miércoles, 15 de febrero de 2023

RUSIA PERDIÓ SU GUERRA

RUSIA PERDIÓ SU GUERRA

 

         Madrid, 15-febrero-2023

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Se mire por donde se mire, se ataque por donde se ataque, se defienda por donde se defienda, se apoye a quien se apoye, la realidad es que casi un año después de que Rusia invadiera otra vez más Ucrania, ese país al que había reconocido como independiente y garantizado su integridad, el Kremlin moscovita ya ha perdido esta guerra.

El 24 de febrero de 2022 Putin lanzó sus tropas convencido de que tomarían con facilidad Kyiv y que a raíz de ello controlaría toda Ucrania situando un gobierno títere que junto al dócil de Bielorrusia haría realidad que, habiendo en su interpretación varias Rusias, todas le rendirían pleitesía a él y a su compinche el Patriarca ortodoxo de Moscú, Cirilo I. Dijo que no atacaría y mintió, rechazando incluso mediaciones europeas como las de Macron y Scholz e intentos americanos en el mismo sentido.

Hitler, su espejo de la buhardilla, hizo lo mismo. Tras invadir más de media Europa con el pretexto semejante de que existencialmente debía expandirse y controlar su área de influencia, “espacio vital” lo llamaban desde Berlín, fue instalando gobernantes afines en los territorios conquistados por toda Europa.

A la Unión Soviética le pasó lo mismo. A medida que fue derrotando militarmente la Alemania nazi, fue estableciendo gobiernos dóciles al asfixiante comunismo imperialista ruso heredero del zarista. Como Putin, que quiere reconstruir el imperio ruso, objetivo establecido desde el derrumbe de la URSS y la implosión de la propia Rusia en 1991. Rusia nunca ha cambiado en su trasfondo político-imperial, ni cambiará salvo que milagrosamente se convierta en una democracia como la española, por ejemplo.

Recientemente en un Instituto interesado por las cuestiones de seguridad un general retirado español admitió espontáneamente que Rusia ha perdido ya esta guerra. Vino a decir que en términos militares lo más probable es que ninguna ofensiva dará a ninguna de las dos partes una victoria definitiva. Territorialmente cada uno conservará aproximadamente lo que controla y que acontecimientos futuros, incluso imprevisibles, determinarán si esta guerra acabará convirtiéndose en un llamado conflicto congelado, como los numerosos que Rusia va dejando inacabados a pesar de usar sus ejércitos para resolver militarmente lo que políticamente se le escapa, o si se llegará a algún tipo de acuerdo.

Este ponente recurrió, como otros que reniegan de EEUU y hasta se remontan para ello a nuestra guerra de Cuba, a una visión parcial de la relación entre el mundo occidental y el ruso tras la guerra fría, para, de hecho, justificar el actual existencialismo equivocado ruso y, como tantos que piensan igual, no llegó a reconocer que a partir del momento en el que Moscú invadió Ucrania, tanto en Crimea en 2008 como el resto del país en 2014, perdió todas sus razones si es que tenía alguna, violando todos sus compromisos desde el Acta Final de Helsinki hasta sus garantías de respetar la integridad territorial ucraniana pasando por la aceptación de la ampliación de la OTAN cuando se creó en el seno aliado el Consejo OTAN-Rusia del que era parte Moscú paritariamente incluso con antiguos súbditos suyos ya liberados.

Al igual que el maltratador pierde “sus razones”, si es que alguna era válida, cuando hunde su cuchillo en la que, según sus amigos, “le levantó la voz y le dijo que le dejaría”, Rusia la ha perdido invadiendo territorios ajenos en Europa, no sólo en Ucrania. Como dice Borrell, conviene verle las orejas al lobo.

En Ucrania le está ocurriendo a Moscú lo mismo que le pasó en Finlandia, otro territorio liberado del imperialismo histórico ruso en 1917, aprovechando la revolución rusa, con más éxito que otros territorios que ya entonces quisieron separarse de Rusia, como, entre otros, Ucrania, que Moscú llegó a presentar como un país diferenciado en la ONU cuando su fundación en 1945, con su propio escaño, porque así le convenía.

En los años cuarenta del siglo pasado la URRS, versión comunista de la eterna y recurrente Rusia, también quiso someter de nuevo a los finlandeses. Si bien usurpó por la fuerza aproximadamente un 15% del territorio finlandés, y condicionó su neutralidad durante la guerra fría, no pudo impedir que Finlandia fuese independiente, saliese de su órbita de influencia y se integrase en la Unión Europea y, ahora, en la OTAN. 

Con Ucrania acabará pasando, más o menos, lo mismo. Tienen razón pues, aquellos que incluso justifican al maltratador Putin (lo que no hace nuestro gobierno, ni los de la UE, ni los de la Alianza Atlántica, que para los “Russia lovers” solo están enfeudados a Washington y desatienden los intereses europeos) al reconocer que Rusia no ha logrado ni parece que logrará su objetivo inicial de pleno sometimiento de Kyiv y que si bien conservará Crimea y territorios conquistados en el Donbas, al final del camino habrá perdido definitivamente a los ucranianos. Rusia perdió ya esta guerra y está bien que la pierda.

Mientras tanto, el Premio Nobel de La Paz 2022 ha sido otorgado a una ucraniana por documentar los crímenes de guerra rusos. No es posible que tantos occidentales estén equivocados al culpar claramente a Rusia de sus desmanes que ponen en peligro la paz mundial, algo que tampoco quiere reconocer Berlusconi porque la derechona y la extrema izquierda suelen juntarse para respaldar a Putin y Rusia.

 

Carlos Miranda, Embajador de España