propios egipcios
los que construyen desde febrero un muro como el de Berlín para que
no pasen palestinos a Egipto, aunque estén muertos de miedo y de hambre. Esto
no sólo merced a Israel, también a Hamás que
no da un chavo por los palestinos. El gobierno egipcio teme una colusión entre
palestinos y los Hermanos Musulmanes que cuando gobernaron en El Cairo llevaron
al país hacia el radicalismo islámico.
En estas circunstancias, mientras
Albares defiende con entusiasmo estéril ante el Consejo de Seguridad que
Palestina pase de observador a miembro pleno de las NNUU, Sánchez debiera reflexionar sobre el mejor momento de reconocer a Palestina
como Estado ya que incluso en julio, cuando quiere hacerlo a lo más tarde, tal
como se desarrollan los acontecimientos daría la evidente sensación de
justificar el terrorismo de Hamás que le quedará otra vez muy agradecido y, por
su parte, debieran también de reflexionar los palestinos
por qué sus hermanos árabes elevan asimismo muros físicos y políticos contra
ellos a pesar de jalearles en las calles.
Las capitales occidentales
verdaderamente importantes (Washington, Berlín, Londres, Paris) intentan calmar
a Israel con un dialogo directo para que renuncie a devolverle a Irán los
cientos de misiles enviados, una pasada, o al menos que una respuesta, en el
fondo innecesaria, sea lo suficientemente medida como para no provocar por
escalada un conflicto mayor en el Oriente Medio. Sanchez no puede hacerlo porque
no tiene interlocución constructiva con Netanyahu y parece dudar ahora de un
inmediato reconocimiento del estado palestino. De
lo que no hay duda es que la política exterior no es para aficionados.
Carlos Miranda, Embajador de España