UNA VALIJA CASI DISCRETA
Madrid, 21-03-2020
(Tiempo de lectura, escaso 😀)
En
1971 Luis Buñuel ganó un Oscar por su película “El discreto encanto de la
burguesía”. En la misma, el Embajador de la Republica imaginaria de Miranda introducía
cocaína, disimulada en cajas de puros, a través de la valija diplomática.
Ni Delcy Rodríguez, Vicepresidenta de la Venezuela de Maduro, que tiene su
entrada prohibida en la UE por violar derechos humanos en su país, ni José Luis
Ábalos, Ministro de Fomento, exhalan un discreto aroma burgués, pero, como muchos
que toman el ascensor social a través de la política, sí destilan el deseo de
llegar a una respetabilidad aburguesada.
La
escala de Delcy, como todos le llaman para simplificar, no debiera de haberse producido porque el vuelo tenía que haber sido redirigido a
un país no comunitario desde el momento que se supo (al menos, cuatro horas
confiesan, más de tres mil kilómetros) que ella iba a bordo del avión alquilado
para llevarle de Caracas a Estambul con escala en Madrid para desembarcar a su
ministro de turismo que quería visitar FITOUR. Faltaron arrestos para desviar la
aeronave.
La
ausencia de transparencia en una noticia extraída con fórceps, sobre la que
Ábalos dio innumerables versiones, ninguna aparentemente definitiva; la
confusión sobre las verdaderas razones que propiciaron el encuentro entre los
dos responsables gubernamentales; la inquietud sobre lo tratado entre ambos en
una o varias reuniones (no se sabe); y bulos ciertos, falsos o semiverdaderos, han
convertido este asunto en una ópera bufa o sainete ridículo propiciado por
la falta de contundencia gubernamental en esta materia. Gobierno y oposición se
desgastan tontamente defendiendo unos a Ábalos y otros criticando la sutileza
diplomática, certificada por el propio Sánchez, del ministro.
Así
las cosas, se cruzó la llegada del venezolano Juan Guaidó que ya no se sabe si
es Presidente “encargado” (Sánchez hace un año), Jefe de la oposición (Iglesias
y, ahora, Sánchez) o las dos cosas a la vez, como el doctor Jekyll y el señor Hyde,
en un vano intento reconciliador, no se sabe si con equidistancia, eclecticismo
o magia potagia, de la Ministra de Exteriores (de Sánchez y de Iglesias …),
Arancha González Laya. ¡Menudo embolado le sirvieron en bandeja de hojalata
su Presidente y su Vicepresidente! Con esos amigos, para que querrá enemigo
alguno.
Guaidó,
inteligentemente, agradeció cualquier gesto por parco que fuese viendo el vaso
medio lleno y no vacío, como podía haberlo visto (así lo habrán considerado en
Caracas) al haber sido degradado de Presidente a opositor por el mismo que le
encumbró a lo primero arrastrando en ello a otros europeos que le siguen
recibiendo, no como, sorprendentemente, Sánchez. ¡Lo que hay que aguantar cuando
no se tiene ni la sartén ni el mango! En efecto, en Venezuela, país ahora
fallido, empobrecido, saqueado y dividido por bolivarianos chavistas y
maduristas, el fiel de la balanza está en manos de unos militares corruptos a
los que se tienta para que se alisten en el bando democrático prometiéndoles
cerrar los ojos sobre su pasado y su enriquecimiento bolivariano. ¡Vaya tela
marinera!
Sin
embargo, nadie debe tenerlas todas consigo, y de ahí que circulen con credibilidad
subjetiva afirmaciones según las cuales la nomenclatura empoderada sin una
clara legitimidad estaría preparando sus colchones de seda en el extranjero
por si la suerte les abandona. Y aunque no les abandone. Tener fortunas ocultas
en paraísos fiscales sigue siendo atractivo para los mandamases de repúblicas
bananeras. Petrolera, en este caso.
¡Cuarenta maletas repletas de oro y dólares
habría vomitado, dicen, el avión de Delcy en su escala madrileña a modo de
valija diplomática. ¿Será cierto? A decir verdad, la cuestión no es ya
tanto que sea o no verdad como que pueda serlo por el mero hecho de que, si
bien en Venezuela dominan las clases populares, a decir de los partidarios del
trampantojo bolivariano, el comportamiento
sectario de sus dirigentes permite creer cualquier cosa.
Carlos
Miranda, Embajador de España