EN POS DE CIERTA AUTONOMÍA
Madrid 26-11-2021
(Lectura rápida 😊)
Con
la estampida occidental de Afganistán el pasado mes de agosto, la Unión Europea
se ha dado cuenta, una vez más, que en materia
estratégica está en calzoncillos. La salida americana fue pactada
por Trump con los Talibanes en Doha, Catar, en febrero de 2020, y Biden, más de
un año después, no quiso renegar de ese pacto tras 20 años de interminable ocupación
del país centroasiático y de operaciones contra la guerrilla islámica, aunque fuese con
bendición de las NNUU.
Con
este asunto Bruselas descubrió dos cosas que ya debía de haber sabido. La
primera es que los americanos mandan, y mandan
porque son una superpotencia. La segunda es que no siempre tienen en cuenta a sus aliados. No
es que nunca consulten, pero a veces, pocas, ni eso. Así es la vida.
¿Qué
pueden hacer los aliados de la Unión Europea? La respuesta es lo que buenamente
puedan porque, hasta ahora, han sido incapaces
de organizar una “Defensa Europea” de la UE. Ni siquiera una
política exterior comunitaria. Se ponen de acuerdo en temas, pero no hay, por
ahora, una verdadera política exterior de la UE. ¿Puede haber una defensa
europea sin una sola política exterior de la UE?
Un
realista como Mario Draghi, salvador
de la solvencia económico-monetaria de la UE cuando estaba al frente del Banco Central
Europeo en Fráncfort y, ahora, Primer Ministro italiano, ya ha dicho que la autonomía estratégica requiere una
política exterior.
No
se alcanza todo enseguida. Hay que caminar. No obstante, la UE progresa en esto
como un caracol que puede ser incluso más lento que una tortuga y no hay que
olvidar que, en el caso europeo, ésta también se duerme como la liebre. ¡La de
años que llevamos oyendo hablar de una Defensa Europea! Dicho esto, es evidente que hay que apoyar el proyecto de los cinco
mil de Borrell. Una Fuerza de Reacción Rápida que pueda permitir cierta autonomía a la UE.
No
es la única fuerza común que tenemos en la Unión, pero sería de desear que
cuando llegue una oportunidad, la empleen, porque otras no lo han sido aún. Sus
Estados Mayores, sí. Sus Fuerzas, no. No es lo
que debiera ambicionarse para las que hay ni para esa FRR “in the making”, aún a
futuros. ¿De existir ya, se hubiera utilizado en el aeropuerto de Kabul
junto a los americanos para proteger la evacuación? Quizás. ¿Se hubiera
utilizado sin los americanos para prolongar la evacuación? Los optimistas
asentirán, pero hace falta ser muy optimista en este caso específico.
También se podría tener esa FRR para un si acaso en la frontera polaca
con Bielorrusia. Una verdadera emergencia sería, más bien, una tarea de la Alianza
Atlántica. Rusia está demasiado cerca y Minsk está subordinada a Moscú. Pero
una FRR europea sería una buena manera de suavizar preventivamente una
necesaria escalada sin tocarle demasiado las narices a Putin, aunque sin
olvidar que el Kremlin está en el origen de las inestabilidades en el Este
europeo y de la ocupación ilegal de Crimea.
Algunos,
muy europeístas, que, sin embargo, ya han interiorizado que Europa no puede
prescindir de la OTAN y de la protección americana, al menos, por ahora,
piensan en un reparto de tareas entre la Alianza y la UE. La primera para el
Este donde inquieta Rusia. La segunda, para el Mediterráneo. Sería un error. No interesa a los mediterráneos que la OTAN se
desentienda del ex-Mare Nostrum, ni tampoco debe la UE prescindir
estratégicamente del Este europeo. Lo señalado antes con el ejemplo de una FRR de
la UE en la frontera polaca-bielorrusa parece claro.
Respecto al Mediterráneo dos apuntes. La operación en Libia encargada a la OTAN en
2011 no la hubiera podido hacer la UE, al menos con la misma eficacia. Por otra
parte, el renovado interés del Kremlin por el Mediterráneo con bases en Siria e
interviniendo en Libia y el Sahel hace que la Alianza no pueda, no quiera, no
deba desentenderse de ese mar donde están las flotas de numerosos ribereños
otánicos además de la británica y de la americana, con bastantes bases
aeronavales. El reparto de actuaciones debe ser,
más bien, en virtud del tipo de amenaza o de riesgo que se contempla y,
asimismo, en el momento en que ello está planteado como se señala en los ejemplos aportados.
Pero,
la Defensa Europea no puede quedarse en esta FRR ni olvidar las Fuerzas comunes
ya establecidas con anterioridad. Además, hay tres cuestiones esenciales. Un Cuartel General propio de la UE; la relación con la
OTAN; y la cuestión de la disuasión nuclear. Un CG propio es
imprescindible, pero que sea autónomo no significa que no tenga relación y pueda
cooperar, incluso coordinarse, con los de la OTAN. En
la relación con la OTAN, la UE debiera actuar como cualquier aliado.
En algunos casos en el marco otánico y en otros por su cuenta, sin perder nunca
de vista el contacto informativo y, eventualmente, cooperativo. Eso es la complementariedad
aceptada en el seno europeísta.
Respecto
a una disuasión nuclear de la UE, sería
necesario un debate. No parece el Gobierno Sánchez predispuesto a ello, pero esa disuasión es imprescindible. Actualmente, los
términos del paraguas nuclear americano están más claros que los de uno,
eventual, francés. Al pan, pan, y al vino, vino, pero hay que aprovechar que
Paris está ahora dispuesto a abrirse en esta materia, aunque falta
transparencia al respecto en Madrid.
Para
sorpresa de algunos, la Administración Biden es
favorable a una autonomía estratégica de la UE. Así lo afirma Derek
Chollet, Asesor de Blinken en el Departamento de Estado. Un cambio estadounidense
de actitud al que hay que dar la bienvenida. Hasta ahora el temor americano (y
de otros países de la OTAN) era que un esfuerzo europeo por su propia defensa
pudiera debilitar la Alianza, si bien los europeos sensatos entienden
actualmente la necesidad de compatibilizar una defensa suya con la aliada.
Washington sabe que un esfuerzo militar europeo serio fortalecería la Alianza donde siempre se ha hablado
del pilar europeo, una definición amplia que puede englobar hoy en día una
Defensa Europea, incrementándose así el esfuerzo europeo en materia de defensa
que Washington pide, de un modo u otro, desde que Clinton fue Presidente.
¿Sabrán
los socios europeos aprovechar ahora esta ocasión? ¿Incrementarán sus inversiones en
defensa, sobre todo los que menos gastan como Alemania o España? ¿Tendrán todos como guía dedicarle al menos un 2% del PIB como se
comprometieron en el seno de la OTAN en 2014 todos los aliados, incluida España? Una defensa, la europea o cualquiera, no la regalan Papa Noel ni los Reyes
Magos. No debiéramos perder la esperanza ni tampoco, como el cangrejo
peregrino, abandonar un cobijo sin tener ya otro asegurado. En todo caso, Defensa Europea, sí. Ingenuos, no. Antiamericanos,
tampoco.
Carlos
Miranda, Embajador de España