viernes, 10 de febrero de 2023

MALTRATADOR TRANSFRONTERIZO

MALTRATADOR TRANSFRONTERIZO

 

     Madrid, 10-01-2023

                         (3´20´´ de lectura 😊)


  

¡Qué osadía la suya! Le dijo que era feo y mal amante. Le enseño una foto de su verdadero amor, ese que le dice que la quiere y le da consejos para ser independiente, vivir mejor y con más libertad. No le decía eso de que era suya para hacer de ella lo que quisiese. Al revés, que solo acataría su voluntad, la de ella, libremente expresada. Ella le dijo al que creía ser su amo que era un don nadie porque ya le había pegado antes, paseándose por su cuerpo sin su permiso y destrozado su integridad por no cumplir sin rechistar su voluntad.

Los vecinos se sorprendieron tras la primera bofetada al ser él importante. Miraron para otro lado. ¿No era algo osado ese vestido? Se lo había regalado la familia de él. ¿Era escandaloso que se lo arrancase para recuperarlo?

“Ella es una zorra” afirmaron unos que tenían tratos con él o les caía simpático por ser hombre de ordeno y mando. Uno con “sus razones” que hasta podían ser ciertas. ¿No habían vivido juntos? ¿Qué era eso de querer marchase? Eso fue la víspera de cualquier día aciago porque no contento con su maltrato público y de que sus bofetadas proclamasen los agravios justos o pretendidos, él la tiró desde un balcón al centro de la plaza.

El pueblo se conmocionó y discutieron si ella o él tenía razón. “Quien abandona a los suyos no tiene perdón de Dios” dijeron unos persignándose por el hombro derecho antes que por el izquierdo. Otros pensaban que había que respetar la voluntad de ella, tan hija de Dios como él, incluso si fuese pecadora. ¿No lo fue Magdalena?

Unos tiraban de su cuerpo ensangrentado para sustraerlo a los golpes del que había bajado a rematarla. Otros interponían mantas para amortiguarlos mientras ella gemía. Algunos, queriendo pasar por la plaza, no vieron nada. Otros, que sí vieron, hicieron que no veían.

Él apartó a los que le reprendían en ese pueblo sin ley, sin alguacil, donde sólo los poderosos como él pueden hacer esas cosas. Sus defensores decían que otros también habían hecho lo mismo, que ahora le tocaba a él. “¡Si me molestáis, sacaré mi escopeta a repetición y ya veréis!” decía erguido y envalentonado. “Me ha engañado cuando era mía por gracia divina”.

La mujer aún lloraba y se lamentaba cuando él, enfurecido por su altanería, su desobediencia, sus fugas, sus otros amoríos, y su deseo de marcharse, fríamente empezó a coserla a puñaladas. Éstas recorrieron con fruición todo su cuerpo, sus valles y sus montes, buscaron sus brazos y piernas, así como la espalda, el golpe más apreciado, rodeando el corazón en espera de hundir en el mismo la hoja asesina.

“¡Que la mate ya!” decían unos que deseaban poder volver a pasar por la plaza ensangrentada. “¡Cuanto antes muera, menos agonía!” añadían otros que tenían que rodear la plaza. “Él es poderoso y si nos entrométenos demasiado acabaremos todos a tiros”, pensaban muchos. La mujer se resistía y a pesar de las cuchilladas daba patadas y puñetazos. “Igual se salva”, pensaban los que seguían echando mantas para amortiguar los golpes del enfurecido sin lograr razonarle.

Algunos no le daban la razón y otros consideraron sus argumentos. “¡Si puede ahorcar impunemente su galgo al final de la temporada de caza, como no va poder matarla a ella, que es suya, a patadas y cuchilladas!”. ¿Y si ella tuviese razón? ¿Y si tuviese razón él, estaría también justificado su maltrato?

El viajero, anonadado, veía la sangre despedida desde las heridas, los que intentaban ayudarla y aquellos que le justificaban al violento, incluso su brutalidad. “Es que ella le levantó la voz”. “Ciertamente”, añadían, “se está pasando, pero ella y sus valedores se lo han buscado”. El viajero preguntó quiénes eran. “Ella se llama Ucrania y él Putin”.

 

Carlos Miranda, Embajador de España