viernes, 11 de febrero de 2022

LARGA MESA

LARGA MESA

 

 

          Madrid, 11-02-2022                   

                                 (Lectura rápida 😊)


      

Macron salió satisfecho de su encuentro con Putin del lunes pasado asegurando que los ardores militaristas de este último se enfriarían tras las maniobras militares que realiza en tierras bielorrusas, al norte de Ucrania.

  

El Kremlin lo desmintió enseguida. Con ello, las bofetadas del ruso al francés han sido antes, durante y después del encuentro. Recibirle displicentemente en el aeropuerto por funcionarios modestos y sentarle en la punta de una mesa larguísima, fueron otros dos indicadores de desprecio sin relación con prevenir, por exagerado, un contagio por ómicron.

  

Putin tenía dos opciones. La primera era la de utilizar a Macron para trasladar un mensaje más flexible del que envía a los EEUU y a la Alianza Atlántica, pidiendo injustificadamente unos imposibles. Francia es el miembro oficialmente díscolo de esa Alianza desde De Gaulle.

 

En política internacional y de seguridad, Paris se puede permitir ese lujo porque dispone de cosas que ni la Unión Europea tiene: disuasión nuclear propia; un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU; la preeminencia europea de ser con Alemania la clave de bóveda de esa Unión; y, generalmente, las ideas claras.

 

Putin podría haber aprovechado los mayores márgenes de juego de Francia, lo que no impide que otros aliados también los tengan, aunque más modestos, para ofrecerle a Macron, antes que a Biden, un ramillete de olivo y favorecer alguna división en el seno de los occidentales.

  

Sin embargo, Putin ha preferido pasar otros mensajes. Primero, el de no fortalecer a Macron de cara a la elección presidencial francesa. ¿Le da igual que pierda la reelección? El actual inquilino del Elíseo es el favorito, pero no se puede aún descartar del todo a la conservadora Pécresse o, incluso, un representante de la extrema derecha francesa, lo que no incomodaría al Kremlin por su antieuropeísmo. Putin no quiere una Unión Europea fuerte.

  

Por eso, el otro mensaje, más evidente, de Putin a Macron, ha sido el de dejar claro que para Moscú el jefe occidental es sólo Biden. Los europeos son, en su opinión, meros peones del americano. Un mensaje coherente con su objetivo nacionalista de que Rusia vuelva a ser tan poderosa como la URSS, que también era la Rusia eterna, la imperialista de Zares de sangre azul o roja.

 

Para ello Moscú debe subordinar sus vecinos a sus intereses, descartando los derechos a la plena soberanía de los europeos avalados por el Acta Final de Helsinki, firmada en 1975 por Brejnev en pleno apogeo ruso, y que faculta que cada cual se asocie o alíe con quien quiera.

 

Poco antes, el 4 de febrero, Putin se fue a Beijing a ver a Xi con ocasión de los Juegos Olímpicos de invierno. ¿Fue a visitarle o fue convocado? A China no debe interesarle que el envite del ruso acabe con guerras y sanciones económicas que perjudicarán a todos, incluida China.

 

Una cosa es apoyar a Moscú frente a los occidentales y otra dejar que sea Putin el líder máximo antioccidental que le fuerce la mano a Xi. Este último parece exigir tranquilidad hasta el final de los Juegos Olímpicos de invierno en China, a mediados de marzo si contabilizamos los paraolímpicos. Un margen para el diálogo que, posiblemente, Beijing intentará alargar, si es necesario.

  

La solución en Europa está en renovar y reimplantar acuerdos de control de armamentos, desarme y medidas de confianza que tranquilicen no solo a Moscú, sino también a los occidentales. No hay más margen para una seguridad colectiva, salvo que Putin devuelva Crimea; deje de condicionar a Bielorrusia y Ucrania; no impida que esta última se acerque a la Unión Europea; deje en paz a los Bálticos y dé paso a una verdadera democracia en Rusia, una que no encarcele o asesine a opositores y disidentes.

 

Macron fue luego a Ucrania para respaldar a Zelenski, su Presidente. No deja Ucrania de ser el sujeto principal del meollo. Albares también acudió invitado por su colega ucraniano. "Seguimos con preocupación el despliegue de tropas, pero esta situación debe abordarse desde la diplomacia", manifestó, mencionando a la UE, OTAN y OSCE como foros donde entenderse. Bien. Respecto a vender armamento a Ucrania para que pueda defenderse, escurrió el bulto con los periodistas.

 

Pronto habrá escaramuzas de lucha cibernética en Europa que pueden, incluso, afectar a España. Esperemos que nadie le de una responsabilidad en esta materia al diputado del PP, Casero, artífice, con su decisivo voto telemático, de la aprobación de la pequeña Reforma de la Reforma Laboral de Rajoy. Nadie entiende como obtuvo el votó desfavorable del PP.

 

 

Carlos Miranda, Embajador de España