UN NUEVO REPARTO
DE EUROPA
Madrid, 07-01-2022
(Lectura rápida 😊)
Rusia quiere que los EEUU se marchen de Europa. Es la
doctrina Monroe con vodka. “América para los americanos”, en realidad para los EEUU,
vino a decir ese Presidente norteamericano en 1823. “Europa para los europeos”,
más bien para Rusia, es lo que pretende Moscú desde que los americanos llegaron
en la Segunda Guerra Mundial para salvar a Europa de Alemania, como habían ya
hecho en 1917, y se quedaron cuando la Guerra Fría para protegerla de Rusia,
entonces URSS.
Si no es posible echar a los americanos, Moscú
quiere repartirse Europa con Washington. Ya lo hizo cuando Stalin. Derrumbado el Telón de Acero y liberados del yugo ruso, no sólo soviético,
los países del Este y los bálticos, Putin intenta que otros países del antiguo
Imperio soviético renuncien formalmente a los derechos que el Acta Final de
Helsinki y la OSCE les otorga: juntarse o
aliarse con quienes quieran.
De
hecho, Moscú ya ha conseguido que Ucrania no pueda ser actualmente de la UE ni
de la OTAN, ni tampoco Georgia, por ejemplo. Conflictos “congelados” heredados
de la URSS los hay abundantes por Europa con Rusia siempre involucrada
militarmente. Putin quiere esas renuncias por escrito, en contravención del referido Acta Final, de
facto una Constitución paneuroatlántica pactada incluso con la Rusia comunista
en 1975 y confirmada con la Carta para la Seguridad Europea de 1999, en la
OSCE, entre otros documentos. Los hay que,
convenientemente olvidadizos, le siguen sin pudor la corriente al Presidente
ruso.
Este
empeño de Putin reafirma su inseguridad al frente de un país cuyo PIB no supera al de Italia
y cuyas únicas dos fortalezas, además de su enorme superficie, son sus
exportaciones de petróleo y gas, así como su
poderío militar. Ingredientes de un peligroso y expansivo nacionalismo
regional que sustentan su popularidad en Rusia.
Putin
no quiere la democratización de Bielorrusia, de Ucrania ni de otros territorios
como Transnistria, Moldavia y cualquier antiguo vasallo soviético. Algo esencial para poder controlarlos. Las democracias
quieren estar en la UE y protegidas por la OTAN, sin perjuicio de que la Unión
deba estructurar su defensa, fortaleciendo asimismo la Alianza Atlántica, para poder
ampliar su autonomía estratégica.
Al sur de los Pirineos, no se siente en el
cogote el aliento moscovita, pero los países del Este, desde el Báltico al Mar Negro,
lo notan, y si alguno tampoco olvida que los alemanes fueron antes nazis, todos
recuerdan que los rusos siempre fueron, respecto
de ellos, imperialistas. Con los Zares, con los comunistas y con Putin.
Los
aliados están dispuestos a reanudar este 12 de enero las reuniones del Consejo OTAN-Rusia,
muy congeladas desde que Putin anexionó ilegalmente Crimea, una inolvidable realidad. Sin embargo, Putin
quiere ponerse antes de acuerdo con Washington para
que los europeos sean meros convidados de piedra. De ahí que las
consultas transatlánticas en el seno de la Alianza sean fundamentales, sin
perjuicio de que los europeos y la UE puedan asimismo tratar estas cuestiones
con Moscú.
Mientras,
algunos siguen proclamando que la OTAN debe disolverse o convertirse en otra
cosa. El vínculo transatlántico es una realidad política, económica y cultural
además de seguridad, del mismo modo que la Autonomía Estratégica europea no es
un mero concepto militar. El Atlántico norte es el Mare Nostrum de hoy en día, una realidad inescapable.
EEUU
debe priorizar China y el Pacífico, pero sabe
que no puede desvincularse de Europa como también lo saben los europeos. Rusia tiene con el Consejo OTAN-Rusia un
instrumento para conllevarse pacíficamente con los occidentales y exponer sus preocupaciones
para resolverlas dialogando, sin presiones militares y con respeto al Acta
Final. Ayudaría, asimismo, que se convirtiese en
una democracia verdadera, dejando de ser un régimen autoritario y
dictatorial como muestra el reciente cierre de la ONG rusa “Memorial”.
Sería
mejor que haber invadido Crimea y amenazar a Ucrania, pretendiendo su
enfeudamiento o que no pueda vivir prósperamente. Rusia
es un peligro para la paz en Europa y los hechos lo evidencian desde
que, entre comunistas nostálgicos y oportunistas, echaron del Kremlin a
Gorbachov, un hombre de concordia. Desde ese Golpe
de Estado en 1991, que le acabó desposeyendo de la Presidencia de la
URSS, produciendo sudores fríos en Occidente, se originó
una profunda desconfianza hacia Moscú donde nadie ha sido de fiar porque sólo han querido reconstruir una Rusia imperial con
jardín propio en sus fronteras.
Siempre
es bueno dialogar. A Putin tampoco le conviene
meterse con sus tropas en un barrizal militar en Ucrania y le está
saliendo un grano en Kazajistán, grande como seis veces España, entre Rusia y
China, y a donde ya envió sus tanques. Le preocupan posibles despliegues
aliados, pero no puede ignorar sus propias provocaciones y modernización de
sistemas bélicos. Además, si bien China puede ser un aliado, tampoco es un
vecino de plena confianza y se está rearmando.
En
cuanto a Europa, ¿Quiere acoger en su seno a una Ucrania fuera de la OTAN y garantizar su integridad con solo su propia defensa?
Michel, Von der Leyen y Borrell debieran conocer la respuesta.
Carlos Miranda, Embajador de España