DONDE DIJE, DIGO
…
Enric
Juliana comparaba esta semana en La Vanguardia la actividad política de Pedro
Sánchez con la de un ajedrecista jugando a la vez en más de un tablero.
Mientras pensaba que conseguiría toda la atención este miércoles pasado explicando
“presidencialmente” la propuesta del plan de recuperación económica de España, precisaba Juliana, plan que aún debe requerir
la aprobación de Bruselas y de las Cortes vía los presupuestos, saltó, sin
embargo, la noticia del Juez de Instrucción García Castellón pidiendo que el
Supremo investigue a Pablo Iglesias (al estar aforado) por organizar una falsa
conspiración (asimismo, amparo por las consiguientes amenazas recibidas).
Pero,
no solo eso. En otro tablero también hubo una jugada importante. El Tribunal
Superior de Justicia de Madrid anuló el cierre de la capital de España impuesto
por el Gobierno central a la Comunidad de Madrid. Una
cosa son las normas y otra que éstas se ajusten a derecho, incluso
con la mejor de las intenciones, que es lo que hay que prestarles a Salvador Illa
y Fernando Simón, la pareja derrotada en la lucha contra el virus diabólico.
Cuando
se empieza mal, se suele seguir mal. Si se adoptaron medidas en marzo habiendo
podido hacerlo en febrero, es que se pusieron las pilas tarde. Actuar tarde y bien es imposible. Si el capitán
de un barco hundiéndose tarda en arrancar las bombas de achique y en ordenar la
evacuación del pasaje, lo más probable será constatar luego desgracias de todo
tipo. En todo caso, buena materia para una comisión independiente de expertos
(¿pronto?), si bien quien le otorgue credibilidad, ahora, a esta pareja, posiblemente
compraría cualquier remedio milagroso en algún mercadillo. Lógico, pues, que haya
quien diga que su tiempo ha pasado.
Hizo
bien, evidentemente, el Gobierno de la Comunidad en acatar las medidas del
Ministerio de Sanidad, que tenían su lógica y era legítimo que Isabel Díaz Ayuso
las recurriese. Incluso cuando uno es favorable
a una norma, conviene asegurarse de su legalidad. En anglosajonia, otro
contexto donde reina el derecho consuetudinario, lo llaman “to test the law”. Ventajas
y desventajas de vivir, afortunadamente, en una democracia liberal y
parlamentaria. Solo falta que piensen en los administrados y que acierten en algo.
Parece
legítimo preguntarse qué han hecho bien nuestros políticos de cara a la segunda
ola de la pandemia. En la primera, suspendieron. “Nos cogieron desprevenidos, como
a todos los demás”. Consuelo de tontos. Pero, consuelo reincidente si se
examina en qué condiciones materiales y legales estamos para combatir la
segunda ola, y eso que tiempo no es lo que les ha faltado … Otro cero patatero.
Ayuso
pidió concertación con dudosa sinceridad. Sánchez, impuso las medidas con un
Estado de Alerta madrileño impopular. Dentro de 15 días Casado deberá
retratarse en el Congreso de los Diputados, salvo que no sea necesario
prorrogar este Estado de Alerta. Cuando se
reunieron con las 24 banderas Sánchez y Ayuso nos prometieron otra cosa.
Los sindicatos policial y de la Guardia Civil piden ordenes claras y jurídicamente
respaldadas.
Otro
tablero para La Moncloa es el de la Monarquía.
Desde hace años, el Rey preside la entrega de despachos a la última promoción
de jueces, un acto solemne, institucional, apartidista. Parece que la ficha real fue intercambiada con algún peón separatista
catalán para que Felipe VI no se desplazara a Barcelona a finales de
septiembre para entregarlos. Ninguna explicación verdaderamente justificable se
ha dado. El propio Ministro de Justicia balbuceó para justificar tanto lo
inexplicado como que el Rey fuese este viernes a Barcelona.
Tan
mal quedo el Gobierno con la politización de la ausencia real en ese acto que, esta
semana, Sánchez quiso acompañar a Felipe VI. ¡Tres
veces en una semana y una de ellas en Barcelona! Esperemos que se
habrá dado cuenta, debidamente asesorado por Iglesias, que con el Rey no hay
que jugar porque simboliza la Constitución, la Transición y la convivencia
pacífica. España, su unidad y su orden constitucional. Está bien que haya rectificado,
aunque sea más oportunista que sabio. Sin
embargo, como en lo otro, tarde.
Carlos Miranda, Embajador de España